La Inquisición contra los erasmistas, los protestantes y los moriscos (4)

Esta entrada es la parte 4 de 6 en la serie La Inquisición

Los Borbones mantuvieron el mecanismo inquisitorial sobre todo como consecuencia del miedo a los excesos de la Ilustración, e incrementaron su apoyo a la misma tras la Revolución Francesa.

El 23 de enero de 1.516 muere Fernando el Católico. Le sucede su nieto Carlos, que vive en  Flandes y desembarca en Tazones (Asturias)  con 40 barcos el 19 de septiembre de 1.517. En el interregno, el cardenal Cisneros había asumido la regencia de Castilla y Aragón.

Entre las muy diversas actividades protagonizadas por este personaje, había fundado la Universidad de Alcalá en 1.499, comenzando las clases en 1.508. Además, emprendió la tarea de realizar la Biblia Políglota Complutense, llevada a cabo también en Alcalá. Ambas tareas acabaron congregando a un selecto núcleo de eruditos en torno a aquella ciudad, como Nebrija, entre otros, que crearon un caldo de cultivo más acorde con los criterios del humanismo que en la Europa central y del norte se habían consolidado.

Efectivamente, de la mano del desarrollo económico, comercial, del norte y centro de Europa, incluyendo alguna de las principales ciudades del norte de Italia, el auge de la burguesía emergente, cuyo dinamismo era imparable, había conllevado un considerable intercambio de mercancías, pero también de ideas, de desplazamientos por las grandes rutas fluviales y marítimas, consolidando la comunidad hanseática, y unos hábitos de tolerancia política y religiosa  desconocidos por nuestros lares.

De este magma cultural estaba impregnada la corte de Carlos V que desembarcaba en Asturias, lo que no excluía que llegara como a un país ocupado, en palabras de Bataillon, haciéndose con todos los cargos y prebendas que podían alcanzar. Sirva de botón de muestra el nombramiento que consigue una de las personas de confianza del nuevo rey, el señor de Chievres, a favor de su sobrino de apenas 20 años de edad, de nada menos que el arzobispado de Toledo, el más importante de España y de mayores rentas.

La Inquisición andaba ocupada fundamentalmente en perseguir a los llamados judeoconversos, y el ambiente religioso en los reinos peninsulares venía determinado por aquellas actividades, en un entorno de gran atraso cultural, pródigo en supersticiones, y predominio de las órdenes conventuales y mendicantes, que exacerbaban las supercherías con los consabidos argumentos del pánico a la muerte, la invención de  falsos milagros, en una concreción hispánica de hechos similares a los que tanto  desgaste y descrédito habían ocasionado el desprestigio europeo de  la curia romana.

Los comerciantes españoles en Flandes, mayoritariamente conversos, hicieron un acercamiento al entorno de Carlos V con la pretensión, a cambio de determinados subsidios, de que modificara el procedimiento inquisitorial, permitiendo que se conociera por los acusados la identidad de los testigos y los acusadores, pero pese a una primera impresión favorable del monarca, decayó la petición por presión de Cisneros, que ya se extendió en destacar la importancia de la Institución tal cual estaba organizada para la defensa y mantenimiento  de los Reinos hispanos.

Erasmo era la cumbre intelectual del momento. El propio regente lo había invitado a venir a España. Era admirado en Inglaterra, Flandes, Italia, Francia… los reyes y personajes de la época ensalzaban su autoridad intelectual, y el propio Carlos V lo nombra consejero. La imprenta multiplicaba la extensión de sus escritos, y entre los cortesanos del rey abundaban sus seguidores. Sin duda, el prestigio del erasmismo en España se inicia con la llegada de Carlos V a España.

