El dogmatismo reformista que somete al PCE
En respuesta al artículo publicado con fecha 14 de junio de 2022 en “Público” bajo el título “Leninistas contra leninistas”.
Todo partido comunista está atravesado por contradicciones. Esa situación tiene dos causas fundamentales, las cuales están ligadas a la sociedad burguesa en la cual el partido se organiza, sin que sea posible que este funcione como una organización estanca. La primera causa es la presión de la ideología burguesa (asfixiante en un país imperialista en el que toda la prensa ofrece la versión mediática de los monopolios), que impulsa la confusión y la flaqueza ideológica de los trabajadores incluso al interior del partido. La segunda causa es la heterogeneidad de la clase obrera y la caída en ella de sectores provenientes de otras clases; situación compleja dentro de la cual tiene especial relevancia la existencia de una aristocracia obrera, pactista y despreocupada por el imperialismo. Esta fracción de clase funciona como cauce privilegiado para la entrada de la presión ideológica burguesa, haciendo más fácil que permee en toda organización obrera. Para avanzar sobre estas dificultades, los partidos comunistas estudian el marxismo-leninismo y las experiencias de desviación ideológica, y desarrollan el centralismo democrático y la vigilancia revolucionaria. Sin embargo, la historia de los partidos comunistas no es siempre exitosa.
El Partido Comunista de España lleva acumulando derrotas ideológicas y organizativas debido a estas dos razones fundamentales desde la Política de Reconciliación Nacional de 1956. Como es sabido, el viraje hacia el oportunismo estuvo entonces facilitado por el XX Congreso del PCUS y por el dramático vacío que había supuesto la pérdida de cuadros revolucionarios en 1936-1939 y bajo la represión posterior. Durante los años sesenta y setenta, la desviación ideológica y práctica siguió madurando hacia la definición de la línea eurocomunista. Esta degeneración tuvo su expresión formal más clara en 1978, cuando el PCE dejó de caracterizarse en sus estatutos como leninista. A nadie se le escapará que, si el 80% de los delegados votaron a favor de suprimir el leninismo, es porque hacía ya tiempo que el grueso de la organización se había ido desviando de él. En adelante la situación no hizo sino empeorar. Si bien el PCE reivindica haber superado el carrillismo y el eurocomunismo, en realidad sus actuales tesis políticas conservan algunos de sus principios y están aún más lejos del marxismo-leninismo.
El PCE se encuentra hoy lastrado por profundos problemas incubados entonces. En 2021 el partido cumplió 100 años, pero sus complacientes dirigentes se olvidaron de recordar que buena parte de esta larga historia había sido de capitulación y de pérdida de militancia y capacidad; y lo que es más importante: se olvidaron de ponerle remedio. En lugar de ello, el PCE grabó un condescendiente documental, vuelto hacia el pasado e incapaz de dibujar el horizonte de futuro del partido: Parias de la tierra. ¿Cómo podría el documental llegar hasta el presente con energía y claridad hacia el futuro, habiendo sido incubado por la misma concepción del partido que actualmente lo dirige; una concepción que lo sigue conduciendo ciegamente hacia la pérdida de solidez ideológica y de militancia? Desde esta posición no cabe más que dar la espalda al futuro comunista, dejarse llevar por la corriente oportunista y, si de reivindicarse comunista se trata, deleitarse con las gestas del pasado. No hay imagen más patética de la pérdida del norte. Un partido serio, firme, habría provechado el centenario, no para dormirse una vez más en los laureles y subir la música del Titanic en pleno hundimiento, sino para realizar un correcto diagnóstico de su historia y tensionar las fuerzas hacia el futuro, sobre la base de identificar sin ningún miedo los errores y dirigirse a resolverlos.
