No basta con la buena voluntad de solo una parte, camarada Cubero
Con dos posturas políticas claramente opuestas, bien definidas e imposibles de integrar, solo la convocatoria y proceso de celebración de un Congreso Extraordinario, sería lo único a intentar consensuar entre reformistas y comunistas.
Sobre los resultados del XXI Congreso del PCE, en una entrevista para la digital Arainfo, Diario Libre de Aragón, Alberto Cubero señala: «estamos esperanzados de que esto sea el comienzo de un proceso de reflexión que debe abordar el Partido Comunista, pero que debe abordar también el conjunto de la izquierda sobre qué hacer en este momento político en el que nos encontramos, y una valoración, como no puede ser de otra manera, autocrítica de lo que ha ocurrido en este último ciclo político.»
En sus declaraciones, Cubero desgrana diversos aspectos sobre la situación política actual y sus antecedentes más próximos. Respecto al llamado “régimen del 78”, indica: «La ruptura con el régimen del 78 implica la ruptura con el marco de la Unión Europea, y la Unión Europea es un proyecto irreformable… el cuestionamiento del régimen del 78 lleva implícito el cuestionamiento del marco de la Unión Europea.» El objetivo fundacional de la Unión Europea es «encorsetar a todos los estados de aquella Europa en una estrategia imperialista occidental.»
Alberto Cubero valora la situación política en los últimos años señalando que «la izquierda ha tenido una hipótesis, un plan, gobernar en coalición con el PSOE como objetivo último, entendiendo que así se podrían colmatar las esperanzas de lo que fue el inicio de este ciclo de movilizaciones sociales de hace diez años. En esta hipótesis ha estado insertado también el Partido Comunista de España. Lo que nos ha enseñado este ciclo es que esta hipótesis era errónea o, al menos, insuficiente.» Y añade «considerar que solo desde los gobiernos se van a poder conquistar derechos y libertades de la clase trabajadora se ha aventurado falso.» El Partido Comunista tiene un objetivo fundacional «que es la transformación revolucionaria de la sociedad» y advierte que el principal error de la izquierda política durante estos años ha sido abandonar la calle, la movilización social, para bascular al Gobierno «y eso ha llevado a que las organizaciones políticas de izquierda hayan perdido debate, hayan perdido fortaleza militante y hayan perdido lo que debe de ser el cemento de los proyectos políticos que es una cuestión programática y estratégica.»
Yolanda Díaz, sostiene Cubero, tiene una buena valoración en las encuestas electorales. «De momento, solo tenemos eso», y añade: «los proyectos políticos no pueden basarse única y exclusivamente en el hiperliderazgo de una persona… Lo que se intuye por ahora es que la apuesta es el gobierno permanente con el PSOE… Y eso es un error, lo haga Unidas Podemos o lo haga el proyecto de Yolanda.»
La unidad electoral de la izquierda necesita, dice Cubero, «un programa político claro y definido, netamente de izquierdas, hace falta construir esa unidad desde la base, unir a las militancias de las organizaciones políticas, pero también unir a la gente que no tiene una adscripción política para que ese proyecto tenga la fortaleza social de tener militancia de base inserta en los espacios de socialización, en los sindicatos, en las asociaciones vecinales, en los colectivos sociales».
A la pregunta si la candidatura que ha encabezado con el nombre “Un futuro con Partido” es el inicio real de la reconstrucción del Partido Comunista de España, Cubero responde: «No sé si el inicio, pero ha sido un paso de gigante en la reconstrucción del partido… el inicio es, quizás, difícil de certificar pero sí que ha sido, creo, un paso de gigante en la construcción de esta alternativa para la reconstrucción del conjunto del Partido.»
De igual forma, Cubero defiende «la construcción de un proyecto de izquierdas rupturista en este país. Y creo que el Partido Comunista va a ser y debe ser el impulsor y el eje vertebrador de este proyecto.»
En el XXI Congreso del PCE, la candidatura de Cubero logró un apoyo del 46% de las delegaciones frente a la de Enrique Santiago que obtuvo el 54%. En la entrevista, Cubero aborda la posibilidad de una integración de estos dos bloques y dice: «dos posturas con un apoyo porcentual a cada una de ellas y lo que toca ahora es hacer una dirección integradora en base a estos resultados. Una dirección integradora que no solo es en responsabilidades en la nueva dirección, también en un marco de acuerdos políticos y metodológicos para que estas dos alternativas puedan trabajar de manera conjunta. Desgraciadamente, a día de hoy, todavía no hemos recibido ningún tipo de llamada ni contacto que, entendemos, le correspondería a la otra parte, encabezada por Enrique Santiago. Las cuestiones que han ido sucediendo desde entonces no apuntan en esta dirección. En el Congreso, no solo se eligió a Enrique como secretario general del PCE, si no que se eligió también la presidencia, que es la segunda responsabilidad del Partido, sin tener en cuenta a esta parte [la del sector crítico]. El pasado fin de semana tuvimos el primer Comité Central y lo que se decidió es, de manera temporal, en funciones, elegir una dirección que es absolutamente monocolor, del 54%.