Las novedades que traía el pensamiento erasmiano eras fundamentalmente, la de incidir en un cristianismo en espíritu, que rescatara la filosofía de Cristo, el amor de Dios y el amor entre los hombres, un cada vez más acentuado desafío a la escolástica, afirmaba que los cristianos lo único que tenían que hacer era recurrir a la palabra de Dios, y para saborearla bastaba con tener fe y un corazón puro… insiste en ideas pacifistas, en que para que el mundo se haga cristiano no hacen falta sabias especulaciones sino la palabra de Cristo y que ella inspirara a los príncipes, criticando a las órdenes religiosas, acremente, y al aspecto básicamente ceremonial del catolicismo tal y como venía practicándose.

Es fácil suponer la enemiga soterrada primero, abierta después, de monjes y frailes, órdenes mendicantes, teólogos y escolásticos tradicionales, que aquellas opiniones le granjeaban, contrapuestas al aprecio de sus muchísimos seguidores entre los que durante bastante tiempo se hallan los personajes más importantes de la cristiandad, y que inesperadamente y de la mano de aquella corte de Flandes llegada a España va encontrando progresivo eco entre núcleos de la intelectualidad española. No solo en los entornos universitarios, sobre todo el de Alcalá, sino también en determinados claustros, consiguiendo una enorme difusión sus teorías, junto con un odio creciente de los frailes más castizos, que veían denunciada lo innecesaria que era su presencia y apabullante predominio.

Juan de Vergara y Juan de Valdés, intelectuales españoles que consiguen acceder a la Corte, conocen las teorías de Erasmo a través de Luis Vives, y acaban entablando amistad con el filósofo, y formarían el grupo más distinguido de los impulsores de sus doctrinas en nuestro país.

Paralelamente, la reforma protestante de Lutero, que desde 1.517 clava sus tesis en Wittenmberg, criticando el uso mercantil de las reliquias por parte de Roma, y pregonando un cambio radical en la concepción religiosa, va tomando auge. Coincide en parte muchos de sus postulados con las posiciones de Erasmo, todo lo cual va llevando a que los sectores más ultracatólicos los vean entrelazados y se extienda a ambos por igual su odio y consideración de herejes.

Pese a esta posición de los intransigentes, Erasmo se mantuvo siempre equidistante, por usar palabra tan en boga hoy en día, entre protestantes  y  papistas, lo que acabó valiéndole la enemistad de unos y otros.

Nuestros humanistas, personajes situados en los aledaños del poder por sus cargos en la corte del Rey, que tan grandes progresos en orden a la difusión del nuevo cristianismo más sincero habían cosechado, a medida que la lucha entre reforma y contrarreforma avanza, y las hostilidades entre Roma y Lutero se intensifican, van perdiendo tierra. Cuando Carlos V vuelve de ser coronado emperador en Bolonia por el Papa, se dan de bruces con una situación que ha vuelto a girar, en perjuicio de aquellos ideales de un cristianismo más actual. Entonces, la venganza de los ultras no se hizo esperar.

Fallece el más caracterizado de ellos, Alfonso Valdés, en Italia, cae Diego de Uceda, que es torturado por la Inquisición, y Juan de Vergara y su hermano, de diferente apellido, Bernardino Tovar, son detenidos,  pese a ser aquel secretario a la sazón del Obispo de Toledo, y tiene que abjurar el 21 de diciembre del 1.535 en el cadalso, en plena Plaza de Zocodover, mezclado con un rebaño de oscuros penitentes según nos cuenta Bataillon, y tras  pagar la multa de mil ducados e ingresar  en prisión bajo palabra en el Monasterio de San Agustín, posteriormente el Fiscal lo vuelve a denunciar… iniciándose nuevas diligencias que no prosperan, pero le reiteran el abismo del que ya no va a poder escapar. Caen los hermanos Cazalla, también el conocido impresor Eguía, y en definitiva se le asestan todos los golpes posibles a los erasmistas, a los que se asimila con los protestantes, sobre los que la brutal presión inquisitorial se ejerce inmisericordemente. Derriban al doctor Constantino y los grupos de Sevilla y de otros puntos de España, con los mecanismos y procedimientos que ya conocemos.

