La pandemia (2): Sálvese quien pueda.
Las sociedades que se han visto más devastadas por el feroz individualismo, o que dentro de ellas campean a sus anchas amplias capas de población privilegiada, que se pueden permitir prescindir del beneficio de las medidas colectivas, son las que apoyan el «sálvese quien pueda» frente a la actual pandemia.
4.- El sustrato político e ideológico de la «convivencia con el virus» y la estrategia «occidental».
El diario Público nos recordaba, el día 9 de abril de 2013, aquella frase de Margaret Thatcher, con la que subrayaba su cruzada contra los servicios públicos del Reino Unido, en su lucha por la implantación del máximo ultraliberalismo: la sociedad no existe, solo existe el individuo.
En Estados Unidos, su aliado Ronald Reagan, con la misma filosofía, impulsaba idénticas políticas, que tuvieron enorme eco e influencia a escala mundial.
En el momento actual y ante la grave crisis que estamos padeciendo, no todos los países capitalistas han reaccionado igual. Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, han adoptado la estrategia de erradicación del virus. Los habitantes de los dos primeros lo constituyen descendientes de colonos anglosajones, por lo que no vale aludir a la socorrida explicación sobre diferencias étnicas para explicar la mayor sumisión de aquellos a las medidas colectivas.
En el mismo sentido de combatir el virus ya hemos visto que han actuado China, Vietnam, Mongolia y otros países del hemisferio oriental, con independencia de su sistema económico. Por su parte, las medidas de salud pública seguidas en Cuba han arrojado resultados mucho mejores para su población que la seguida en los países capitalistas occidentales.
Por tanto, no siendo el régimen socio económico predominante en cada país el que explica exclusivamente la adopción de una u otra estrategia para afrontar la problemática del covid 19, vemos muy verosímil la hipótesis de que en aquellas sociedades en que el ultraliberalismo económico no ha conseguido destruir los principios esenciales de conceptos tales como el del bien común, en que aún se considera, al contrario que Thacher, que la sociedad sí existe, que los seres humanos estamos vinculados y dependemos unos de otros, que ha de concurrir una mínima base de solidaridad, que el concepto de comunidad mantiene su valor, son las que han antepuesto a toda otra consideración, el valor de la salud pública, y han concluido que no puede haber desarrollo económico sin la primacía de aquella. Por el contrario, las sociedades que se han visto más devastadas por el feroz individualismo, o que dentro de ellas campean a sus anchas amplias capas de población privilegiada que se puede permitir prescindir del beneficio de las medidas colectivas, son las que apoyan el «sálvese quien pueda».
Este razonamiento es trasladable no solo a las distintas posturas de los diversos países, sino a las posiciones de las diferentes clases en el interior de cada país. Los burgueses acomodados pueden aislarse, no tienen que ir obligatoriamente al trabajo, eluden el transporte público, tienen a su servicio personas que sufren los riesgos de la transmisión mientras se los evitan a ellos… éstos son los que en el barrio de Salamanca gritaban «libertad, libertad» contra las medidas que les impedían campar a sus anchas, incapaces de comprender que tuvieran que soportar las mismas restricciones que el personal de a pie.
Precisamente la verosimilitud de esta hipótesis se confirma concretamente en el caso de Madrid, comunidad campeona del ultraliberalismo, que es donde confluyen de manera patente el despilfarro, con el macro hospital Zendal que a estas alturas ya ha triplicado lo presupuestado de costes, para no estar luego ni dotado de quirófanos, pero que prolonga la actuación de los anteriores gobernantes, Esperanza Aguirre e Ignacio González, de realizar obras faraónicas que son las que dan lugar a jugosas comisiones, con el permanente recurso a la sanidad privada, el desmantelamiento de la pública, y la laxitud o total negativa a la adopción de cualquier medida restrictiva o que anteponga los intereses comunales a los privados.
A mayor derechismo en el que se sitúan gobiernos o ciudadanos en el espectro político, mayor es su oposición a toda coerción mínima necesaria para salvaguardar la salud pública.
