Revolución a la izquierda

El “liderismo” individualista no es útil ni funcional para la izquierda ni se corresponde con sus modelos de acción.

José Antonio García Rubio, miembro de la Coordinadora Federal de IU

En la llamada por algunos articulistas “izquierda a la izquierda del PSOE” se ha acentuado la crisis tras las elecciones autonómicas en Castilla y León. Voy a referirme en estas líneas principalmente a la izquierda de ámbito estatal con representación en las instituciones y concretamente a Unidas Podemos, aunque no exclusivamente porque los problemas existentes afectan a todas las fuerzas, colectivos y personas que se consideran de izquierda.

Los resultados de estas elecciones no son un caso aislado. Constituyen la última expresión de una tendencia de pérdida de votos para UP en prácticamente todas las convocatorias electorales y representa una fuerte desafección del electorado. Pero los problemas van más allá de lo meramente electoral: el espíritu de unidad se ha transformado en una práctica de divisiones orgánicas significativas e importante contestación interna, el compromiso militante en las organizaciones que integran UP es cada vez más limitado y, sobre todo, la trayectoria y práctica política desarrollada en estos años ha conducido a un escenario en el que la rectificación es difícil. Todo ello en un contexto más amplio en el que la capacidad de movilización se ha reducido extraordinariamente y el retroceso en el terreno ideológico de la lucha de ideas es evidente. Tras estas elecciones, la capacidad de reformulación real desde Izquierda Unida y el PCE es muy limitada. 

Hoy asistimos, no sin cierta sorpresa, a la expresión desde posiciones relevantes dentro de la estructura de ambas organizaciones de la idea de que el proyecto Unidas Podemos está agotado. Cierto, y nos alegramos de que la realidad política y social esté haciendo cambiar de opinión a tantos. Tal vez, la posición clara y argumentada que hemos mantenido un grupo significativo de afiliados, cuadros y organizaciones territoriales de IU -contraria a la convergencia política y organizativa con Podemos (posición expresada en los órganos desde antes de 2016)- haya tenido una modesta influencia. Aunque estamos más seguros de que es la realidad, lógicamente, la que ha terminado por imponerse dejando vacías de contenido la llamada “superación” de IU y la “convergencia” con Podemos, al mismo tiempo que se producía el debilitamiento del compromiso y el abandono de una parte importante de la militancia. Nuestro mérito tal vez ha sido advertir desde un análisis marxista de las consecuencias de esta dinámica. 

Hay otros que plantean “reflexión, sí; autocrítica, no”. Ni unos ni otros, sea para reflexionar con consecuencias o sin ellas, han situado sobre la mesa un hecho conocido que podría ayudar: en Zamora, que también está en Castilla y León y por tanto con semejantes condiciones económicas, sociales, culturales y mediáticas, Izquierda Unida si ha mejorado su votación en cada convocatoria electoral municipal (2015, 29,1%, 8 concejales, alcaldía con apoyo PSOE; 2019, 48,08%, 14 concejales, alcaldía con mayoría absoluta). Seguramente puede ayudar en el debate ver lo que han hecho, cómo lo han hecho y también lo que no han hecho. Y no es el único ejemplo, aunque pueda ser el más significativo. 

La reflexión es necesaria, pero sin hacerse trampas olvidando experiencias como la anterior o responsabilizando del fracaso al electorado y a la mala comunicación porque en las actuales circunstancias ese sería un trabajo torpe e inútil. 

Otros análisis se limitan a una valoración técnico/electoral, repetida elección tras elección, (idoneidad de los candidatos, tratamiento de los medios, relación con los socios, explicación del programa, instrumentos para la campaña, etc. Eso, sí, se agradece ritualmente el trabajo desarrollado por la militancia). Falta explicar por qué, elección tras elección, se repiten los mismos errores pese al gran trabajo realizado. Se trata éste de un análisis de radio corto. Se suele presentar además con disfraz autocrítico. Es necesaria la autocrítica, pero también sin trampas. Buscar en las condiciones actuales un ajuste de cuentas puede hasta ser ridículo. La gran utilidad de la autocrítica que muchos defendemos es, sobre todo, hacer posible la rectificación de los errores.

