Fuego amigo
No nos queda otra opción que la movilización independiente contra esta guerra imperialista y para evitar que nuestros propios gobiernos e instituciones se sirvan de ella para imponernos más «fuego amigo».
Vivimos tiempos convulsos. Si la crisis económica del 2008 acabó con la idea del crecimiento persistente del capitalismo internacional, y en 2020 la pandemia del COVID-19 golpeó un mundo que se creía inmune a nuevas catástrofes sanitarias, ahora, con el estallido de la guerra en Ucrania también fracasa el imaginario de una Unión Europea de progreso y paz perdurables. Porque, tras el anuncio de EEUU de retomar el rearme de la OTAN que ha precipitado la respuesta militar de Rusia invadiendo Ucrania, los gobiernos de la UE no han tardado en cerrar filas imponiendo sanciones económicas a Rusia y enviando al gobierno ucraniano armas y recursos. Es más, aunque todavía no se puede hablar de una guerra generalizada, estos mismos gobiernos europeos ya han comenzado a utilizar esta amenaza como una oportunidad para reforzarse en sus territorios e imponer mayores recortes y restricciones de sus políticas sociales a la población. Así, en España ya se empieza a hablar en el Parlamento de la necesaria «austeridad» del gasto público y el presidente de Gobierno ha propuesto a las direcciones de los sindicatos y la patronal consensuar un «pacto de rentas», siguiendo la misma senda de contención de salarios y de pérdida de poder adquisitivo que sufrimos durante más de una década. Unos «sacrificios» demandados ahora, supuestamente para «repartir» el impacto económico de la guerra de Ucrania, pero que en realidad se añadirán a la crisis económica que veníamos padeciendo, así como a la inflación y la escalada disparada de precios de productos básicos y de la energía que comenzaron bastante antes de este conflicto.
Hace poco más de un siglo, en los prolegómenos de la I Guerra Mundial, Clara Zetkin junto a Rosa Luxemburgo, organizaron la I Conferencia Internacional de Mujeres contra la Guerra (Berna, marzo 1915) que acordó llamar a la clase trabajadora internacional a plantear en cada país una «Guerra a la Guerra» impuesta por las potencias imperialistas contra la clase obrera de su propio país. Consigna con la que se destacaba que las guerras entre estados capitalistas, dirigidas a asegurar y ampliar los mercados para mejor rapiña de sus oligarquías, también conllevan la imposición de una «economía de guerra» que constituye uno de los principales instrumentos de dominación de la burguesía para el sometimiento económico, social, político e ideológico de las trabajadoras y los trabajadores de sus respectivos países. Hoy como ayer, quienes luchamos por una sociedad mejor, socialista, en lugar de atender las falsas promesas de paz de nuestros propios gobiernos belicistas y sus hipócritas defensas de la democracia y de la ayuda solidaria a una sola de las poblaciones damnificadas, debemos exigir la finalización de este conflicto, principalmente, mediante la disolución de la OTAN y la retirada de las tropas rusas de Ucrania. Como trabajadoras y trabajadores que sufrimos las consecuencias de la crisis económica, suplementadas por esta escalada belicista, no nos queda otra opción que la movilización independiente contra esta guerra imperialista y para evitar que nuestros propios gobiernos e instituciones se sirvan de ella para imponernos más «fuego amigo».