Una de las cuestiones más complejas de la lucha de clases
- Una aportación personal
- El desarrollo de la contradicción nacional en Canarias
- Una de las cuestiones más complejas de la lucha de clases
- El programa nacional-popular
La militancia comunista debe tratar esta como cualquier otra cuestión, desde el ángulo del interés de clase, o más concretamente, en función de cuál sea el camino que de forma más previsible pueda conducirnos al socialismo.
Como hemos señalado, por lo común el problema nacional, dada la multiplicidad de elementos que lo determinan y de los intereses clasistas que confluyen es, y por lo visto lo ha sido siempre, para el movimiento obrero y singularmente para las y los comunistas, una de las cuestiones más complejas de la lucha de clases. Con mayor razón eso es así en el caso canario, por la propia singularidad de la correlación clasista y política isleña. Las Islas Canarias padecen ciertamente en todos los renglones de su sistema económico imperante, la mediatización, o en su caso el absoluto control del capital ajeno al Archipiélago, ya sea peninsular, o extranjero, y eso sucede hoy y eso ha prevalecido a lo largo de su historia, llámese prepotencia genovesa, inglesa o española. No obstante, además de esta clara realidad de dependencia también es rigurosamente cierto que los instrumentos del poder político que históricamente operan en Canarias, aunque profundamente sometidos por los gobiernos centrales: gobernadores civiles, delegaciones gubernativas, ministeriales…, nunca han estado desarraigados de la clase dominante y del entramado social isleño. La Ley de cabildos, la Ley de Puertos Francos de Canarias, la propia división provincial, los órganos de poder autonómicos y la propia diferenciación política de la sociedad isleña así lo atestiguan.
La militancia comunista debe tratar esta como cualquier otra cuestión, desde el ángulo del interés de clase, o más concretamente en función de cuál sea el camino que de forma más previsible pueda conducirnos al socialismo. Esta es para nosotros la cuestión fundamental; las restantes son -sin bien importantes a la hora de conocer los entresijos de la realidad sobre la que nos desenvolvemos y actuar con acierto en ella- subsidiarias, y no se puede deducir de las mismas, concreciones políticas que contradigan al curso probable del triunfo del socialismo, o en palabras de Lenin: “... es intolerable confundir el derecho a la autodeterminación de las nacionalidades con la conveniencia de que se separe una u otra nación. El partido comunista debe de resolver esta última en cada caso concreto de modo absolutamente independiente, desde el punto de vista de los intereses de la lucha de clases del proletariado por el socialismo”. No se puede caer en la golosa trampa de enfrentarse a las diferentes alternativas en base solo, ni preferentemente, a criterios económicos, sociales o culturales, que por importantes que sean, están subordinados a los imperativos políticos. De esta subordinación se deduce que el problema fundamental de las transformaciones sociales, cualesquiera que sean, es el problema del poder, el problema de la táctica y la estrategia para acceder a ese poder, lo que es un problema propio de la correlación de fuerzas entre clases sociales antagónicas.
Concebimos la estrategia y táctica para el logro de transformaciones sociales profundas en beneficio de la mayoría social vinculada en sus trazos generales a las exigencias que a escala del Estado impone la lucha contra el gran capital y contra el imperialismo. Es por todo lo que precede que pensamos que deben de ser anudados estrechamente los destinos de la clase obrera, capas popularesy grupos democráticos canarios con los del resto del Estado y por lo que pensamos también que en las actuales condiciones solo un proceso de cambios sociales profundostriunfante en el Estado podrá desbrozar el camino hacia el socialismo y «en cuanto la clase obrera logre la dominación política se pondrá fin a todo motivo de enemistad entre las nacionalidades, porque la clase obrera es internacionalista por su propia naturaleza» (F. Engels).
No puede ocultarse que el tratamiento del problema nacional, ha sido cuestión de lo más vidriosa para el movimiento comunista y no es ilógico que así haya sucedido, de hecho, la burguesía ha utilizado en el pasado, y maneja en el presente, con no poco éxito, los prejuicios nacionales para oponerlos a la conciencia de clase. Se puede afirmar que es la excitación patriotera una de las bazas predilecta de la propaganda, de la ideología, y de la cultura burguesa y reaccionaria. Por lo demás, la historia del movimiento comunista internacional no está libre de muy serios problemas internos que tienen su raíz precisamente en el nacionalismo estrecho, en el exclusivismo y la autosuficiencia nacional.
