Quo vadis, Europa

Borrell: «no podemos darnos el lujo de que Rusia gane la guerra, de lo contrario los intereses estadounidenses y europeos se verían dañados», y acto seguido añadió: «no es un tema de generosidad, no se trata de apoyarles porque amemos al pueblo ucraniano, es por nuestro propio interés, es en interés de USA»

Cuenta la tradición cristiana que, durante las persecuciones de Nerón, el apóstol Pedro se disponía a huir de la ciudad, con ropas disimuladas, y que en su escapada, en plena Vía Apia, se le apareció Jesús arrastrando una cruz. Pedro le preguntó «¿a dónde vas, señor?», y Jesús le contestó: «voy a Roma, a ser crucificado de nuevo». Simón Pedro, comprendiendo el error, regresó sobre sus pasos y fue arrojado a prisión y también crucificado, de manera invertida.

En otra leyenda religiosa, pero muy anterior, Zeus se enamora de una hermosa princesa de Argos, llamada Europa. Según el Catálogo de mujeres de Hesíodo, Zeus secuestra a la muchacha transformado en un toro blanco y la lleva a Creta, donde después de violarla con este engaño es entregada a Asterión, rey de los cretenses, con quien concibe a Minos. Heródoto narra en cambio que Europa fue raptada por venganzas entre polis, humanizando el mito y señalando la terrenal e infame costumbre de raptar mujeres como botín de guerra.

Si fuese permitido cruzar ambas leyendas y realizar una alegoría de la actualidad, los ciudadanos europeos de este siglo, en nuestra deriva hacia ninguna parte, nos encontraríamos a la desdichada princesa argiva, y le preguntaríamos «quo vadis, Europa?», a lo que tal vez nos contestaría «vuelvo para ser violada, usada y arrojada de nuevo».

Se sabe que el eurocentrismo es una visión ególatra del mundo que sitúa a Europa como centro y medida de todo lo humano. El economista egipcio Samir Amin fue más allá en la definición de eurocentrismo y en su libro de mismo nombre escribe que es más que la «suma de prejuicios, equivocaciones e ignorancias de los occidentales hacia los demás», actitud que entiende se produce también a la inversa en otros pueblos, sino que además es «una dimensión de la cultura y de la ideología del mundo capitalista».

Es decir, Amin expone que esa visión engreída del europeo es un paradigma que surge del capital y que podemos ver manifestarse por ejemplo en las opiniones de los medios de comunicación o en las frases de los eruditos y en los especialistas de las ciencias sociales.

Posiblemente la manifestación reciente más clara de ese paradigma la ofreció no un francés o un inglés, sino un español, el anterior alto representante de Política Exterior de la UE, señor Borrell, quien en 2022 afirmó: «Europa es un jardín. Todo funciona. Es la mejor combinación de libertad política, prosperidad económica y cohesión social que la humanidad ha logrado construir. La mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín».

En un jardín se metió Borrell meses más tarde, cuando en una entrevista a la CNN declaró: «no podemos darnos el lujo de que Rusia gane la guerra, de lo contrario los intereses estadounidenses y europeos se verían dañados», y acto seguido añadió: «no es un tema de generosidad, no se trata de apoyarles porque amemos al pueblo ucraniano, es por nuestro propio interés, es en interés de USA».

Por la boca muere el pez. El jardín era de flores de plástico y no se trataba de otra cosa que del «orden internacional basado en reglas», u orden liberal, cuyo faro es Estados Unidos. Ese mismo orden que establece objetivos de estabilidad basados en los recortes en servicios sociales, y a advertir que los ciudadanos deberán sacrificar sus pensiones en favor del gasto en armas.

Es también ese orden que persigue, censura y detiene a candidatos electorales sólo por oponerse a ese gasto militar y a la guerra.

Nuestros floricultores estuvieron reunidos estos días en Kiev, la sustituta de Borrell, Kaja Kallas, la jefa europea Von der Leyen, o el presidente Pedro Sánchez, para manifestar su apoyo a Volodimir Zelensky y reforzar su intención de que no se celebren elecciones en Ucrania, pues «donde hay guerra no puede haber elecciones», aseguraron.

En una -aparente- incoherencia, los jardineros en la misma reunión anunciaron el paquete de sanciones número 16 a Rusia. Y aún más, nuevas entregas de miles de millones, más nuevas armas y entrenamiento de tropas, todo ello ofrecido por los Sánchez, Kallas o Starmer, a los que se unen otros jardineros foráneos como Trudeau.

Pobre Europa. Si ser la cuna de la Democracia, del Renacimiento o de la Ilustración pudieron justificar en otros tiempos que alguna vez te sintieras el ombligo de los logros humanos, ya todo eso está perdido. Tus gobernantes miraron para otro lado cuando el fascismo asoló España. Celebraron la caída del muro de Berlín y la desaparición de quienes sacrificaron millones de vidas para salvarnos del nazismo. Y hoy avivan la guerra en Ucrania y mantienen relaciones con los ejecutores del genocidio palestino.

Europa, te raptaron de nuevo. Te secuestraron nerones imperialistas capaces de quemar sus propias ciudades para echar la culpa a otros, dioses inmorales y violadores que se disfrazan para satisfacer su ansia de barbarie capitalista.

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