Los Estados Unidos, la potencia imperialista mundial

Esta entrada es la parte 4 de 8 en la serie Ucrania, Rusia y la OTAN

La mayor destrucción ocurrida hasta la fecha sobre una población civil indefensa, en un solo acto bélico, – Hiroshima y Nagasaki- la han protagonizado los autoproclamados defensores del “mundo libre”.

Resulta casi asombroso observar después de solo 19 años de la invasión de Irak por los EEUU y algunos de sus aliados, con el objetivo de librar al mundo de las armas de destrucción masiva que poseía aquel país, -algo que se reveló de manera clara y patente ante todo el mundo como una gigantesca mentira urdida por los servicios secretos norteamericanos-, que nos encontremos ahora y de nuevo en presencia de una gigantesca maniobra de intoxicación masiva de la opinión pública. Aquella burda falacia se utilizó como pretexto  para justificar intereses espurios, pues no había tales armas, y EEUU lo sabía.

Lo que no es sino un objetivo  belicista de este país en su estrategia imperialista mundial de acosar a Rusia en el contexto estratégico de combatir a China, (y sus aliados Rusia e Irán),  verdadero eje nuclear actual de la política americana, se reviste ahora  como una actuación generosa y desprendida que tiene como finalidad salvar a la democrática Ucrania. Una actividad militar que se haría, repito, por motivos humanitarios, como antes lo fue para salvarnos de las temibles armas de destrucción masiva que estaban en poder de Sadam Huseín.

Se sucede la actividad intoxicadora: Rusia es la nueva reencarnación del mal que amenaza a la humanidad, obviando que el PIB de este país es actualmente inferior al de Italia y que su interés es sin duda el comercio con todos los países del mundo, empezando por su vecina Comunidad Económica Europea, actividad que el campeón de la libertad prohíbe, vetando, por ejemplo, el gaseoducto que bajo el Báltico enviaría gas a Alemania.

Ya hemos recordado en otros artículos el origen real de la actual situación en la serie “Ucrania, Rusia y la OTAN”, a saber, el creciente cerco ofensivo que los países bajo la égida de EEUU han ido construyendo contra Rusia, acercando cada vez más a aquel país los misiles nucleares, hasta una distancia que haría imposible cualquier reacción defensiva por parte del mismo. Ahora, estas poderosas armas agresivas se situarían también en una Ucrania dentro de la OTAN, fronteriza con Rusia, todo ello después de haber proclamado otra mentira que se ha revelado gigantesca, según la cual una vez extinguido el Pacto de Varsovia, se crearía una espacio desmilitarizado en el centro de Europa, y desaparecería la razón de ser de la OTAN.

Pues bien, frente a la repetida maniobra de intoxicación masiva, que de forma sistemática realizan los EEUU y los países y medios que le son afines, no está de más que recordemos, de manera muy sucinta, cuáles son los objetivos generosos y salvíficos para la humanidad que pretenden estos países encabezados por USA, y cuáles han sido los principales hitos “benéficos” que han ido llevando a cabo para imponerlos a la humanidad.

Dividiremos este trabajo en cinco artículos más de la serie “Ucrania, Rusia y la OTAN“. El primero, con esta introducción y el acto singular con el que el gobierno norteamericano advirtió al final de la II Guerra Mundial que había alcanzado la hegemonía  y amenazaba al mundo, a saber, el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Igualmente, con los principales momentos de la salvación de la humanidad protagonizados por los Estados Unidos desde 1945 hasta la caída de la Unión Soviética y del bloque socialista europeo. En el segundo, abordaremos algunos de los principales actos imperialistas llevados a cabo en Asia y África. A continuación, en el tercero, los crueles actos represivos  en América Latina, y en el cuarto, el giro ultraderechista y neoliberal que emprendió bajo la presidencia de Ronald Reagan, aliado con Margareth Thatcher y el Papa Juan Pablo II. Por último, en el quinto, las actividades opresivas más contemporáneas.

