Vacunación y lucha de clases

En época de pandemia no podemos renunciar a la lucha contra el enemigo de clase, menos aún cuando el mismo sistema capitalista neoliberal y sus sucesivos gobiernos son responsables directos de la situación que padecemos, a la vez que se sirven de ella para reforzar sus agresiones contra las clases y capas populares.

No obstante, controlar y superar la pandemia es fundamental para desarrollar a plenitud la lucha de clases, a la vez que esta es esencial para acabar con las causas estructurales que están en el origen de la pandemia y sus graves consecuencias sociales. Por eso en el encabezado de este artículo van las que, hoy por hoy, son las claves del momento histórico actual.

A un lado, la vacunación, junto a otras medidas preventivas de intervención sobre los determinantes sociales de la salud tanto comunitaria como individual. Sin necesidad de ser obligatoria, la vacunación debe buscar unos resultados de salud colectiva con una pedagogía de convencimiento persuasivo sobre planteamientos de desentendimiento individual de dicha búsqueda. Todo ello a su vez es básico para que por otro lado, sea posible proseguir la lucha de clases en una acción simultánea que permita superar la pandemia y derrotar al capitalismo.

Sin duda, para las y los comunistas la relación compleja entre lo individual y lo colectivo puede entrañar una contradicción que es inevitable abordar en el marco  de la lucha revolucionaria. En la actualidad se suscita dicha contradicción ante la necesidad de actuaciones decididas y restrictivas para controlar la pandemia, ya que no basta con más mascarillas y por supuesto con continuar la vacunación.

Antes que nada, no podemos olvidar la dimensión planetaria de este reto, ya que mientras existan muchos países del mundo con bajas y bajísimas tasas de vacunación, no podremos evitar nuevos brotes y seguiremos expuestos a la aparición de variantes más agresivas que compliquen la situación. También conviene recordar que la 5ª ola se finalizó con un saldo de más de 5.000 muertos en el Estado español y además que la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de señalar que el resurgimiento de la pandemia de coronavirus en Europa puede provocar 700.000 muertes adicionales de aquí a marzo si la tendencia actual continúa, lo que elevaría la sobremortalidad vinculada a la pandemia en la región hasta unos 2,2 millones de defunciones.

El liberalismo lleva hasta la agonía la citada contradicción: las libertades individuales declaradas son formales y terminan siendo efectivas solo para quienes poseen el poder económico o cuando no afectan directamente los intereses de estos grupos de poder. La historia de los movimientos sociales a escala global ha demostrado que las libertades individuales, para los históricamente desposeídos, deberán ser, ante todo, una conquista colectiva de determinadas condiciones de posibilidad, cuya continuidad, además, debe ser defendida en el tiempo, también colectivamente. Allí donde los colectivos han sido atomizados, captados, corrompidos, fueron barridos brutalmente los derechos y libertades individuales, sin que los afectados contasen con recursos para poder defenderlos. Es lo que hemos visto acontecer con la precarización del mundo del trabajo en las últimas décadas a escala global: hoy es cada vez más difícil conseguir un empleo con un mínimo de derechos laborales garantizados, cuando estos habían sido conquistas históricas de la clase obrera.

Para las y los comunistas, la necesidad imperiosa de valorizar lo colectivo nos lleva a reconsiderar lo individual, que no puede ser anulado: lo colectivo debe ser un vehículo para que los intereses individuales tengan mejores posibilidades de ser.

Nada más lejos de esta consideración de prioridades que la utilización de las llamadas libertades individuales como material inflamable, potenciado por torpes actuaciones políticas como la vacunación obligatoria de diversos gobiernos. Mano de santo para revitalizar a las distintas extremas derechas y en particular en el Estado español está siendo la base, además de para la consagración de la abanderada Ayuso, para el boicot judicial a cualquier medida restrictiva que se proponga de cara a frenar la expansión de la pandemia.

Por lo demás, la Historia de la Medicina ha descrito a la vacunación como uno de los diez máximos logros de la salud pública durante el siglo XX. Sin embargo, existió oposición a la vacunación desde que se descubrió la vacunación misma. Siempre ha sido motivo de controversia. Aunque los tiempos han cambiado, las emociones y las creencias profundamente arraigadas, ya sean filosóficas, políticas o de otra índole, que subyacen a la oposición a las vacunas, se han mantenido relativamente constantes desde que Edward Jenner introdujo la vacunación.

Los críticos de la vacunación han adoptado diversas posturas, como: la oposición a la vacuna contra la viruela en Inglaterra y Estados Unidos a mediados y finales del siglo XIX, y las ligas antivacunación resultantes; las controversias más recientes sobre la vacunación, como las que surgieron por la seguridad y eficacia de la vacunación contra la difteria, el tétanos y la tos ferina, contra el sarampión, rubeola y parotiditis y, ahora por último, frente a las vacunas contra la Covid-19, controvertidas también por la precipitación y manipulación mercantilista de las farmacéuticas pero útiles, al fin y al cabo, para reducir la mortalidad y las presentaciones más graves.

No obstante, ha existido un exceso de confianza en las vacunas, hay muchos indicadores de que la población ha asumido que la vacunación era una garantía de absoluta protección que no se corresponde con la realidad de queun 60% de las personas ingresadas en UCI ahora no están vacunadas y el otro 40% sí lo están. La probabilidad de que una persona no vacunada este ingresada en una UCI es 5,73 veces mayor que la que tiene alguien que se vacunó. La falsa confianza entre la población ha favorecido el incumplimiento de las más elementales normas de protección imprescindibles para detener la propagación de la enfermedad y proteger a las personas más vulnerables.

Para terminar, cabe señalar que en el mismo marco de lucha de clases, la potenciación de la Sanidad Pública en todas sus vertientes preventivas y asistenciales es determinante para cumplimentar todos aquellos aspectos que la vacunación por sí sola no cubre, siendo esencial respecto a las enfermedades crónicas y otras patologías y mortalidad perfectamente prevenibles y evitables. Para ello nada mejor que corregir el famoso Plan de Resiliencia y Recuperación en el que la Sanidad Pública, a la que tanto se prometió reforzar, tiene un tratamiento menor (el tercer país de los 21 que lo han hecho público que menos destina al sistema sanitario), un 1,53%, lejísimos del 22,68% de Italia, el 17,8% de Alemania o el 14,9% de Francia e incluso del 8,3% de Portugal. Ya se ve que las promesas del Gobierno se han quedado en muy poco.

También es fundamental rechazar el Anteproyecto de Ley del Gobierno de coalición de Equidad, Universalidad y Cohesión sanitarias que no sólo mantiene en él los mecanismos privatizadores anteriores (Ley 15/97) sino que además ahora los incorpora, mediante reforma parcial de la ley base (de 1986), a la Ley General de Sanidad en su artículo 47, con lo que eleva su rango legal. Además añade a dicha ley base un artículo 90.bis sobre Régimen jurídico de los consorcios sanitarios, consagrando en él la llamada colaboración pública-privada.

Es evidente que por mucho que intenten utilizar la pandemia para bloquear la lucha de clases, incluso apelando a las llamadas libertades individuales, las contradicciones del capitalismo, y de los gobiernos que lo administran, constituirán un acicate para continuar esa lucha hacia la alternativa colectiva y global que es el socialismo.

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