«Somos la gente»

«Las uvas de la ira». La vigencia, 80 años más tarde, de una excelente novela y de un film extraordinario.

Bien pudiera parecer que el espacio-tiempo  abarcado por un siglo, nos aleja de cualquier similitud con el pasado… ¡Craso error! 

Los problemas sociales padecidos en tan remota época  se nos antojan ajenos, lejanos y, cualquier semejanza con la realidad vivida en el presente, se torna inverosímil. 

Con gran estupor, después de visualizar la extraordinaria película «Las uvas de la ira», he podido constatar que, salvo en nimios detalles, todo sigue igual pues se repiten las mismas situaciones, como en un ciclo infernal, sin un ápice de diferencia.

El sempiterno problema que acucia a las capas populares, en su  inmensa mayoría  desamparadas e indefensas  frente a las grandes corporaciones, sigue mostrándose con rabiosa actualidad. 

No tienen nada que envidiar los tiempos presentes, en cuanto a injusticias sociales, a aquellos que nos describe el director John Ford en éste magnífico film basado en la excelente novela del escritor John Steinbeck, reportero y autor de soberbios artículos sobre el gran crack económico  que se produjo en Estados Unidos en el año 1929 y sufrido, con dura crudeza, por sus habitantes en los años posteriores. Artículos, que fueron la inspiración  para la creación, por parte de su autor, de la obra que nos ocupa.

En la novela, la descripción de una tortuga con su casa a cuestas, en lento y silente caminar, nos pone en guardia y sobre aviso de acontecimientos que han de venir para  precipitarse, como un alud, sobre los protagonistas de toda esta historia: la familia Joad junto a otras miles de familias arrastrando su forzado desarraigo por caminos polvorientos. Acontecimientos estos, que les fuerzan a marchar cabizbajos y derrotados, como la tortuga, con su casa a cuestas, es decir, con lo puesto y poco más.

El macabro espectro de la gran depresión, sobrevuela cual ave de mal agüero los hogares, como siempre, de los más desfavorecidos.

Nos describe, a la perfección, el drama de multitud de seres obligados, por «el monstruo», a abandonar sus hogares y dejar atrás las tierras que les vieron nacer y crecer. Expulsados sin miramiento ni piedad, absolutamente desvalidos e impotentes, se ven obligados a emigrar a zonas del propio país. 

La misma indefensión y desamparo que, en la actualidad, experimentan todas aquellas familias que padecen un desahucio al  quedarse sin trabajo y verse imposibilitadas para hacer frente al pago de sus hipotecas. La precariedad laboral y el abuso por parte de la patronal tanto en una época como en  otra, adquieren dimensiones descomunales y desastrosas con una similitud desconcertante a pesar de los muchos años transcurridos.

Temas análogos, candentes y de rabiosa actualidad en la lucha de clases que pervive a través del tiempo, creando la sensación de que el estancamiento se ha instalado en una perpetua espiral de atemporalidad.

Metafóricamente, el autor de la novela, alude al «monstruo»: una entidad sin rostro que, cada día, se hace más grande y fuerte a costa del sufrimiento ajeno; deviene sumamente voraz sin importarle, en absoluto, engullir a su paso, todo aquello que ose obstruir su camino; una entidad parasitaria que no podría perdurar sin la energía  que obtiene, gracias al  sudor y esfuerzo continuo de los miles de millones de esclavos diseminados por el mundo y la sumisión de sus tiranos capataces que le abastecen de un poder absoluto. Para ello, se vale de agentes a su servicio prestándose a ser brazos ejecutores de la barbarie cometida a diario, sin calibrar el daño que pudieran infringir en sus semejantes.

Lo esencial es mantener el puesto de trabajo a toda costa y, a cualquier precio; no importa de dónde proceda la remuneración económica percibida  ni el daño que se le infrinja al vecino.

Cartel de la película «Las uvas de la ira»

En tiempos pasados como en los actuales, ese gran monstruo es la Banca y, las personas, igual que entonces, continúan siendo esclavas sometidas a una explotación brutal con míseros sueldos que no les alcanzan para vivir con un mínimo de dignidad: meras fichas desechables, cuando han dado toda su savia y no queda más jugo que exprimir.

La novela, es una  crítica abierta y contundente, por parte de Steinbeck, al monstruo capitalista. De esta forma, se define y queda clara su tendencia y convicción personal, enfocadas, hacia el socialismo; único modo, pienso, de lograr que la evolución del ser humano se manifieste en toda su magnitud.

El problema de éxodo forzoso, carencia de trabajo y falta de recursos es tocado por John Ford en este film con suma crudeza y gran maestría. Los planos, completados con la fotografía en blanco y negro que aportan a la cinta la gran fuerza necesaria para la materialización, en imagen, de aquello que se quiere transmitir, no tienen desperdicio. La película logra  comunicar la angustia e impotencia de miles de familias obligadas a dejar atrás todo lo que han conocido para lanzarse a las abisales aguas de lo incierto con la angustia de ignorar qué van a encontrar en sus profundidades. Acosadas por el hambre, sin tener nada que llevarse a la boca, con las manos hueras, emprenden un duro periplo, para alcanzar:  la nada.   

Las Uvas de la Ira. Emigrantes y pobreza.
Fotograma del film «Las uvas de la ira»

En definitiva, la eterna coyuntura que acucia a gran parte de la humanidad: la lucha por sobrevivir, aunque sea malviviendo  en condiciones deplorables e infrahumanas o, la gran lucha, con todas sus consecuencias, para recuperar la dignidad y libertad sin importar dejar la vida en el intento. 

Tal como las uvas crecen formando un racimo, los seres humanos, unidos, suman, pudiendo llegar a conformar una masa gigantesca, roja, madura y lumínica capaz de sublevarse contra toda opresión e injusticia hasta enfrentarse al mayor de los monstruos, dejando atrás los días aciagos de malestar y explotación para recuperar el bienestar y libertad que todo ser merece por el simple, milagroso y sublime acto de nacer.

Que la bestia, por muy fuerte y monstruosa que se nos muestre, tiemble, cuando acontezca el gran amanecer con su colectivo  despertar. 

La Madre, cuidadora, dadora de vida y creadora de esperanza -nexo de unión en la familia Joad y en todas las familias – lanza una frase que reverbera, repleta de esperanza, en nuestro interior: «Saldremos siempre adelante porque somos la gente».

Que cada cual, analice, reflexione y le dé su interpretación.

Tanto el libro escrito por John Steinberck como la película dirigida por Jonh Ford, son dos obras maestras dignas de ser analizadas con la gran  profundidad y atención que  merecen.

Irune Guadix

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