La situación a partir de los años 70. Reagan y sus sucesores

Esta entrada es la parte 7 de 8 en la serie Ucrania, Rusia y la OTAN

El fin de la convertibilidad del dólar a oro de 1971, puso fin a la euforia desarrollista que había permitido una rápida etapa de crecimiento y la creación del llamado “Estado del Bienestar”.

A partir de los años 70 se fueron activando vientos de cambio sobre la situación mundial. Los principales países industrializados comenzaron a sufrir los efectos del alza de los precios del petróleo, que se puso en marcha durante la guerra de 1973 del Yom Kippur entre el estado de Israel y varios países árabes encabezados por Egipto y Siria, lo que trajo consigo el que la OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo), más Egipto y Siria, decidieran, además, suspender los envíos de petróleo a los países que apoyaban al estado sionista, lo que provocó, finalmente, un aumento en los precios del crudo. 

Como dice Josep Fontana, «el petróleo fue un factor agravante de la crisis económica mundial, que sacó a la luz las deficiencias del modelo de crecimiento económico y aceleró una recesión que se hubiera producido probablemente algo más tarde».

Todo un conjunto de circunstancias coadyuvaron a la producción de aquel terremoto económico mundial. El fin de la convertibilidad del dólar a oro de 1971, que rompe con el sistema de tipos de cambio fijo diseñados en Bretton Woods, y que ligaban al dólar con el oro, puso fin a la euforia desarrollista de las llamadas “tres décadas gloriosas del capitalismo”, que había permitido una rápida etapa de crecimiento facilitando la época dorada de la socialdemocracia y la creación del llamado “Estado del Bienestar”.

A partir de aquella crisis económica se inició un proceso de signo contrario, con las políticas neoliberales fomentadas por los EEUU, con efectos cada vez más negativos para las clases populares, que iniciaron y legitimaron un proceso  acentuado de restauración y fortalecimiento del poder de clase del capitalismo.

Se crearon potentes centros de propaganda contra el “estado de bienestar”, propulsoras de reformas económicas ultraliberales, por parte de muchas grandes empresas norteamericanas, como la National Federation of Independent Business (NFIB)  y sobre todo, la United States Chamber of Commerce (USCC), acentuando su papel en la financiación de las campañas electorales, hasta que finalmente consiguieron tiempo después la desaparición de los límites al dinero que podía donarse por las compañías en tales procesos de votación.

Algunos dirigentes de los muy moderados sindicatos americanos, advirtieron y  denunciaron la situación que emergía. Fontana, en su libro “Por el bien del imperio”  recoge las palabras de Donald Fraser, dirigente del sindicato de los trabajadores del automóvil, que señalaba: «los dirigentes de la comunidad empresarial  han escogido desencadenar una guerra de clases unilateral… contra los trabajadores y contra buena parte de la clase media. Los líderes empresariales han roto y descartado el frágil acuerdo no escrito que estaba en vigor durante un periodo pasado de crecimiento y progreso… buscando un gobierno dócil y la eliminación de los sindicatos, y consiguiendo mayores mejoras fiscales». Se hacía cada vez más presente la involución conservadora.

Bajo un terreno abonado previamente, el acceso al poder de Ronald Reagan marcó un hito importante en la acentuación del sesgo neoliberal en la política de los EEUU, intervencionista en todo el mundo y ultra reaccionario. 

Ronald Reagan, Wojtyla y Nancy Reagan, tres personajes reaccionarios enemigos de la URSS.

En 1982, Reagan se entrevistó en el Vaticano con el Papa Juan Pablo II, otro adalid ultra, con quien colaboraba en un plan clandestino de apoyo al “sindicato” polaco Solidaridad.

Poco después, la National Security Decisión Directive 77 de 14 de enero de 1983, estableció una política antisoviética agresiva, consistente en un plan de guerra económica y política que alarmó por su dureza incluso al propio Departamento de Estado norteamericano, según explica Josep Fontana en el libro citado.

El liderazgo de Margareth Thacher en Reino Unido proporcionaba la tercera pieza de esa revolución conservadora.

En marzo de 1983 Reagan empujó todavía más la desaforada política de rearme, cuando anunció el proyecto conocido como la “Guerra de las Galaxias”, para construir un sistema antimisiles con un coste de 26 mil millones de dólares. La construcción de la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica fue recibida en la URSS como evidencia de preparativos de ataque nuclear sobre su territorio.

Golpe contra Nicaragua. El Irán-Contra.