En este nuevo actuar violento y fanático, destaca por su dramatismo el suceso de los hermanos gemelos Díaz, de nombres Juan y Alfonso. El primero de ellos, tras estudiar en París, Ginebra y Estrasburgo, se hace protestante, y esta última  ciudad lo designa miembro de la delegación que debería acudir a la Dieta de Ratisbona. Se  encuentra frente a él a su hermano gemelo Alfonso, del lado católico, que considera la posición del otro una grave afrenta a su familia, por haberse pasado a la herejía, y tras intentar convencerlo de que se arrepienta, sin éxito, lo hace asesinar de un hachazo por un criado suyo, al que él mismo acompaña, en la madrugada del 27 de marzo de 1.546.  El Papa y el Emperador protegieron a los culpables, que no sufrieron ninguna condena, y en el ámbito protestante se consideró que la Inquisición había organizado el crimen.

En definitiva, destruyen a aquellos que habían querido introducir una consideración de la religión basada más en los valores interiores que en las manifestaciones externas y supersticiosas, que predicaban una religión de vuelta a un cristianismo más primitivo y sin aquella inflación de órdenes religiosas, sin la  abundancia extrema de todo tipo de ceremonias, procesiones, prohibiciones. Habían intentado introducir valores de respeto a la libertad religiosa, y ello les hizo víctimas de la brutal maquinaria que ya conocemos.

Embarque de moriscos en el Grao de Valencia, pintado en 1616 por Pere Oromig. Fuente Wikipedia
“Embarque de moriscos en el Grao de Valencia, pintado en 1616 por Pere Oromig”. Fuente Wikipedia

La situación de los moriscos era muy diferente a la de los restantes perseguidos, y ofrecía peculiaridades según los distintos lugares. Las principales concentraciones de aquellos estaban en Aragón, Valencia y Granada, pues las existentes en los territorios de Castilla se habían ido disgregando o mezclando más con el resto de la población.  En Aragón alcanzaban el 25% de la población, y el 30% en Valencia. Los granadinos habían preservado su lengua, religión y cultura, al ser mucho más reciente su sometimiento y existir una serie de tratados que en principio los protegían, y que pronto incumplieron los Reyes.

Los diversos intentos de conseguir la asimilación religiosa de estos colectivos habían sido infructuosos, se organizaban forzosamente bautismos colectivos, a partir de los cuales, si transgredían posteriormente la norma eran ya considerados oficialmente como herejes.

La profesión de los moriscos era fundamentalmente agrícola, por lo que la competencia con los sectores elevados de la sociedad cristiano vieja y su posibilidad de penetración y ascenso social era nula, y por ello la visión de los dirigentes cristianos era muy distinta de la que tenían respecto de los judíos.

En 1.502, los Reyes Católicos ofrecieron globalmente a los moriscos dos posibilidades, a saber, conversión o exilio, pero como no se les dejaba marchar, la única salida real era la primera.

La elevada concentración y número de esta minoría hacía que el tratamiento fuera muy distinto al que había sufrido la judeoconversa, pues las autoridades temían sublevaciones en masa, por lo que muchas veces en lugar de procesos inquisitoriales, la represión se llevaba a cabo directamente por las fuerzas militares, que encarcelaban o mataban a aquellos con los que se había originado algún enfrentamiento. El mecanismo inquisitorial se realizaba con el objeto fundamental de ir progresivamente requisándoles las tierras, existiendo diversas suspensiones de esa presión por negociaciones pecuniarias colectivas, con ofertas de pagos a la Corona que les permitían ganar algún tiempo, aunque las intentadas en Granada, fracasaron. La represión se fue intensificando globalmente, las prohibiciones acentuándose, y finalmente la revuelta de 1.568 en Granada significó, una vez derrotada, la dispersión forzosa de esta población por el resto de Castilla.

Finalmente, en 1.609, Felipe III acordó la expulsión escalonada hasta 1.613,  que sufrió todo tipo de vicisitudes, por la protección que los grandes propietarios territoriales ofrecían a esta minoría, que llevaba la labranza de sus tierras, trabajaba en sus molinos, cuidaba la ganadería y en general, les resultaba imprescindible para el desenvolvimiento de sus latifundios. En total, fueron expulsadas unas trescientas mil personas, según los actuales cálculos.

