El drama humano de los temporeros en Alcalá la Real

Las deplorables condiciones de vida que cada año sufren los temporeros del olivar, invisibles a ojos de las administraciones públicas y de gran parte de la sociedad.

Corresponsal en Alcalá la Real. JAÉN

Alcalá la Real es un municipio de Jaén, situado en la comarca de la Sierra Sur. Su núcleo se compone de unos 17.000 habitantes mas unos 4.500 habitantes repartidos en 15 aldeas y la ELA de Mures.

Alcalá es tierra de “frontera” enclavada entre las provincias de Granada y Córdoba. Su economía, como gran parte de Andalucía, es el sector agrario –aceitunas principalmente, una incipiente producción de espárrago y cereza, unida ésta a un importante «centro de elaboración» de plástico y materiales agrícolas –mallas, fardos para la aceituna, y otros derivados del plástico-.

Como consecuencia de las labores de recogida de la aceituna, año tras año —y son muchos años—, vienen temporeros a primeros de noviembre, en su mayoría marroquíes y sub-saharianos, a trabajar en la recogida de la aceituna.

La actual situación económica hace que, al igual que en anteriores años, la demanda de obreros que quieren trabajar sea superior a la oferta de trabajo y de alojamiento, por lo que, desde Izquierda Unida, hemos considerado que hay que realizar un esfuerzo desde el Ayuntamiento con carácter de urgencia, para terminar con el drama de los inmigrantes en Alcalá la Real. Drama dantesco, que estas personas están sufriendo en una lucha por mejorar sus vidas.

El lugar donde «viven» no reúne ninguna condición para estar allí. Y no podemos mirar para otro lado, están entre nosotros y tenemos la obligación ética de darles nuestro apoyo. Los problemas se amontonan como por ejemplo:

  • El albergue que se les ofrece se queda pequeño, y las exigencias para ser admitidos, son tener papeles. Solo pueden permanecer tres días.
  • Su principal dificultad es el acceso a una vivienda digna. Los arrendadores no les alquilan por ser inmigrantes y la mayoría de los dueños de los tajos no les dan cobijo.
  • Otro problema es el desconocimiento de sus derechos. Los que piden o reclaman algún derecho los reprimen. Firman sin saber lo que firman.
  • Les pagan menos que a los demás jornaleros.
  • No les apuntan ni les abonan todos los jornales.
  • Falta de estabilidad laboral, ningún jornal seguro.
  • No se cumple la ley ni con papeles ni sin papeles.

Nuestras propuestas

  • Buscar un lugar de alojamiento con carácter urgente para estos hombres y mujeres, sabemos que hay edificios públicos vacíos y las iglesias cerradas.
  • La creación de una oficina integral de información, donde los inmigrantes puedan acudir a informarse de los tajos y de las peonadas que hay. Con control para evitar la explotación horaria y salarial.
  • Implicación de los sindicatos del campo, que atiendan a los temporeros.

La inmigración en Alcalá la Real no es algo nuevo. Desde hace varias décadas son muchos trabajadores que vienen al municipio para trabajar, aprovechando la temporada de recogida de aceituna. Los patronos no quieren ni contratan a mujeres sean de donde sean. Estos jornaleros no buscan otra cosa que una vida digna a través de un salario decente, algo que no consiguen ni de lejos.

Seguramente todos los residentes en Alcalá la Real han pasado alguna vez frente a la estación de autobuses de la localidad y conocen la situación. Muchas personas es posible que no quieran verla, puesto que genera incomodidad. Pero es inevitable; es una realidad que está frente a nosotros y que, por tanto, hay que afrontar. Hace tiempo que se debería haber dado solución a este asunto que, sin embargo, continúa como siempre. Pareciera que nos hemos acostumbrado a observar desde la distancia y con cierta desgana a esos inmigrantes que tan solo buscan dignidad y respeto.