Después de que el oportunismo hubiera ido venciendo sistemáticamente durante décadas en el PCE, y con el partido sumido en la irrelevancia social, la crisis económica del 2008 y las protestas derivadas pusieron al desnudo su impotencia. Esta bancarrota política, visible ante los ojos de todos, impulsó reflexiones entre la militancia; también propició que una parte del ala oportunista pequeñoburgués migrara a Podemos, propiciando así que el PCE perdiera algo de lastre ideológico. Fruto de todo ello, en 2018 el PCE recuperó el leninismo en su XX Congreso. Los grados de conciencia de quienes impulsaron y aceptaron esta recuperación fueron desiguales. Y también hubo sectores en contra. Tras ello, la actual dirección no ha hecho nada para que este cambio estatutario permee en la formación y en la actividad del partido. Mientras tanto, el grueso de la militancia, formada en el seno de un partido oportunista, no podía por sí misma avanzar sobre este acuerdo; al tiempo que una parte de ella era reticente a progresar.
Por todo esto, el giro de 2018, que formalmente abría puertas regeneradoras, ha venido seguido de una deriva aún más reformista y de más pérdida de militancia. Varios territorios empiezan ya a carecer de organización comunista cotidiana de base, y sostienen a duras penas el trabajo institucional con sus cuadros.
La enorme debilidad que no para de crecer y el desvío ideológico cada vez más acuciado, bajo esta dirección se han dado la mano dentro del gobierno. En este punto las contradicciones al interior del partido se han disparado. Por un lado está la militancia que asume las posturas de la actual dirección, instintivamente reformista, acostumbrada a justificar toda capitulación como única opción posible, desentendida de todas las tareas cotidianas que un partido comunista necesita para desarrollarse (y que a menudo ni siquiera entiende ni conoce, pues nunca se le ha orientado en ello). A su cabeza, el grueso de la dirección actual. Por el otro lado se han agrupado las fuerzas leninistas y sectores críticos (algunos que pueden tener como referencia incluso el eurocomunismo del PCI), preocupados ante la pérdida total de proyecto. ¿Acaso el PCE impulsa de algún modo la organización y la conciencia de la clase obrera? Al contrario, llama a la clase obrera a celebrar una reforma laboral en la que se han recuperado unos pocos puntos de todo lo perdido; se le invita a abandonar las protestas de Cádiz y a confiar en el gobierno; se le dice que el gobierno de Ucrania (que ha estado persiguiendo a comunistas, sindicalistas, rusoparlantes…) tiene derecho a defenderse. Es decir, la actual dirección del PCE ha estado dificultando la toma de conciencia y organización de la clase obrera a todos los niveles.
La contradicción incubada por todo esto ha hecho posible que, por primera vez desde hace décadas, emerja una candidatura a dirección capaz de frenar algunas de las más importantes degeneraciones oportunistas. Seamos realistas: si la necesaria candidatura de Alberto Cubero vence, serán necesarios varios años de trabajo para revertir las dinámicas en las que se han educado ya cuadros muy veteranos. Cinco décadas de deterioro no se resuelven con cuatro documentos, unas cuantas escuelas y una serie de indicaciones a los núcleos. Pero lo que preocupa a los comunistas no es el trabajo inmenso que hay por delante. Eso va de suyo, pues recuperar la correcta dirección del partido no es más que la escuela preescolar de la verdadera tarea: la construcción del socialismo. Lo que actualmente preocupa sobremanera a los comunistas es apuntar de una vez por todas en la dirección correcta.
Ante estas contradicciones en el partido, tres militantes han publicado un texto lleno de falacias. Leninistas contra leninistas; así lo han titulado[i]. Cualquier lector mínimamente perspicaz sabrá que este título, que parece referirse a un enfrentamiento fratricida, es en realidad una triquiñuela. Desmontémosla.
¿Hay un enfrentamiento entre leninistas en el PCE? Desde luego que no. Ni tan siquiera todo el sector crítico es unívocamente leninista. Sería imposible que se formase una mayoría leninista en un partido que se ha desentendido de esta línea durante décadas. Eso es algo que tendrá que hacerse; algo que podrá afrontarse si una nueva dirección se pone a ello. Lo que ha emergido es una lucha contra la línea más descaradamente oportunista, desligada del marxismo, impregnada de posmodernismo, incapaz de elevar el partido, socialdemócrata y entreguista. Quienes han escrito el artículo están en esta línea. No por nada una co-autora es también co-directora de Parias de la tierra; ese documental que retrata, mejor que cualquier otra cosa, la impotencia de la, por ahora, línea dominante del partido: su incapacidad para identificar errores y superarlos.
