¡Qué flores tan distintas!
Del guerra a la guerra de Rosa Luxemburgo al guerra a la paz de Margarita.
En los tiempos que corren (y cómo corren) surge forzosamente el recuerdo de situaciones y personajes que, a principios del siglo XX, protagonizaron un capítulo inolvidable de la sempiterna lucha entre el socialismo y la barbarie. Y seguimos en las mismas.
Recordemos a Rosa Luxemburgo, la voz contra la guerra del 14, peleando contra la desilusión porque el movimiento obrero europeo no había evitado la catástrofe, porque se vivió una traición a los más elementales principios del socialismo internacional, a los intereses vitales de la clase obrera, a los intereses democráticos de los pueblos.
Y desarrollando su ideología antibelicista, nuestra Rosa denunció el papel del militarismo en la acumulación de capital y en el desarrollo del imperialismo, explicó que el imperialismo intenta justificar bajo ideas «humanitarias» o «democráticas» las intervenciones militares y aclaró el papel que juegan las pequeñas naciones, cuyas clases dominantes son cómplices de sus compañeros de clase de los grandes estados y piezas en el tablero de ajedrez sobre el que desarrollan su juego imperialista las grandes potencias. Al igual que sus masas trabajadoras, son instrumentalizadas durante la guerra para ser sacrificadas (cuando ésta acabe) a los intereses capitalistas.
Por declararse pacifista, estaba en peligro. Quiso iniciar la resistencia pacifista y fue encarcelada por «traición a la patria». Opuso el socialismo a la barbarie y finalmente, en enero de 1919, milicianos ultraderechistas la asesinaron con particular brutalidad.
Hoy vuelven a sonar tambores de guerra en el este de Europa y el gobierno «más progresista de la historia» se alista para enviar tropas al mando de la OTAN. Y en vez de tener una Rosa tenemos una Margarita que destaca en el jardín de Borrell y que no hace falta deshojar para saber en qué florero quiere lucir su presencia. Podría querer aparentar que sigue al grupo de Bebel, Bernstein o Kautsky pero, de momento, se encarga de que Feijoo no se le vaya de viaje de promoción a Letonia, porque una cosa es actuar como socialdemócrata alemán y otra es permitir que Feijoo se cuelgue una medalla ante tus narices.
Lástima que los que queremos la paz luego nos tildan de soñadores e ilusos, utópicos, etc etc. 😪😪😪
No nos cansamos de cometer el mismo error una y otra vez, ¿cuando una guerra fue la solución?
¡Es que nunca vamos a aprender!