Cubero concluye: «… de momento, los hechos que han acontecido desde el final del Congreso no apuntan en esta dirección, pero no dudo, y espero, que haya esa altura política para hacer una dirección integradora en base a los resultados del Congreso.»
No se equivoca Alberto Cubero al constatar importantes dudas acerca de la viabilidad de una hipotética alternativa integradora. En efecto, el dirigente comunista aragonés defiende en la entrevista que comentamos buena parte de los posicionamientos políticos que fueron aprobados por amplísima mayoría en el XX Congreso del PCE de diciembre de 2017. Los mismos que el grupo reformista, que entonces conservó el control del aparato del Partido, ha incumplido en estos últimos cuatro años, con reiterada y manifiesta infracción de la legalidad partidaria. Y no solo eso, utilizando también la represión política contra la militancia comunista por ejercer el derecho a la crítica, mediante expedientes disciplinarios, luego rechazados en sede judicial por apreciarse vulneración del derecho fundamental de defensa, o mediante injustificadas intervenciones en numerosas organizaciones del Partido, que han supuesto graves transgresiones a los principios de la democracia interna.
Pues bien, ¿aceptarían los reformistas compartir ahora la dirección de la organización sobre la base del respeto a los porcentajes obtenidos en el XXI Congreso (54%-46%) por las diferentes candidaturas en liza? En absoluto. Los acontecimientos posteriores a este último evento congresual ponen de manifiesto, como reconoce Cubero, una voluntad firme e inequívoca de la llamada candidatura oficialista de continuar con el pleno control de la dirección del PCE para atender a los objetivos que la definen con exclusión de los de sus adversarios, como lo demuestra el acuerdo mayoritario del Comité Central de 23 de julio pasado donde los reformistas han modificado los Estatutos del Partido, al margen del Congreso, órgano competente para esta tarea, y asegurarse de este modo el monopolio del gobierno de la organización y la implementación autoritaria de sus políticas socialdemócratas.
Hay que recordar que este grupo reformista en momento alguno ha repudiado la herencia recibida por los entonces autodenominados eurocomunistas, artífices en 1978 del pacto cuatripartito con los socialdemócratas, los nacionalistas vascos y catalanes y los franquistas, que dio luz a la Monarquía borbónica y renunció a la República; la que sustituyó la lucha de clases (lucha económica más lucha política) por el pacto social y decidieron la integración de España en la Europa del capital y la continuidad de bases militares extranjeras en nuestro territorio. Ahora se muestran condescendientes con la OTAN, con los presupuestos de guerra, con el envío de armamento ofensivo al régimen neonazi ucraniano y con la fabricación y comercio de armas con destino a regímenes dictatoriales. ¿Es posible entonces una unificación entre quienes defienden la necesidad de una ruptura con el régimen del 78, apelando al carácter revolucionario de nuestra organización comunista, que abra un proceso constituyente republicano, con quienes de hecho, un día sí y otro también, por activa o por pasiva, se muestran cómodos con esta limitada democracia coronada?
Los reformistas solo aceptarían una integración de Cubero y de los miembros del Comité Central que él reagrupa si renunciara a sus posiciones políticas o como señuelo para dividir a sus seguidores, con el torticero propósito de debilitar las posiciones comunistas en el PCE y reforzar las de carácter oportunista. La aceptación de una u otra forma de integración, de “falsa unidad”, daría al traste con la esperanza suscitada en el XXI Congreso y provocaría unas consecuencias muy negativas para la militancia que viene trabajando por la recuperación de un PCE del siglo XXI combativo, de clase y revolucionario.
Con dos posturas políticas claramente opuestas, bien definidas e imposibles de integrar, solo la convocatoria y proceso de celebración de un Congreso Extraordinario, sería lo único a intentar consensuar entre reformistas y comunistas.
Es preciso desde ya trabajar para que la propuesta de un Congreso Extraordinario ganador madure entre el conjunto de la militancia que plantee el respeto de la legalidad y la legitimidad congresual perdidas en el fallido XXI Congreso.
No basta ilusión y esperanza. Es preciso infundirlas mediante un proyecto político claro, defendido con firmeza, sin ambages, que una al conjunto de la militancia comunista en el transcendental objetivo de la recuperación del PCE. La minoría del 46% tiene el legítimo derecho democrático y estatutario de defender sus posiciones políticas y lograr en el futuro ser mayoría en el seno de la organización comunista. Una tarea imposible si pierde sus señas de identidad y se diluye en la mayoría reformista.
Rosa Albert Berlanga, Carmen Álvarez Solves, Arturo Borges Álamo, Arturo Peiro Pons, delegadas/os al XXI Congreso del PCE.