“Laten hoy en el PCE dos ideas de leninismo completamente distintas con un gran poder de repulsión entre sí”, nos dicen. ¡Vaya infantilidad posmoderna! ¿Puede haber dos ideas de leninismo? No, no puede. La realidad es una y la línea revolucionaria ante ella es una. O se está o no se está en la línea leninista. Entonces, ¿a qué viene este deje relativista? En realidad tiene un doble filo. Por un lado, busca convertir las posiciones de los sectores críticos en un muñeco de paja. Los presenta como fanáticos mistificantes de Lenin que, además, solo conciben “la acción directa” y no la acción en las instituciones. Pero de entre quienes saben algo de Lenin, no hay quien no sepa que uno de sus más importantes textos es La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo. En él, todo leninista aprende que debe trabajar con criterio revolucionario también en los sindicatos reformistas e incluso reaccionarios, y en las instituciones burguesas (donde por cierto hace parte de su trabajo quien encabeza la oposición: Cubero). De modo que el artículo nos falsea cuestiones elementales. El segundo filo consiste en restaurar el carrillismo de tapadilla, renunciando a la teoría marxista del estado como dictadura de clase y a las aportaciones universales de Lenin a la teoría de la revolución. Estos dos elementos de principio, junto con el muñeco de paja que han creado, pretenden que solo tenga validez en “los agitados tiempos de la Primera Guerra Mundial”. ¡Qué sucia maniobra teórica! Carrillo estaría orgulloso. ¡El carrillismo ha muerto; viva el carrillismo!
La estrategia del muñeco de paja, solapada con la renuncia a cuestiones de principio, está en todo el artículo. Esas son sus dos mimbres. “La reforma laboral, si bien es para estos sectores un avance, encierra el mayor de los peligros: restaura la cultura del diálogo social, de la paz social. La lógica es que una reforma es beneficiosa para la clase trabajadora, solo si sirve para aumentar su conciencia, independientemente de sus efectos sobre la realidad material.” He aquí un espantajo más para asustar a incautos. Convendrá recordar que hay otro famoso texto de referencia para los leninistas. Se titula Reforma o revolución, de Rosa Luxemburgo. ¿Qué encontramos en él? Pues que los primeros en contraponer la reforma a la revolución fueron los reformistas, que negaron la segunda en favor de la primera. ¿Los leninistas cómo conciben las reformas? Los leninistas luchan también por los avances parciales de la clase obrera; por los avances en el seno del capitalismo. Pero, al mismo tiempo, buscan que con ello aumente la conciencia obrera sobre su fuerza y sobre los límites que el modo de producción capitalista pone a la satisfacción de sus intereses. Sin embargo, los dirigentes en el gobierno han capitulado de estos principios. El problema de Yolanda Díaz no es que haya alcanzado un determinado acuerdo o que haya pactado algo, pues la clase obrera en lucha sabe bien que no siempre puede todo, y que llegado un escenario lo mejor que puede hacer es pactar. El problema es que Yolanda Díaz, con sus declaraciones y su preparación de la reforma laboral, contribuye a oscurecer la conciencia obrera y a entregar a los trabajadores a un reformismo que no eleva la vista por encima del reparto de migajas, y que en el ámbito internacional asume la línea imperialista. Parece mentira que haya que decirlo: el problema no es obtener migajas (hemos de trabajar por todas las conquistas parciales posibles); el problema es que la actual dirección es parte de las trabas que impiden el desarrollo de la conciencia y organización obrera, y deja campo ancho a la ultraderecha. Por inacción, están dejando crecer aquello que definen como su peor enemigo. Porque, en contra de lo que dice el artículo, lo que se debate actualmente en el PCE no es un problema “simbólico” contrapuesto al problema “material”. Se debate la función del partido ante la organización de la clase obrera y ante el conjunto de la sociedad burguesa y sus superestructuras. Se debate un problema político que está íntimamente ligado, no solo a la toma del poder, sino también a las conquistas parciales que pueden alcanzarse. Y todo este debate, necesario, es lo que el artículo busca neutralizar. El objetivo es mantenernos anclados al dogma reformista bajo el cual el partido es cada vez más débil, y en el que quieren persistir sin rectificar.
