Gato blanco, gato negro
¿Es posible de forma simultánea prestar apoyo al ocupante sionista y defender al ocupado en Ucrania?
“Gato blanco o gato negro, da igual; lo importante es que cace ratones”. El proverbio lo aprendió Felipe González en 1985 del entonces líder supremo chino, Deng Xiaoping. Una máxima de filosofía utilitarista y un canto al pragmatismo en la toma de decisiones de gobierno que presidía entonces el dirigente socialdemócrata, y que ofreció numerosas pruebas de haber asumido la técnica felina.
En el asunto de Ucrania y Gaza, podríamos decir: “país ocupado o país ocupante, da igual; lo importante es que sea proimperialista”. En el caso de los gobiernos de la UE está clara la afiliación. Con ser obedientes al Tío Sam sobra, pero, por si algún gato se despista, vigilan permanentemente el reflejo sociopolítico del belicismo en nuestras masas ciudadanas machacadas por la guerra híbrida mientras los representantes políticos, como gatos de diferentes colores, (comparen a Borrell y Úrsula) pero idéntica intencionalidad, nos demuestran cada día lo poco que les impresiona ni les contiene la existencia del Derecho Internacional humanitario.
La administración estadounidense, con la participación subalterna de la UE, sostiene con envío de armas, financiación e instrucción militar a Ucrania. Un país cuyo actual régimen es heredero de un golpe de estado en 2014 promovido por el imperialismo, y cuyo territorio ha sido ocupado en la zona de población rusa por el Ejército de la Federación de Rusia mediante la llamada operación militar especial. ¿Se puede ser cómplice de los crímenes de guerra del ejército israelí ocupante de Palestina y defender al mismo tiempo la integridad territorial de Ucrania frente al ejército ruso? ¿Es posible de forma simultánea prestar apoyo al ocupante sionista y defender al ocupado en Ucrania? ¡Qué raro!
Tal es la posición occidental en ambos escenarios de conflicto que tienen un común denominador: el imperialismo está dispuesto a desencadenar guerras cruentas por todo el mundo con el objetivo de no perder su actual hegemonía, utilizando la vía armada y las sanciones económicas contra todos los pueblos que manifiestan voluntad de recuperar su soberanía política, económica y social. En unos casos, como en Ucrania y Palestina, utiliza la guerra, incluida las prácticas terroristas. Y en Gaza, además, con el genocidio. En otros supuestos impone bloqueos económicos para impedir el desarrollo de los pueblos que luchan por su emancipación, como en Venezuela, Cuba o Nicaragua, por citar algunos de ellos. Y siempre moviliza a una cohorte palaciega y mediática encargada de detallar y publicitar la lista de nobles objetivos que, según nos cuentan, justifican vender guerras y armas, de palabra y de obras, para sostener al desfalleciente imperio yanqui y para que no cese el expolio total de los pueblos y los territorios que guardan alguna riqueza material o valor estratégico, que deben ser rigurosamente controlados para que la soberanía y la independencia desaparezcan del mapa político y del pensamiento de las masas, intoxicadas por una permanente campaña mediática de implantación en la “opinión pública” de los valores más convenientes para el imperialismo.
Hay personas que denuncian la incoherencia de que el imperialismo y la UE actúen de igual manera con el país ocupante y con el ocupado, sin distinguir las diferencias que los separan. En realidad, lo que exponen es su propia incoherencia, porque el comportamiento del imperialismo, la OTAN y la UE es perfectamente coherente con apoyar el genocidio de Palestina y de forma simultánea enviar sofisticadas armas, financiación y preparación al régimen de Zelenski para combatir a Rusia hasta que muera el último ucraniano.
Ambos escenarios bélicos responden al carácter internacional de la lucha de clases y expresan las agresiones del imperialismo que sufren los pueblos que promueven la defensa de su soberanía, la independencia y el legítimo derecho a la autodeterminación. Desgraciadamente también seguimos discutiendo y comentando sobre el color de los gatos.