El miedo

Los spots publicitarios de Enrique Santiago en el diario Público, son la reacción alarmada de quien ve que, por primera vez en la historia del PCE, hay un candidato y una candidatura alternativa, territorialmente mayoritaria, fraguada desde la base y que se fija como objetivo el de levantar al PCE rescatándolo de la irrelevancia.

Dicen que el miedo es libre, pero hay a quien el miedo le puede y va desde publicitarse obscenamente en la prensa a sacar del fondo de armario a veteranos militantes, y no tan veteranos, aunque pasen por ello, para intentar, en un penúltimo esfuerzo, que le saquen las castañas del fuego y le libren del voraz incendio que el mismo prendió y avivó.

Después del extenso spot publicitario en Público, formato entrevista, de E. Santiago, nos llega una carta que, con el pretexto de hacer un llamamiento por la paz y utilizando la guerra de Ucrania como excusa, termina haciendo un llamamiento a la MÁXIMA UNIDAD en el próximo Congreso del PCE.

Echar mano de las/os veteranos puede ser un salvavidas, a la desesperada claro, se acude a él cuando se percata de que en el banquillo no queda más que un vacío atronador.

La extensa e intensa campaña mediática del actual secretario general del PCE es muestra del susto que tiene metido en el cuerpo, nunca llegó a pensar E. Santiago que, en un partido tan disciplinado como el PCE, le surgiese una oposición tan bien organizada, tan extensa y con tantos argumentos y propuestas.

No deja de asombrar, por lo insólito, que se renuncie con peregrinas excusas, la presencia en el XXI Congreso de las delegaciones externas de los partidos hermanos. Indigna, por lo facha y reaccionario, que no se acredite a la prensa. Esto no lo hace ni Vox, que al menos invita a los de su cuerda. El miedo juega malas pasadas.

Y aún sorprende más, sobre todo a algunos acostumbrados al ordeno y mando, que esta militancia rebelde no se achante ni se achique, aunque la acusen de fracción, oportunismo, izquierdismo o cualquier otro calificativo anatematizante.

La otra cara de la campaña mediática son los propios medios que se prestan y afanan en la defensa personal del secretario general, no como líder insustituible, que no lo es, sino como representante de unas determinadas políticas -pactismo a ultranza, institucionalismo, desmovilización, “real politik”,…- que son muy del gusto y agrado de la socialdemocracia en su férreo empeño por administrar el capitalismo y de los poderosos para mantener y sostener su hegemonía de clase.

Como dice el refrán “la cabra tira al monte” y los medios, que ya sabemos en manos de quienes están, no dudan en tirar para lo suyo y los suyos.

A la socialdemocracia, las/os comunistas se les han atragantado siempre y nunca han cesado, recuerden aquello de la “casa común”, en su empeño de intentar hacer volver al redil, socialdemócrata claro, a aquellos que en un momento decidieron que por la senda socialdemócrata el capitalismo lo tenía a huevo y la emancipación de la clase trabajadora y el comunismo pasarían de ser una utopía, posible, a una quimera, imposible, recuerdan a Julio Anguita. 

Porque las quimeras, ya se sabe, no existen sino en la imaginación, en el magín que diría Sancho, lo que le viene como anillo al dedo a la socialdemocracia que se contenta con administrar la finca sin tocarla, más allá de hacer algunos apaños para mantenerla lo más cuidadita y firme posible.

Los spots publicitarios de Enrique Santiago, en el diario Público, son la reacción alarmada de quien ve que, por primera vez en la historia del PCE, hay un candidato y una candidatura alternativa, territorialmente mayoritaria, fraguada desde la base y que se fija como objetivo de levantar el PCE rescatándolo de la irrelevancia.

El secretario general saliente no duda en señalar a la militancia, a “determinados compañeros”, como responsables de “falta de observación de los principios mínimos de funcionamiento interno” y a los que acusa de ir “reabriendo automáticamente los debates” y dificultar “la aplicación de los acuerdos alcanzados”. 

Lo que no dice E. Santiago es que, en ocasiones, muchas, el debate interno, exhaustivo y hasta cansino es la resultante de mantener órganos, como ejemplo el caso de Canarias, ineficaces, con el único objetivo de cerrar el paso a quienes conciben al partido como algo vivo e inserto en la sociedad, como instrumento de transformación social y superación del capitalismo.

En Canarias  tenemos un Comité Nacional paralizado, ausente desde hace años, ajeno a la realidad y contestado por la mayoría de la militancia. Un órgano en el que sus miembros, los que quedan, se arrogan, incluso ante instancias partidarias superiores, una representatividad de la que carecen y, por si fuera poco, esto con conocimiento, apoyo y aliento del entrevistado secretario general.

Para Enrique Santiago la presencia del PCE en el gobierno, ha evitado que se tomen medidas neoliberales, según su particular y errónea opinión. Al mismo tiempo indica que no se ha podido soslayar que se adoptaran decisiones “sumamente insatisfactorias y erróneas”, que están pasando factura a la izquierda y sobre todo suponen, en el caso del Sahara, el abandono de todo un pueblo en manos de un déspota autócrata como Mohamed VI, con consecuencias tangenciales como la masacre de la valla de Melilla o el recrudecimiento del enfrentamiento entre Marruecos y Argelia.

Ilustración: Francisco Fernando Serrano.

Esta contradicción la soluciona E. Santiago con una sencilla frase “no hemos participado, nos las hemos encontrado adoptadas”. A mí que no me miren, que diría el otro.

Enrique Santiago juega al gato de Schördinger, vivo o muerto o las dos cosas a la vez. Dentro del gobierno y marcando el paso al PSOE y/o dentro del gobierno ninguneado por el PSOE.

Resultan curiosos los calificativos empleados para aquellas decisiones que se dice no compartir y tomadas, como si eso fuese posible, en exclusiva por la parte socialista del gobierno.  Se rebaja la importancia y trascendencia de las mismas calificándolas de “insatisfactorias y erróneas”, pero si las tomara un gobierno en el que no se participase serían entonces decisiones contrarias a la humanidad, a la paz, a la solidaridad con los pueblos oprimidos, a las resoluciones de la ONU, a la legalidad internacional, a la clase trabajadora, a la democracia, a….

La manifiesta intención de E. Santiago, aunque la revista de llamamientos a la unidad y la integración, aunque acuda a la reserva, aunque se rasgue las vestiduras en un ejercicio de hipocresía política, aunque se exculpe en los otros, es continuar por la senda emprendida que, parafraseando a Juan Torres López, es la  disipación y evaporación del PCE como instrumentos para transformar la realidad y superar el capitalismo, la misma que llevó en su momento al PCI y a otros partidos comunistas a su demolición y extinción.

Es posible impedir la desaparición del partido, es posible colocar al PCE en el centro de la movilización de la clase trabajadora, es posible que el partido cumpla con su compromiso de clase. Está en manos de las delegadas y delegados al XXI Congreso. Hagámoslo posible.

José Molina Ramírez, militante del PCE.

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