Reflexionar con las luces largas

Muchos hemos venido manteniendo desde la primera convocatoria en la que se presentó UP que el principal error (no el único) era mezclar el desarrollo y consolidación de una coalición electoral con un proceso de convergencia político y organizativo. Más aún si la coalición tenía una geometría desequilibrada y la convergencia no era entendida por una de las partes (Podemos, de quién no se conoce un pronunciamiento concreto favorable). La dirección del PCE intentó forzar un proceso de convergencia (en el que fue vanguardia la dirección de IU en Andalucía) entre fuerzas con grandes diferencias territoriales, pero sobre todo ideológicas y organizativas. Paralelamente, la suposición de que juntos se podrían obtener mejores resultados que separados, en unos casos, y la imposición en otros (autonómicas de Madrid) allanó las resistencias a la coalición. Ahora, los resultados en Castilla y León muestran que esa suposición puede no ser cierta. Tras seis años, los resultados de la consigna converger por abajo son bastante magros. Por ambas razones, la realidad obliga a pasar página. 

Fuente: PSLF

En las condiciones actuales, la unidad de la izquierda sigue siendo necesaria y querida. Pero parece existir una amplia coincidencia en que asistimos al fin del ciclo para UP. Algunos de los actuales “abajo firmantes” de su acta de defunción simplemente se apresuran a protagonizar una nueva fuga adelante en el proceso de unidad. Fuga adelante que difícilmente superará un par de convocatorias electorales y, en el mejor de los casos, se limitará al papel de muleta del PSOE.

Y será fuga adelante si no se corrigen los graves errores cometidos en UP. 

Hay que reconocer que hoy no existen condiciones en España para ir más allá en la unidad de la izquierda de lo que representa una coalición electoral, y que esta debe construirse en relación con todas las fuerzas y colectivos intervinientes con respeto, reciprocidad y correspondencia con la presencia real en cada territorio. 

El “liderismo” individualista no es útil ni funcional para la izquierda ni se corresponde con sus modelos de acción. Simplemente, es propio de la derecha y UP tuvo demasiado de ello. Con esta afirmación pretendo también incluir en este análisis el llamado en los medios de comunicación “proyecto” de Yolanda Díaz. Por supuesto, cualquier persona tiene derecho a exponer y proponer un proyecto político, pero en el campo de la izquierda el liderazgo, las candidaturas en todos los niveles, los programas, los contenidos del trabajo y sus métodos, el seguimiento y control de sus resultados han de ser colectivos. Los liderazgos son un resultado de la práctica política y no una condición. Es bueno escuchar, y todos estamos abiertos a ser escuchados, pero es insuficiente. Luego hay que concordar.

El proceso de conformación, desarrollo, gestión y gobierno de cualquier coalición futura ha de ser profundamente democrático y realmente participativo, tanto en sus métodos de trabajo como en sus candidatos y portavocías públicas.

Cada participante, y el objetivo ha de ser que haya más fuerzas, grupos, colectivos y personas integrados, ha de ver respetadas su integridad y sus aportaciones tanto en el proceso como en los resultados. La capacidad de trabajo político que aportan los partidos y colectivos organizados es un valor fundamental en la izquierda y no es algo mecánico y meramente disciplinario, sino motivado. Esto es una garantía del éxito de cualquier coalición. 

Finalmente, en este campo, todos los integrantes han de sentirse cómodos y reconocidos. La relación entre la identidad y fuerza de la coalición y la identidad y fuerza de sus integrantes ha de ser una relación dialéctica de fortalecimiento mutuo.

Rectificación no basta, revolución.

Pero todo lo anteriormente expuesto es insuficiente si no elevamos la mirada para ir construyendo un proyecto de izquierda realmente transformador. Una cuestión que no sólo implica a IU y al PCE, también al conjunto de la izquierda situado a la izquierda de la socialdemocracia tanto en España como, al menos, el resto de Europa.