El país que había salido de la segunda guerra mundial más fuerte, en los aspectos económico y militar, con mucha diferencia, de entre todos los que participaron en la misma, era los Estados Unidos de Norte América. Habían doblado su capacidad productiva, mientras los demás participantes salían muy mermados, algunos incluso destruidos. Su hegemonía militar era indiscutible, fortalecida por la bomba atómica y su objetivo no fue solo el de enfrentarse a la Unión Soviética. Como había escrito Henry Luce, poderoso empresario americano dueño de Life y gran financiador del Partido Republicano ya en 1941, la tarea consistía, sobre todo, en «aceptar sin reservas nuestro deber de ejercer sobre el mundo  el pleno impacto de nuestra influencia para aquellos propósitos que creamos convenientes y por aquellos medios que creamos convenientes». 

Uno de los ideólogos principales de la Guerra Fría, George F. Kennan,  expresó de manera clara los fundamentos que debían guiar la política norteamericana, ya en 1948: «Tenemos alrededor del 50% de la riqueza del mundo, pero sólo el 6.3% de su población. En esta situación no podemos evitar ser objeto de envidia y resentimiento. Nuestra tarea real en el periodo que se aproxima es la de diseñar una pauta de relaciones que nos permita mantener esta situación de disparidad sin detrimento de nuestra seguridad nacional».  [1]“Review of current trends in US foering policy”, citado en la página 12 del libro del historiador Josep Fontana, “Por el bien del imperio”, editorial “Pasado y … Seguir leyendo 

Kennan era un influyente diplomático, político e historiador norteamericano, principal ideólogo de la política exterior de aquel país durante muchos años, y había sido entre otros muchos empleos, embajador en la Unión Soviética y Yugoeslavia. Se le considera el principal orientador de la doctrina Truman sobre la guerra fría.

El inicio de salida de esta nueva estrategia fue el lanzamiento de las bombas atómicas.

Tripulación del Enola Gay, el avión que lanzó la bomba nuclear en Hiroshima. Varios de de los miembros del ejército USA se muestran sonrientes en la instántanea.

Doy por supuesto que el lector conoce, al menos a grandes rasgos, los hechos: el día 6 de agosto de 1945 se lanzaba por la aviación norteamericana sobre la población japonesa de Hiroshima la primera bomba atómica de la historia que produjo 166.00 muertes. El 9 de agosto lanzaron otra sobre Nagasaki que causa 80.000 víctimas mortales. Los ataques citados se cebaron sobre la población civil, pues ninguna de las dos ciudades era un objetivo militar. Previamente, Tokio  había sufrido un bombardeo con napalm en el que participaron 334 aviones estadounidenses Boeing-29 sobre la que cayeron 1.700 toneladas de bombas incendiarias napalm M69 que provocaron consecuencias devastadoras. La Operación Encuentro, que así se llamaba, ocasionó cerca de 100.000 muertes de civiles y un millón de desplazados.

En aquella época no se conocían los temibles efectos de envenenamiento por radiación que provocaban tales artilugios bélicos. Además de las numerosas vidas humanas asesinadas impunemente, otra secuela de los ataques del ejército norteamericano fue el de la gran cantidad de enfermos de cáncer que se fueron diagnosticando en el tiempo, provocadas por las bombas, algunos de cuyos mecanismos morbosos alteran las células y se transmiten hereditariamente.

Las secuelas por la contaminación en el agua, el aire y la tierra fueron también devastadoras.

A estas alturas conviene no olvidar que ninguna de estas ciudades eran objetivo estratégico, que no tenían entidad militar, y que la guerra estaba ya decantada claramente a favor de los EEUU en el momento en que optaron por lanzar los artefactos nucleares, más como una amenaza dirigida a todo el mundo, sobre todo a la Unión Soviética,  que por sus efectos inmediatos sobre el final de la contienda. 

Muchos analistas han indicado que Japón ya había decidido rendirse antes de los bombardeos; que una simple explosión nuclear sobre alguna de las bahías japonesas hubiera dejado claro el tremendo efecto destructivo que tenían dichas armas, sin producir víctimas; que en todo caso, una vez producido el de Hiroshima, nada justificaba el de Nagasaki.

En definitiva, la mayor destrucción ocurrida hasta la fecha sobre una población civil indefensa, en un solo acto bélico, la han protagonizado los autoproclamados defensores del “mundo libre”.

Notas

Notas
1 “Review of current trends in US foering policy”, citado en la página 12 del libro del historiador Josep Fontana, “Por el bien del imperio”, editorial “Pasado y Presente”, publicado en 2011.
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