Entre 1985 y 1986,  el gobierno norteamericano  se dedicó a facilitar la venta de armas a Irán, pese al embargo impuesto por ellos mismos, utilizando paralelamente el dinero obtenido para  dedicarlo al narcotráfico y financiar y armar con él a los llamados “contra”, grupos creados y financiados por ellos mismos para destruir la revolución nicaragüense, pese a que dichas medidas estaban prohibidas por el Senado de aquel país.

El protagonista de aquel trabajo mercenario fue el militar Oliver Laurence North. Todo esto provocó enormes costes humanos en la terrible guerra que produjeron contra el Gobierno legítimo de Managua.

La rocambolesca operación, que de malvada resulta casi increíble, aparece perfectamente documentada en la wikipedia.  

Líbano. La masacre de Sabra y Shatila.

Reagan impulsó con decisión el apoyo norteamericano a la política agresiva del Estado de Israel. Aceptó la invasión por este de Líbano, que se inició el 4 de junio de 1982, bajo la dirección del general ultra Ariel Sharón: se bombardearon incluso hospitales y orfanatos, se atacaron las ambulancias de la Cruz Roja para impedir que se evacuaran los heridos o se transportaran alimentos y medicinas. Finalmente, se produjo un alto el fuego, en cuyo contexto los guerrilleros palestinos evacuaban Líbano, quedando sus familias bajo la supuesta protección de las milicias cristianas.

Lo que ocurrió fue que ancianos, mujeres y niños fueron masacrados por parte de milicias antipalestinas, con la protección y respaldo del ejército israelí,  empleándose incluso potentes reflectores para que hubiera suficiente visibilidad por la noche y proseguir la matanza. Según los observadores de la Cruz Roja, «cuerpos de bebés con pañales, ancianos, cadáveres apilados, hasta caballos, perros y gatos fueron aniquilados, pechos y penes cortados, a muchas mujeres embarazadas se les abrió el vientre ». Dos meses y medio después, el Congreso norteamericano premiaba al gobierno israelí con una ayuda adicional de 250 millones de dólares.

Se realizaron por el gobierno de EEUU múltiples intervenciones durante aquellos años (Isla de Granada, Panamá, etc.), hasta el extremo de que en 1984 estaban en ejecución más de 50 operaciones encubiertas, la mitad de ellas en América Latina. Ni en plena guerra fría bajo Dwight Eisenhower,  se había producido una actividad subversiva internacional de tal calado.

La guerra entre Irak e Irán.

El 22 de septiembre de 1982, Irak había iniciado una contienda militar contra el país gobernado por el ayatolá Ruhollah Musavi Jomeiní, que poco a poco se fue desnivelando a favor del segundo de dichos países.

Antes, en junio del 82, el gobierno americano decidió que Irak no podía perder la guerra, formalizando una decisión nacional de seguridad dando a Sadam Hussein ayuda financiera, para la compra de armas, entregándole, además, información detallada de los movimientos de tropas iraníes, captadas por los satélites norteamericanos.

El asunto clave fue cuando pasaron a proporcionar armas químicas y biológicas al gobierno iraquí, concretamente material para producir ántrax, botulismo y otros agentes, a través de la compañía American Type Culture Collection, provocando una inmensa mortandad, pues se confirmó que tales armas se usaban a diario, prólogo este de aquellas campaña que años después  fue utilizado cuando se acusó al mismo país de producirlas en gran cantidad para pretender   justificar su invasión.

Por aquellos años iniciaron también el entrenamiento de miles de fundamentalistas afganos para luchar contra la Unión Soviética, gastando más de tres mil millones de dólares en proveerles de armamento. Con aquella actuación nutrirían el integrismo islámico.

Los bombardeos de Túnez en octubre del 85, el de 14 de abril del 86 sobre Libia, en el que junto a 36 civiles falleció una hija de Gadafi, bombardeo programado, como dijo Noam Chomsky «para que coincidiera con la hora de máxima audiencia en televisión», y las actuaciones que llevaron a cabo en Camboya, sólo fueron continuos hitos del permanente intervencionismo subversivo ejecutados por la administración de Ronald Reagan, en paralelo al más feroz ultraliberalismo en materia económica y política.

La destrucción de Yugoslavia.

En el antiguo Reino de Yugoeslavia, establecido el 1 de diciembre de 1918,  se había ido formando un verdadero estado multicultural y federativo. Tras el triunfo de los partisanos y los  aliados contra las potencias del eje, el territorio recibió el nombre de República Democrática Federal de Yugoeslavia, posterior República Federativa Socialista de Yugoeslavia, tras una guerra durísima en la que falleció el diez por ciento de la población y en la que los partisanos, dirigidos por Josip Tito, consiguieron  derrotar a los ejércitos hitlerianos y sentar las bases de un estado socialista en 1946.

