Un trio al servicio de sus señoritos

En estos momentos los voceros más atronadores, los que han conformado siempre un trio al servicio del imperialismo y el neoliberalismo -Aznar, Felipe González y Borrell- forman un grupo coincidente en sus artimañas con el que, en su momento, trabajó la Transición.

Tengo una percepción del presente político en España del que solo puedo imaginar el futuro rememorando su pasado y tratando de entender cómo se gestó, lo que fue y lo que hemos heredado. Y es que siento unas amenazas que jalonan el presente cotidiano con síntomas de un politraumatismo que me abarca toda la diversidad territorial y su vida política, social y económica. Y forma parte de nuestra historia.

Entiendo que nuestra sociedad padece serios problemas: pobreza,  hambre, inseguridad, violencia, paro, discriminación, homofobia, jóvenes sin futuro, feminicidios, corrupción…

Pero, seguramente, más preocupante aún que los problemas en sí, que no son pocos ni fáciles de encarar y resolver, es alcanzar y manejar el imprescindible conocimiento analítico sobre quiénes son los protagonistas de cada situación problemática, los intereses vinculados a cada problema, los contenidos de los enfrentamientos entre las partes confrontadas, las relaciones de poder y la correlación de fuerzas.

No nos olvidamos de la lucha de clases ni de las clases de lucha y, precisamente, en el conocimiento crítico de la variedad y alcance de los recursos empleados por los que detentan poderes hegemónicos para sostener y desarrollar su dominación, está la clave para defendernos y alcanzar nuestros objetivos sociopolíticos liberadores, como el pleno empleo, los salarios dignos, viviendas suficientes y asequibles, sanidad pública y universal, educación laica y pública, derechos y libertades democráticas amplias y garantizadas, proceso constituyente republicano, el pleno y real reconocimiento constitucional de las nacionalidades históricas, la lucha por la paz, la recuperación de la soberanía política, económica y territorial. Son palabras mágicas de doble uso, quiero decir, que también las utiliza el enemigo para enmascarar sus intereses a costa de los nuestros y obtener finalmente, como élite depredadora y para su disfrute particular, lo que nos promete para nuestro futuro colectivo.

Estamos viviendo, por ejemplo, una guerra mediática a propósito del encaje entre Cataluña y España en la que las declaraciones políticas y la difusión masiva de las ideas- fuerza necesitan del empleo sistemático de grandes recursos de comunicación y la intervención escénica de personajes comunicadores que se encargan de transmitir la idea dominante, la alternativa triunfadora y la descalificación total de cualquier otra opción ajena a los intereses dominantes.

En estos momentos los voceros más atronadores, los que han conformado siempre un trio al servicio del imperialismo y el neoliberalismo –Aznar, Felipe González y Borrell– forman un grupo coincidente en sus artimañas con el que, en su momento, trabajó la Transición. A estas alturas ya hay suficientes textos publicados que explican con detalles la vinculación de Felipe González con la estrategia seguida por el Departamento de Estado de EE.UU. y la CIA para domesticar la continuidad del franquismo bajo formulas seudo democráticas. Ahora, el mismo personaje sale de nuevo al escenario con el discurso habitual sobre la España que se rompe si no le hacemos caso. Parece que, de paso, se trataría de romper al PSOE como en su día se rompió el PCE.

En rememoración de su papel de figurante en el Trío de las Azores y sin que haya tenido que poner las patas sobre la mesa del rancho ni el acento yanqui sobre el discurso, el Sr. Aznar le ha robado una buena porción de protagonismo al galaico Feijoo, que parece seguir la costumbre de no aclarar si sube o baja la escalera, aunque peor resulta si quien lo explica es la señora Gamarra.

Y por último tenemos al señor Borrell que se las da de jardinero, aunque más parece que se haya autoimpuesto la misión de arrasar cualquier planta calificada como propia de una jungla que no es permisible en el vivero imperialista. De cómo discursea, disfrazado de alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, dan fe los periódicos que llegan a advertir que Borrell se pierde en una jungla de metáforas que nos llevan, desde las estrategias recibidas del imperialismo y aplicables a la política exterior europea, a una clara vocación belicista cuando te dicen que «no es el momento de mantener conversaciones diplomáticas sobre la paz. Es el momento de apoyar militarmente la guerra… Preferiría gastar este dinero (presupuestos de guerra) en aumentar el bienestar de la gente, hospitales, escuelas, ciudades, como el alcalde pide. Pero no tenemos elección».

Personajes como los citados  intentan llevarnos, entre declaraciones altisonantes y convocatorias  a manifestaciones y concentraciones que nos recuerdan a la multitud franquista congregada en la Plaza de Oriente, a una situación política en la que, so pretexto de exaltar una unidad que vuelve a mostrar su rancio sabor, nos empujan hacia un proceso de división de la mayoría social cuya unidad (esa sí) es fundamental para mejorar las condiciones de vida y la garantía de disfrutar de plenos derechos y libertades democráticas con un fuerte protagonismo popular.

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