El recuerdo de aquella lucha: acto de reconocimiento al movimiento estudiantil antifranquista en la Universidad de Málaga

Reconocer la contribución del movimiento estudiantil a la consecución de las libertades democráticas y evocar ese pasado de lucha han constituido el sentido de la placa que se ha inaugurado en el edificio del Rectorado de la Universidad de Málaga y de los actos que han tenido lugar.

El 25 de octubre de 2023, ha tenido lugar la colocación de una placa en el edificio del Rectorado de la Universidad de Málaga en reconocimiento al movimiento estudiantil que luchó por la libertad durante la dictadura franquista. Previamente, tuvieron lugar unas intervenciones en el salón de actos del mismo: las de una concejala del Ayuntamiento, María de la Paz Flores, del rector José Ángel Narváez y de uno de aquellos estudiantes, José Coriat Benmergui, quien en 1973 había sido detenido, torturado y encarcelado con motivo de su participación en una manifestación prohibida en favor de los encausados en el Proceso 1001. Buena parte de los asistentes, que forman el colectivo Estudiantes de Málaga por la libertad, se reunió posteriormente en una comida. El acto había sido preparado por una comisión de los mismos, en unión del equipo del rectorado de la Universidad, y fue precedido el pasado mes de junio por una jornada que se tituló “Movimiento Estudiantil y Memoria Democrática”.

Como en otras ciudades de España, en Málaga también se desarrolló un movimiento estudiantil que combinó la lucha por las mejoras de tipo académico con el combate por las libertades democráticas. Jóvenes inquietos y de distinta procedencia se implicaron en esas actuaciones, que se produjeron desde los años 60 hasta la Transición.

 Una de las cosas que más me llamaron la atención en aquel entonces, nada más conocerlos tras ingresar en la Universidad en 1974, fue el desprendimiento con el que actuaban. Generosos, sin afanes de poder personal, los riesgos que corrían daban fe de ello. Eran conocedores de que sus actividades: organización de asambleas, elaboración de propaganda, manifestaciones, huelgas… estaban prohibidas y podían acabar en manos de una policía o de unos grupos de extrema derecha vinculados a ella que les podían hacer mucho daño. Y así fue, en más de un caso.

También me llamó la atención el grado de participación de las mujeres. Acostumbrado a una ciudad en la que durante el tardofranquismo a la mujer apenas se le permitía intervenir en la vida social, a la que se había educado para la inhibición, en la Universidad actuaban al mismo nivel que los varones, en cargos dirigentes, muchas veces, en las organizaciones clandestinas o en las instituciones legales, como eran los consejos de delegados de las facultades y escuelas universitarias o en los departamentos de actividades culturales. Intervenían en las asambleas, organizaban todo tipo de actuaciones, participaban en las manifestaciones y huelgas, ponían en marcha organizaciones feministas, como el Movimiento Democrático de Mujeres, que sirvieron para concienciar a la sociedad sobre sus derechos. Rompían, así, con el modelo franquista de mujer sometida y subordinada.

Igualmente me resultó llamativa lo justo de las reivindicaciones que se planteaban, los métodos de lucha, democráticos, imaginativos, solidarios, activos y pacíficos que se utilizaban, y que, gracias a ellos, se lograran conquistas muy importantes. Frente a este movimiento, el franquismo actuaba con manipulación, violencia e injusticia. Así, la policía secreta difundía hojas de propaganda en las que desacreditaba a los estudiantes más activos, divulgaba falsedades, como que estaban pagados y que vivían lujosamente. Constituía una forma de aislarlos del resto de los estudiantes. Y los buscaba para detenerlos, torturarlos, encarcelarlos, expulsarlos de la Universidad o suprimirles las prórrogas del servicio militar y enviarlos al otro extremo de España.

A la izquierda, la vicerrectora Tecla Lumbreras, una de las protagonistas de la lucha estudiantil, descubre la placa. A la derecha, antiguos estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de Málaga durante el tardofranquismo y la transición.

Recuerdo la huelga que tuvo lugar en la Facultad de Filosofía y Letras de Málaga en el curso 1974-75. Una parte de la misma, la sección de Geografía e Historia, se encontraba en el antiguo colegio de San Agustín, mientras que la de Filología estaba en otro, en la Alameda de Málaga, que amenazaba ruina; se trata del actual Archivo Histórico Municipal. Estos se ponen en huelga, reclamando un edificio mejor, a lo que no hacían caso las autoridades. Geografía e Historia se unió a la lucha que iniciaron, y hubo asambleas conjuntas en las que se decidió crear comisiones que intervendrían, por ejemplo, ante cada medio de comunicación, que hablarían con las diferentes autoridades, que elaborarían a mano carteles con los que se cubriría la ciudad. Se produjeron encierros, manifestaciones, clases paralelas, y una huelga, que se procuró que fuese activa y no que cada cual se fuese a su casa, y que acabó ganándose, pese a que aún vivía el dictador. Los compañeros de Filología se incorporaron al edificio de San Agustín, que fue remodelado rápidamente, y en el que se abrieron nuevas aulas y despachos. Así, en la práctica, se demostraba la utilidad de la lucha, que gracias a la misma se podían conseguir objetivos muy justos. Todo ello suponía un aprendizaje que iba a ser muy útil en el futuro.