Este país no había formado parte del Pacto de Varsovia. Se había creado una estructura estable, con una república federal integrada por las de Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Macedonia, más las regiones autónomas de Vojvodina y Kosovo.

Era ejemplar como se había fraguado la convivencia en un mismo estado entre nacionales de diversos países, donde además existían una serie de distintas confesiones religiosas, proporcionando un ejemplo de cómo era posible una una vida en común entre diferentes.

Desaparecida la URSS, los EEUU se interesan por el desmantelamiento del estado yugoslavo. Los gobiernos de Alemania, Austria y Hungría, apoyados por el Vaticano, empujaron hacia su desmembración. 

En primer lugar, se impuso la separación de Eslovenia, y poco después empezó el apoyo a la secesión de Croacia, donde vivían un 12% de serbios, desestabilizándose también a la muy compleja Bosnia Herzegovina, país con una composición multiétnica donde coexistían un 44% de “musulmanes”, un 31% de serbios y un 17% de croatas.

Cuando los croatas declararon su independencia, comenzó la revuelta en las zonas de mayoría serbia, y se inició una guerra que iba a causar veinte mil muertos hasta el alto el fuego de 2 de enero de 1992.

Con el apoyo de EEUU se reanudaron los combates entre 1993 a 1995, expulsándose de Croacia a 225.000 soldados de etnia serbia, forzándose asimismo la independencia de Macedonia en 1992. 

En este contexto de disolución se continuaron produciendo las diversas matanzas que asolaron el antaño unido territorio yugoeslavo.

El 24 de marzo de 1999, un total de 400 aviones de la OTAN comenzaron 78 días de bombardeo sistemático sobre Belgrado, Novi Sad y Montenegro, provocando numerosas víctimas civiles. El presidente Bill Clinton lo justificaba para mantener una «Europa libre, pacífica y estable», siendo la primera vez en la historia que la OTAN atacaba abiertamente a una nación soberana, sin solicitar la autorización de la ONU. Se bombardearon infraestructuras esenciales, incluyendo las de producción de electricidad para, en palabras del almirante Elmar Schmaling, «presionar a la población civil y destruir la economía de Yugoeslavia hasta el punto de que no pudiera recuperarse».

La independencia de Kosovo, sumada a la separación de la república de Montenegro, que se había producido en 2006, significó la total desaparición del estado de Yugoeslavia.

El maquiavélico proceso para destruir aquel estado multiétnico constituye uno de los ejemplos de a dónde conduce la manipulación política,  impulsando   los movimientos etnicistas cuando, además, son estimulados desde el exterior. 

Me permito recomendar el documental Once Brothers, (“Una Vez Hermanos”), relatado por el atleta Vlade Divac, dirigido por Michael Tolajian, narrando la amistad desde la infancia de los baloncestistas Divac, serbio,  y Petrovic, croata, ambos  grandes estrellas del baloncesto de la época, pilares de aquella temible selección deportiva, imbatible, y cómo se rompió a causa de los conflictos que asolaron los Balcanes. En el mismo participan los grandes jugadores Kukoc, Radja, Petrovic, entre otros. «Construir una amistad lleva años, destruirla, un segundo», dice Vivac en 2010.

Nadie en aquella selección, nos recuerdan sus protagonistas en el documental,  unidos desde que eran infantiles, sabía quién era serbio, croata o montenegrino. Nadie preguntaba quién era cristiano o musulmán. Estaban firmemente unidos desde la infancia. Los unos se ennoviaban con las hermanas de los otros, totalmente ajenos a su origen étnico o religioso. Nadie hubiera podido presagiar que el fomento del odio y del sectarismo, acabaran dinamitando aquella federación, aquel estado y , como pone de manifiesto el documental, destruyendo aquella convivencia civilizada entre millones de personas, entre ellos los atletas que habían pertenecido a la misma estructura estatal.

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One thought on “La situación a partir de los años 70. Reagan y sus sucesores

  • 29 de marzo de 2022 en 11:15
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    Como complemento creo que la diferencia entre bosnios, serbios y croatas era la religión mayoritaria en la comunidad. Los croatas eran católicos, los servicios eran ortodoxos y los bosnios musulmanes. Creo que también había diferencias entre alfabetos, pero la lengua hablada era la misma.

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