La primera cuestión pendiente es trabajar en un análisis de clase, nunca realmente hecho en nuestro país, que tenga como consecuencia un análisis de las fuerzas políticas, sociales y culturales y de su relación mutua. Una valoración del nuevo mundo multipolar (con el enfrentamiento entre EE.UU. y China, el surgimiento de nuevas potencias capitalistas como la Federación Rusa o Turquía, por ejemplo, etc.) y el papel de la UE. Podemos pensar si VOX es sobre todo una fuerza reaccionaria (recuperando una palabra muy usada en la República), es decir opuesta a todo cambio social progresista (lo que explica mejor su vinculación con una parte del PP) más que portadora de un nuevo proyecto de sociedad como era el fascismo (Tercer Reich o Italia como dominante del Mediterráneo).   La consideración del PSOE como el partido del capital más “moderno” y la valoración del nacionalismo, ya claramente separatista.

Sólo con este trabajo será posible una apreciación correcta de la actual correlación de fuerzas. Su ignorancia ha sido clave en los fracasos de la izquierda. Ahora es más necesario aún considerar su papel determinante. Sólo así se puede explicar la política del gobierno, la creación de falsas expectativas y las limitaciones del papel de la izquierda en él, y sólo así se puede orientar con éxito las propuestas de avance social y, lo más importante, de modificación de la correlación de fuerzas.

Esto implica seguramente reconocer que las condiciones del mundo han cambiado. Es cierto que el capitalismo no sale de su crisis y que esta se ha agudizado con la pandemia y se ha hecho más visible, pero también es cierto que no hemos sido capaces de ponerlo de relieve y de comunicarlo. Ni siquiera los fondos europeos van a servir en España para un cambio significativo de modelo productivo. Se vislumbra más de lo mismo porque el brazo político del capital más “moderno” (el PSOE) no se atreve y los poderes económicos que se pueden incluir en ese segmento no quieren romper su alianza tácita con el capital más retrogrado. Tampoco UP sabe muy bien en que consiste el cambio de modelo productivo pese a que en IU se hicieron en su día tres encuentros anuales con sindicatos y fuerzas sociales con conclusiones sobre el tema.

Las nuevas condiciones mundiales obligan a repensar lo que en su día se llamó “Programa de Transición”. Entre esas nuevas condiciones están la lucha contra el cambio climático y el desarrollo de la digitalización en los procesos de producción de bienes y servicios y en su distribución. En ambos campos, la tasa de ganancia del capitalismo no ha madurado aún y estamos en grave riesgo de que su evolución vaya contra la clase trabajadora si no somos capaces generar alternativas e intervenir. 

Todo ello y algunas cuestiones más que no pueden desarrollarse en un artículo de extensión limitada, y que requieren un trabajo colectivo, plantean la necesidad de construir un programa alternativo cuyo objetivo sea una democracia social e inclusiva, en el que pueda coincidir la izquierda, aunque no toda ella pretenda la superación del sistema capitalista. 

Un programa para recorrer el camino del trabajo digno, la igualdad, los derechos democráticos y sociales reconocidos, los servicios sociales de calidad y universales.

Un programa integral, concreto y articulado, que permita ser desplegado en cada condición y nivel: en la participación en el gobierno institucional (sea local, autonómico o estatal), en la movilización, en la lucha ideológica. En cada circunstancia con propuestas valoradas y creíbles que, junto a mejorar las condiciones de vida de trabajadores y trabajadoras y las de la mayoría de la población contribuyan a mejorar su organización colectiva y su nivel de conciencia, y a cambiar la correlación de fuerzas. Esta será la gran diferencia con el reformismo.

Propuestas que organicen la esperanza con dos ejes: el primero, recuperar el trabajo digno como centro de la vida económica y social y la igualdad (especialmente entre hombres y mujeres) como base los derechos civiles; el segundo, ofrecer perspectiva para los proyectos de vida personal y seguridad con dignidad para la vida humana. En definitiva, contribuir a la lucha por una revolución a la izquierda.

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One thought on “Revolución a la izquierda

  • 23 de febrero de 2022 en 08:41
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    El gran error de IU fue el formar una coalición electoral con Podemos. Soy militante de IU y nunca lo enqtendí . Pienso que los personalismos jugaron un gran papel y no los intereses generales de IU de cara a un futuro. Creo que ha llegado el momento de rectificar y volver al proyecto original,ilusionante y moderno que siempre representó IU. Hay suficiente capital politico para hacerlo :Yolanda Diaz, Garzón y muchos y muchas compás más………

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