Hubo otras luchas, como la que se llevó a cabo para conseguir que se estudiara en Málaga la especialidad de Historia del Arte, y que los alumnos no tuvieran que desplazarse a otra provincia, con lo que significaba de gasto, especialmente gravoso para las economías más precarias. También se ganó.

Se movilizaban, asimismo, las demás facultades y escuelas universitarias. Especialmente la de Económicas, pionera en la ciudad, cuyo edificio, en el barrio de El Ejido, fue inaugurado en diciembre de 1967. Sobresalieron en el empeño por la calidad de la enseñanza y,con sus manifestaciones, pronto llenaron las calles de la ciudad, especialmente el centro de la misma, a pocos minutos de su sede. Su actuación se amplió al combate por la libertad, y sirvieron de ejemplo a otros estudiantes y al resto de la población. Como el resto de la Universidad acogía a estudiantes de la capital y de la provincia, que conocían así un mundo nuevo en el que se quería contribuir a diseñar un futuro más justo. Destacaron numerosos estudiantes venidos de Canarias, donde no existía la Facultad de Económicas y que intervinieron con intensidad en la lucha. Los demás centros universitarios también participaron y todos contribuyeron, corriendo muchas veces un fuerte riesgo personal, en el combate por la libertad y por una sociedad más justa.

La movilización se proyectaba sobre el resto de la población, que podía comprobar la utilidad de esos métodos. Unos se sentían respaldados en sus aspiraciones; otros, cuestionados. Y muchas veces se producía un diálogo generacional, entre ese alumnado y sus padres, conflictivo en ocasiones, pues la rebeldía juvenil chocaba con el conservadurismo que a veces se daba entre los mayores. Pero también había madres y padres antifranquistas que comprobaban con satisfacción que la juventud se había incorporado a los afanes de cambio social.

Antiguos estudiantes de Económicas.

Durante este tipo de actuaciones, las organizaciones políticas y sindicales clandestinas difundían su propaganda, y se podía entrar en contacto con su pensamiento y modos de actuación.

El movimiento estudiantil estaba vinculado al que era el principal ariete de lucha contra el franquismo, el movimiento obrero, y acogía, participaba y difundía sus actividades. Recuerdo una huelga en Citesa, la fábrica de teléfonos, que era junto con la textil Intelhorce la mayor factoría de Málaga. Un representante de los trabajadores acudió a una asamblea de distrito universitario y pidió solidaridad: al día siguiente estaba paralizada la Universidad. Conocer su realidad, difundir sus reivindicaciones, sumarse a sus manifestaciones y huelgas, hacía que la lucha obrera tuviera más apoyo.

A veces, esos estudiantes intervenían en clases de alfabetización en barrios marginales de la ciudad, preparaban carteles de noche en pisos que no controlaba la policía. Hacían pintadas, casi siempre también cuando había oscurecido. En ocasiones los evoco con la canción de Nacha Guevara, Yo te nombro… libertad: “te nombro en nombre de todos/por tu nombre verdadero/te nombro cuando oscurece/cuando nadie me ve/escribo tu nombre en las paredes de mi ciudad/escribo tu nombre en las paredes de mi ciudad”.

Fue también un tiempo en el que se transformó la vida cotidiana de muchas personas, de conocimiento y solidaridad con la lucha de otros pueblos, desde Vietnam y Palestina a América. De estudio: numerosos profesores, además de esforzarse por mejorar su docencia, y proporcionarle un elevado carácter científico, daban un enfoque renovador a sus clases, dejando una huella indeleble en su alumnado. Y muchos estudiaban con el deseo prepararse para poder rendir en el futuro el mejor servicio a la sociedad.

El movimiento estudiantil mostraba que el franquismo no podía controlar a la Universidad, que a medida que pasaba el tiempo cada vez se le escapaba más de las manos; sirvió para que gran parte de la sociedad tomase conciencia de la necesidad de vivir en un país más libre y más justo. Y colaboró, con otros movimientos, en la consecución de las libertades.

Cerca del lugar donde se ha colocado la placa se encuentra el edificio de la Aduana, actual Museo de Málaga. En los bajos del mismo estaba la fatídica comisaría, centro de tortura, donde tantos antifranquistas malagueños, entre ellos muchos estudiantes, pagaron un duro tributo por sus aspiraciones de un mundo mejor.Utopía y distopía no se ignoran, se miran de soslayo.

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