Según el artículo, el abandono del leninismo por parte del PCE en 1978 fue un error. Sin embargo, al mismo tiempo afirma que “a mediados de los 70 [el PCE] era a la vez una aplastante avalancha de poder popular y una máquina perfectamente engrasada de elaborar y ejecutar estrategias políticas”. Curiosa complacencia; el mejor de los partidos posibles. Debió ser alguna incomprensible casualidad la que hizo que en 1978 el 80% de los delegados votase por abandonar el leninismo. Debió ser un mero traspiés, nada relacionado con las expulsiones de leninistas efectuadas especialmente durante los diez años previos… La incapacidad de ver los problemas que tenemos ante los ojos y sus raíces, no puede tener una expresión más palmaria. Al tiempo que el artículo se suma a la archiconocida crítica pedantesca contra los manuales, demuestra no conocer el ABC del marxismo. Y cierran hablando de humildad. ¡Qué repugnante y cobarde soberbia vacía!
El artículo acierta en un asunto. A la hora de desarrollar la sectorialización, la UJCE encuentra más facilidad para cumplir esta tarea, pues buena parte de su militancia es estudiante. A pesar de este factor objetivo, en la frase siguiente convendría reconocer que la UJCE ejecuta con mucha más firmeza sus acuerdos, y que ha desarrollado estrategias progresivas de sectorialización también entre su militancia obrera. ¿Acaso en el conjunto del Estado la UJCE tiene militancia concentrada en institutos, FP y campus universitarios? En ocasiones sí, pero también organiza a militancia estudiantil que está dispersa en diversos centros de estudio, y a militancia obrera que se encuentra bajo todo tipo de condiciones de precariedad, en puestos de trabajo que duran meses. ¿No será que la actual dirección y buena parte de la militancia del PCE en el fondo se niegan a progresar en la sectorialización, porque ni saben cómo desarrollarla ni dedican un minuto de sus preocupaciones a la organización de base?
Al mismo tiempo, el artículo distorsiona las reflexiones de la UJCE sobre su sectorialización. La sectorialización tiene como objetivo organizar la intervención comunista en los espacios donde la clase obrera se desenvuelve y es susceptible de organizarse e iniciar un conflicto. En el ámbito juvenil esto ocurre en los centros de estudio, además de en los centros de trabajo, sindicatos, asociaciones vecinales, etc. La militancia, por tanto, en función de su centro de estudios, de trabajo o de intervención vecinal, se organiza en núcleos dedicados a un sector lo más concreto posible. Un primer nivel podría ser un núcleo estudiantil de una ciudad que recoge a los estudiantes de instituto, FP y universidad; si aumenta la militancia, un segundo nivel de sectorialización sería dividir el núcleo y hacer uno de enseñanzas medias y otro de universidad; si continúa aumentando la militancia, la UJCE genera núcleos específicos de determinado FP, determinado instituto, determinada facultad, etc. Es decir, la UJCE no se duerme en los laureles a la espera de que caigan del cielo las células de empresa. Si la UJCE decidió disolver las estructuras de dirección sectoriales no fue para revertir la sectorialización, sino porque se generaban duplicidades y un exceso de militancia en direcciones. De modo que se adelgazaron las direcciones para fortalecer el trabajo de base esperando ganar en influencia y en atracción de militancia. Un evidente acierto que, como otros, lo han alcanzado a través de errores, pues es una juventud que está escalando el leninismo por su propia cuenta, sin ayuda de su partido (aún les falta; en buena medida lo saben, pero avanzan).