El ejemplo máximo de negación de la adopción de cualquier medida colectiva es el que vemos en los Estados Unidos, país en el que los seguidores de Trump se niegan incluso a medida tan poco onerosa y sí útil para proteger a los demás, como es el de llevar mascarilla. En sentido análogo actúa el Brasil de Bolsonaro.
En este coro de enemigos de lo público no pueden faltar los que justifican su negativa a someterse a los intereses colectivos con el argumento de que solo la divinidad puede salvarlos, los fomentadores de todo tipo de supercherías, los telepredicadores, y un largo etc. de la pobre mano de obra que es movida y manipulada a su antojo por los poderosos.
Por último, en esta reflexión debemos aludir al caso de Japón, país capitalista donde los haya pero en el que no se han destruido como en los occidentales los vínculos comunitarios y sociales, hasta el extremo de que basta la indicación del gobierno para que se adopten y acaten por parte de los ciudadanos los mecanismos de protección colectiva que se les piden, y han ido siguiendo de consuno con notable buen resultado.
5.- La situación actual y las vacunas.
Veíamos anteriormente que una vez finalizada la desescalada del estado de alarma adoptado en marzo, insertos ya en las estrategias de salvar el verano, los puentes, las navidades, y diluido en las bonanzas de la «cogobernanza», el ejecutivo pasó de sostener la necesidad de adoptar medidas activas contra el virus, que tomaba cuando la situación ya desbordaba el sistema de salud, a dar un paso atrás, recordar que las competencias recaían en las CCAA, y mirar de reojo las encuestas y los consejos de que el actuar conlleva desgaste, y ya puestos, que lo sufrieran quienes previamente se habían centrado en atacarle.
Avanzando en el terreno de la peor politiquería, se combinaba la desidia, con la esperanza de que ya vendría la vacuna como panacea universal a sacarnos del problema, aventurada hipótesis adoptada en un momento durante 2020 en el que todavía no se contaba con la puesta en el mercado de dicho instrumento.
Todo tiene el cansino aroma de lo ya visto, lo ya vivido, el martilleo para «salvar la Navidad», el fingimiento de sorpresa al comprobar el extraordinario incremento de los contagios que se produce tras cada «salvación», cuando era algo que se sabía que iba a ocurrir, los sonsonetes de llamadas a la responsabilidad individual, la retórica petición de las Autonomías para que se les amplíen las competencias en orden a la adopción de medidas restrictivas, la negativa a aprobarlo por parte del gobierno, que aparece ahora como el paladín de la laxitud, por lo menos hasta que hayan finalizado las elecciones catalanas…
Mención especial merece la actuación a nivel nacional de la dirección de Podemos. Ante uno de los más graves problemas que ha sufrido nuestro país en los últimos cien años, que ocasiona gravísimo daño a la salud pública y daña fundamentalmente a las personas más vulnerables y a los de más humilde condición, la posición de este partido ha sido, vergonzosamente, no tomar posición.
Excluyo de esta opinión negativa a las portavoces de Podemos y de Mas Madrid en el Parlamento de la Comunidad de Madrid, donde han combatido a Ayuso con más energía que el exangüe Gabilondo.
Su líder, de gran locuacidad, que no duda en opinar sobre lo divino y lo humano, y su portavoz parlamentario, no han adoptado la menor postura sobre si era adecuada la estrategia seguida de convivir con el virus, si debía debatirse sobre la consistente en ir a exterminarlo…el partido que se atribuye la representación de los sectores populares en España, inconcebiblemente, a nivel general, se ha lavado las manos.
En esta tesitura, cuando según el ex ministro socialista Miguel Sebastián, catedrático de economía de la Universidad, el gobierno ha optado por tirar la toalla y no tomar medidas activas para evitar la transmisión comunitaria, fiados únicamente a la expectativa de las vacunas,[i] esgrimiendo su vehemente sospecha de que parece que se ha optado por facilitar el contagio masivo con la esperanza ilusoria de obtener la inmunidad de grupo, pero sin confesarlo abiertamente, Podemos guarda silencio. Y lo hace incluso ante la opción que se ha adoptado, sin el menor debate público ante la sociedad española, de aprovisionarse y utilizar exclusivamente las vacunas producidas, con dinero público, claro, por las multinacionales de la Sanidad, que constituyen un auténtico oligopolio, sin el menor análisis sobre las ventajas e inconvenientes de las producidas estatalmente en Rusia y China, sin la menor evaluación de las características, beneficios, riesgos y costes que estas últimas entrañarían, desdeñándolas en beneficio de las del oligopolio con carácter previo y sin la menor ponderación.