¿Dónde se encuentran los derechos de estos trabajadores? ¿Se respetan? Realmente no. Y, de hecho, es algo que en Alcalá la Real se sabe, pero se desecha. No tienen vivienda, a pesar de que muchos de ellos quisieran pagar un alquiler. Aunque tienen derechos laborales, no se respetan: cobran menos que un jornalero español y no se les reconoce todos los jornales que hacen. Y esto, como era de esperar, lo cuentan con una resignación serena. Saben que estas son las circunstancias y no cuentan con la posibilidad del cambio; simplemente conviven con ello.

Los empleadores aprovechan el desconocimiento de las leyes por parte de los inmigrantes, por lo que la explotación a la que están sometidos es, aún si cabe, más lamentable. Firma aquí. Firma allí. Pero no leas nada, no vaya a ser que sepas cuáles son tus derechos y los reclames. Se solicitan inmigrantes ignorantes, que no exijan absolutamente nada y trabajen bien. Como explica un jornalero, «si no hay derechos, para qué queremos papeles».

Y qué decir del trabajo del aceitunero. Desde luego, no es fácil, y conlleva un gran esfuerzo físico que requiere descanso para continuar al día siguiente con la rutina. Pero no para estas personas; ellos tienen suficiente con dormir en unos cartones, en condiciones insalubres y con una alimentación mísera. O eso debemos pensar. Porque de otro modo es incomprensible que permitamos que estas personas vivan en estas circunstancias. No saben dónde dormirán cada noche, no saben si comerán o no, no saben si tendrán trabajo al día siguiente.

¿Qué se hace por ellos en este pueblo? Darles tres días en un albergue. De toda la temporada de recogida de aceituna, cada una de estas personas puede pasar tres días bajo un techo decente. Ni uno más. El resto de los días, que se busquen la vida como puedan. Si no tienen un colchón, una ducha con agua caliente y algo que echarse a la boca, no es nuestro problema.

Debemos tener conciencia de clase y sentido común; España ha sido y es un país de emigrantes. Cuando no tenemos posibilidades de tener una vida digna en nuestro país intentamos sobrevivir. Y eso es lo que hacen esas personas que cada día vemos frente a la estación de autobuses. Ellos, además, se encuentran en la coyuntura de que cuando llevan trabajando en España más de diez años, caso frecuente, sufren el desapego tanto de su país de origen como del país receptor. Aquí los tratamos con inquina, y allí se empiezan a sentir extranjeros. Incluso los que llegan con formación y estudios superiores son desdeñados. Buscamos mano de obra barata, silenciosa y servicial. La mayoría son campesinos, qué ironía.

Ya está bien de hacernos pasar por ciegos y sordos. Tenemos entre nosotros personas con derechos. Solo piden lo que cualquiera de nosotros queremos tener: techo, comida, agua, trabajo. Merecen respeto, dignidad y apego. Hay que denunciar públicamente una situación inhumana que nos retrata como sociedad: si seguimos permitiendo que los jornaleros no cuenten con un respaldo institucional, estamos dilatando esta infamia.

Reproducimos a continuación una comunicación que formuló Izquierda Unida el pasado 5 de diciembre de 2019 en el Ayuntamiento de Alcalá la Real, dirigido a la concejala María Mercedes Linares Gonzalez. Dice así:

En la noche del pasado 3 de diciembre de 2019, se contabilizó un total de 63 personas durmiendo en las calles de Alcalá la Real, fundamentalmente en los andenes de la Estación de autobuses, pero también en diferentes cajeros automáticos y soportales de la avenida de Andalucía.

Considerando la obligación legal y ética, que se desprende del artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sobre el derecho a la vivienda. El artículo 47 de la Constitución Española donde establece, «el derecho al disfrute de una vivienda digna y adecuada, siendo los poderes públicos los responsables de promover las condiciones necesarias y de establecer las normas adecuadas para hacer efectivo este derecho ». Además, la observación general número 4 de la ONU, que habla del derecho a una vivienda digna adecuada.

Solicitamos que esta situación sea subsanada en el menor tiempo posible, dado su carácter de urgencia humanitaria. La apertura de dependencias municipales y su acondicionamiento óptimo, es una medida totalmente necesaria, porque la oferta de plazas en los albergues municipales es insuficiente. Esta situación es un hecho indiscutible, que durará toda la campaña agrícola.

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