El artículo llama a que la militancia se relaje en la vigilancia de la línea del partido y de las posibles desviaciones. Llama a dejar prosperar e imponerse, de manera indefinida, la línea oportunista. El artículo reproduce lo mismo que el documental Parias de la tierra y que la actual dirección: el mantenimiento de una militancia pasiva y sumisa; la misma que cultivó el carrillismo. Es decir, se llama a que la militancia no sea militancia comunista. Y a renglón seguido se dice: “queda claro que los debates dentro del PCE están muy alejados de la realidad política y social a la que debería prestar atención si quiere tener un papel relevante”. ¡Ahí tenéis la directriz! Básicamente es esta: Dejad hacer al oportunismo y preocuparos de lo importante, de los problemas sociales; dejaros de “identitarismo ideológico”. Delirante. Quieren hacernos creer que definir la línea del partido es “identitarismo”; que acordar las prioridades, la forma de encarar los problemas sociales y el modo de desarrollar el partido es “identitarismo”. Y quieren que dejemos de debatir sobre esto y nos centremos en las problemáticas externas al partido, como si definir la línea y las prioridades del partido no fuese organizar el trabajo externo. Así de vil es su argumentación. De ahí el símil religioso con el que abren el texto; para presentar el debate como irracional, anularlo de partida y propiciar que siga venciendo la inercia.
El artículo cierra con la necesidad de ejercer un principio esencial, al que por otra parte en nada contribuye: el análisis concreto de la realidad concreta. Pero, ¿cuál es la realidad concreta? La realidad es que por primera vez desde hace cinco décadas una parte muy importante de la militancia del partido, y la enorme mayoría de los territorios, se ha levantado para frenar al oportunismo; y tiene posibilidades de vencer. Han sido ya demasiadas décadas de derrotas y capitulación. Cada vez es más flagrante el incumplimiento de la orientación comunista y la descomposición que sufre el PCE al abandonar sus tareas. Las elecciones andaluzas del 19 de junio lo han recordado una vez más. Por primera vez en su historia reciente, el PCE puede salir de la espiral degenerativa. Estamos ante un acontecimiento. Si lo logra, deberá afianzar el avance sobre una severísima crítica de su propia historia. Solo eso le permitirá clarificar aprendizajes y comprender cómo desarrollarse. Los comunistas no tememos la crítica ni la autocrítica. Pero nos repugna la pasividad, la desviación, la capitulación. Este debate de 2022 es lo mejor que le ha ocurrido al PCE desde hace décadas.
Adelante. Que dé sus frutos. Que el partido vuelva a la senda que la clase trabajadora necesita: la senda de la conciencia y la organización marxista-leninista. Queremos un partido fuerte y capaz, y trabajaremos para ello. Estamos más cerca que nunca de tener una dirección que encare esta tarea crucial.
Más allá del “leninismo constructivo” teorizado por E. Santiago en un artículo de Mundo Obrero a propósito de los debates del XX Congreso, que me evocó en su momento la imagen de los tahúres neoliberales creando artificios financieros, Marga Ferré divaga en el último número sobre la construcción del famoso “sujeto político” por la clase trabajadora y el papel que juega el PCE en esa construcción. Y apunta la idea del Partido-Movimiento de Boaventura de Sousa, “partido en movimiento”, la “casa de todos” : partido articulado en torno a luchas y que “no pretenda ser el representante ni único ni equívoco de la clase trabajadora”. “Escuchas las luchas, las incorporas en todo el partido y cambias tú tambien en el proceso”. Ese “cambias tú también” es la clave. Por supuesto, todo este artificio ideológico será el armazón que guiará al Partido en la articulación del Frente Amplio donde (otra vez) se dormirá. Y así sucesivamente hasta la disolución final. No hay nada más claro en las intenciones de estos “leninistas”. Por eso, ahora más que nunca es necesario recuperar aquella consigna de Galicia: “Hai que botalos”.
El hecho de que el autor de este documento trufado de verdades obvias y tajantes no se atreva a poner su nombre muestra lo que es realmente el PCE y porque no tiene remedio. El PCE es un cadáver político cuya única razón de ser es vivir una vida mendicante y parasitaria a las faldas del PSOE, recogiendo migas y algún favor burocrático a cambio de no causar problemas.
Me interesan mucho estas publicaciones. Y creo que el PCE tiene que ser más revolucionario o se disolverá.
Daré mi correo para estar informado.
Salud