En Murcia, fue especialmente triste la expulsión del Valle de Ricote, recogiendo una anécdota muy significativa Cervantes en su capítulo del Quijote, de nombre precisamente “Ricote”, donde Sancho se encuentra a un morisco de su pueblo que había sido expulsado y había regresado, lo que fue muy frecuente en amplias zonas de la Mancha, respecto de las que este fenómeno se encuentra documentado.

Las consecuencias humanas fueron terribles, y las  económicas graves para la agricultura en Valencia, y parcialmente también, aunque en menor grado, para Aragón, donde la despoblación de amplios territorios fue la consecuencia más directa.

Destruidas las minorías judeoconversas y moriscas, o expulsadas, aniquilados los erasmistas, humanistas, protestantes, la Inquisición tenía muchas menos víctimas sobre las que caer por motivos de herejía -no obstante lo cual los estudios más recientes llaman la atención sobre el elevadísimo número de procesos que siguieron incoando-, y por otra parte, se produce un cambio de dinastía, ascendiendo los Borbones al poder, y su voluntad absolutista hace que las relaciones entre ambas instituciones sean en lo sucesivo más complejas. El Santo Oficio se centra en perseguir delitos de costumbres, tales como la sodomía, los escándalos, los amancebamientos… sin descuidar la persecución contra un brote de judaizantes que detecta entre 1.721-1.727, y la posterior de los jansenistas.

Pero la Inquisición sigue apuntando alto y retando a todo poder, y procesa al Fiscal del Consejo de Castilla, Melchor Rafael de Macanaz, que había propuesto reducir sus competencias y hacerla depender del citado Consejo. Tuvo que huir a Francia, fue procesado en ausencia, y al volver a España lo internaron en el castillo de San Antón de la Coruña, de donde salió con 90 años.

Olavide, alto cargo de la monarquía y responsable de la repoblación de Sierra Morena, donde para llevarla a cabo impuso diversas disposiciones sobre algunas fincas agrícolas, fue procesado entre 1.775 y 1.778 por hereje, «pues no creía en milagros, negaba las profecías y el alcance de lo sobrenatural…» y declarado como tal, fue condenado a ocho años de reclusión, inhabilitación hasta la quinta generación de sus descendientes, y pérdida de sus bienes. Tras dos años de prisión en un convento, consiguió huir a Francia.

Estos fueron los casos más sonados y que más escándalo suscitaron sobre todo más allá de nuestras fronteras, pues aquí incluso entre la mayor parte de la población eran totalmente desconocidos.

Una de las actividades fundamentales durante este periodo del Santo Oficio fue la persecución del tráfico y comercio de libros, estableciendo continuas prohibiciones de importarlos e imprimirlos, y vigilando estrechamente que no fuera posible la lectura de todos aquellos, la inmensa mayoría de los de interés, prohibidos en alguno de sus Índices.

Los Borbones mantuvieron el mecanismo inquisitorial sobre todo como consecuencia del miedo a los excesos de la Ilustración, e incrementaron su apoyo a la misma tras la Revolución Francesa.

Ya en el siglo XIX, tras su intervención en España,  Napoleón la suprimió en 1.808, y las Cortes de Cádiz en 1.813, restaurándola en 1.814 Fernando VII, eliminada de nuevo en 9 de marzo de 1.820 por parte del mismo Rey obligado por el gobierno liberal, aunque los Obispos crearon los Tribunales de la Fe, en sustitución de aquella, y todavía tuvieron tiempo de ahorcar a Cayetano Ripoll, maestro catalán, el 31 de julio de 1.826. En 1.834 y presionada por los gobiernos francés e inglés, la regente Maria Cristina la abrogó definitivamente, llevando el Decreto la firma de Martínez de la Rosa.

Recordemos de todos modos que los tradicionalistas carlistas quisieron reinstaurarla a lo largo de prácticamente todo el siglo XIX, siendo uno de los principales puntos de sus programas.

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