Ahora mismo estamos viendo como AstraZéneca se ha burlado de las autoridades comunitarias, suscribiendo con ellas unos contratos abusivos, en los que de manera inaudita no se ha establecido por parte de la CEE ni una cláusula de penalización que salvaguardara los intereses de los quinientos millones de europeos para el caso de incumplimiento del contrato, redactado de propósito con total opacidad, y sin que conozcamos si sus carencias son producto de la incompetencia o de las más perversas motivaciones.[ii] Pues bien, dentro de la dimisión que Podemos a nivel nacional ha llevado a cabo en todo lo relacionado con la pandemia, tampoco conozco que haya introducido en el debate político este asunto, más allá de, a clavo pasado, la última declaración de su líder de que no le temblaría el pulso, eso sí, en condicional, para decretar la nacionalización de algún laboratorio, proclama retórica que recuerda las múltiples veces que ha dicho estar dispuesto a dejarse la piel para salvarnos.
Finalmente señalaré que el fracaso de la estrategia del «verlas venir», de «convivir con la pandemia», ha favorecido la extraordinaria expansión del virus, y ya es sabido que cuanto más se incrementa, más se facilitan las mutaciones, y el surgimiento de nuevas variantes que pudieran escapar de los efectos preventivos de las vacunas.[iii]
Ante todo esto, lo menos que se puede pedir es la adopción del debate que hasta ahora se ha hurtado, y dado el previsible fracaso de la estrategia de vacunación global con las vacunas de los laboratorios privados, que se tome en consideración y se evalúen las vacunas china y rusa para proteger a la mayor parte de la población española, antes de que las nuevas variantes acaben de producir una hecatombe.
Además, aunque sea a posteriori y dado que todavía desconocemos en que va a concluir todo este proceso, se está poniendo con toda crudeza lo esencial que resulta el debatir críticamente todo lo ocurrido, las estrategias a seguir en lo sucesivo caso de no dominar la transmisión, los problemas derivados de las deficiencias surgidas como consecuencia del abandono de los servicios públicos, las consecuencias del liberalismo, y en fin, los múltiples asuntos que el acuciante problema que estamos sufriendo ponen de manifiesto, desde el maltrato dado a la tierra, hasta la persistencia de un mal sistema de gobierno a nivel general y de un sistema económico según el cual unos pocos continúan dominando toda la economía y los resortes políticos a escala internacional en perjuicio de la mayoría social.
Alberto García
[i] La Sexta, 7 de julio de 2020, entre otras muchas intervenciones en el mismo sentido.
[ii] Cadena Ser, A Vivir que son Dos días, 1 de febrero de 2021.
[iii] wwwrtve.es, 31 de enero de 2021.
La estrategia de las tres ultraderechas ha sido muy clara, no en vano fra-Casado decía que había que convivir con el virus, él, claro, sabe que no va a morir, como el españo-lazo del alucinado del partido que tiene como nombre un diccionario y la remilgada montapollos de Arrimadas. Demasiados muertos, uno sólo es ya demasiado, para salvar la Navidad, en la que el Gobierno ha transigido ante los poderes económicos para los que trabajan las ultraderechas, pues hay una quintacolumna neoliberal en el Gobierno. Pero lo peor habría sido que el Gobierno central hubiera sido de las tres ultraderechas, todas fascistas, pues si gobernaran esos nos estaríamos comiendo como zombis.
Dentro de lo malo, podía haber sido mucho peor.
Pingback: La pandemia (2): Sálvese quien pueda. — Hojas de Debate – COOPERATIV@S