Se entiende con facilidad entonces que apostemos por una opción federal, es más, no es difícil calcular que en ese supuesto de transformaciones sociales de alcance estatal será el imperialismo, la oligarquía local y sus aliados estatales quienes levantaran la bandera de la independencia. Y es que efectivamente, el nacionalismo pequeñoburgués, ha sido y es un pesado lastre para el desarrollo de la lucha de clases, y la construcción del socialismo. Es posiblemente una de las herencias de la cultura burguesa más difícil de apartar de la conciencia de las masas.
No es raro que el gran capital apele a la mixtificación de los sentimientos nacionales para sofocar la lucha de clases, o incluso para dar base social a sus más criminales proyectos. Hubo mucho de eso en el nazifascismo, y hay mucho de eso en la actual política imperialista. Sin embargo, la prevención ante las deformaciones nacionalistas ha podido quizás en algunas ocasiones situar a la militancia comunista en posiciones poco adecuadas para asumir y dirigir la lucha nacional. También hay que decir, no obstante, que nadie como éstaha encarado de manera tan resuelta, clasista y rigurosa, la cuestión nacional, ahí está para recuerdo de los desmemoriados la gigantesca experiencia soviética.
Probablemente, también ha influido de manera negativa en la actitud adoptada de cara al problema nacional la idea de que tal cuestión tiene una relación más directa con los intereses de la burguesía de acotarse espacios económicos, que con el interés de la clase obrera y de las masas populares de ser solidaria e internacionalista. Sin embargo, lo que podría ser un planteamiento justo en épocas históricas caracterizadas por el surgimiento, desarrollo y auge del sistema capitalista en el que la delimitación de las naciones era un proceso objetivo indispensable para el desarrollo de las fuerzas productivas y por tanto progresivo, tiene poco que ver con los factores que de ordinario promueven a primer plano las contradicciones nacionales de nuestra época. Parece claro que lo que hoy late tras la generalidad de las luchas nacionales son las contradicciones propias generadas por el proceso de concentración del capital monopolista y el imperialismo. Al elevado nivel de concentración de capital que impera en el mundo capitalista corresponde necesariamente también un elevado nivel de centralización política.
Las contradicciones nacionales que se despliegan tanto en los Estados en vías de desarrollo como en los Estados capitalistas avanzados, pese a sus notables diferencias, tienen por común denominador la lucha contra la prepotencia o dominio del capital monopolista, por lo tanto es obvio que esta contradicción tiene un evidente contenido revolucionario, está enfilada a debilitar las posiciones de los sectores más poderosos del gran capital, lo que la diferencia sustancialmente de los problemas nacionales que tienen su base en la formación del capitalismo, aunque se dé el caso de burguesías nacionales que en nuestra época se proponen conquistar su parcela económica, dilucidando a su favor la contradicción nacional.
De lo que se trata entonces es de conquistar la hegemonía en la lucha nacional en aquellos lugares donde la clase obrera y las capas populares, por su nivel de desarrollo puedan estar en condiciones de pretenderla, y por tanto no forzados a aceptar la dirección de la burguesía nacional. Ello implica naturalmente la más dura lucha ideológica y política contra las fáciles desviaciones chauvinistas, de quienes al pasar por alto las contradicciones sociales debilitan el papel de la clase y en definitiva allanan el camino a las capas explotadoras, para que se sitúen al frente de la lucha nacional. Pero también implica la vigilancia ante los resquemores que la lucha nacional despierta entre la clase obrera y las capas populares que rehuyendo la necesaria depuración ideológica de la cuestión nacional se repliegan por el temor a las deformaciones de que ella es susceptible, y postulan de hecho, por una política que nos conduciría al aislamiento y a la automarginación. De la misma manera, valga por caso, que no podemos abandonar las luchas por las reformas por temor a caer en el reformismo, tampoco podemos despreciar la lucha nacional, por temor a caer en las deformaciones chauvinistas.
Ya antes de que se produjeran las primeras elecciones autonómicas en Canarias, en 1983, la contradicción nacional había impulsado algunas importantes manifestaciones electorales. Especialmente en los comicios generales del 79, cuando la Unión del Pueblo Canario (UPC), con un comunista muy destacado, Fernando Sagaseta, al frente, logra un escaño por Las Palmas en el Congreso de los Diputados. Y, asimismo, en las municipales de ese mismo año, en las que, con el apoyo del PSOE, alcanza las alcaldías de Las Palmas de Gran Canaria, de Telde, Santa Lucía o Agüimes y una importante presencia en Santa Cruz de Tenerife, La Laguna y otras localidades.
Tan importante expresión electoral tenía por bandera un programa que había calado hondo en un amplio sector del pueblo canario: el programa nacional-popular.
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