La extrema debilidad organizativa y formativa de las bases del PCE, permite la deriva ideológica de su dirección

Que las bases del PCE tienen un déficit formativo desde hace 40 años, no es un secreto para la dirección del mismo, lo que indica que esta situación o es buscada o es aprovechada para poder disponer de la organización a su antojo.

Parece paradójico que en tiempos de la dictadura y la clandestinidad, los y las militantes del PCE tuvieran una formación ideológica inmensamente superior a la actual, si tenemos en cuenta que entonces el acceso a los materiales de formación era prácticamente imposible y lo poco que había, pasaba de mano en mano en las reuniones clandestinas de las células comunistas. Pero por eso mismo, por estar en clandestinidad, la organización era consciente que tenían que seguir la máxima que decía que «allí dónde hubiera un militante del PCE, estaba el PCE».

Las condiciones de la dictadura hacían necesaria la máxima preparación ideológica de los militantes que día a día se jugaban la cárcel o la vida a la hora de explicar el programa político del Partido en sus centros de trabajo o en sus ámbitos sociales, por eso era fundamental que se instruyera a la militancia y que se tuviera la mejor formación posible. Pero resulta paradójico que cuando el período de la mal llamada transición permitía el libre acceso a todo material disponible y la libertad de reunión junto con la legalización del PCE, la formación comenzara a dejarse atrás, sustituyendo su fundamental labor a la hora de fomentar la Conciencia de Clase, por la de la participación en los procesos electorales, sustituyendo el papel del militante por el del “pega carteles”.

Inexorablemente, la deriva ideológica que las doctrinas y prácticas carrillistas y eurocomunistas supusieron sobre la vida orgánica del PCE, conllevó la transformación de un partido revolucionario organizado en células, que pretendía ser vanguardia de la Clase Obrera a un partido de “masas” que solamente se activara para la praxis electoral, objetivo y fin último de los intereses revisionistas de las distintas direcciones que hasta ahora se han sucedido en el comité central.

De ahí que la paupérrima situación ideológica y orgánica en la que nos encontramos en el actual PCE, es la consecuencia lógica de todo lo acontecido anteriormente, y que no fue más que la estrategia entreguista de una organización que olvidó la práctica revolucionaria para abrazar el reformismo socialdemócrata.

En la provincia de Granada, esta situación está lastrando a nuestra organización de una forma tal, que en la práctica casi la ha hecho desaparecer, impidiendo en la mayoría de los casos, la propia existencia de órganos en los que poder realizar la más básica de las tareas organizativas, como es la de las reuniones periódicas de los núcleos, que salvo en contadas excepciones, apenas se reúnen dos o tres veces al año, siendo especialmente grave la situación del núcleo de Granada ciudad, que estuvo más de un año sin reunirse y que ahora cuenta con una gestora que antes de la pandemia, tan sólo se había reunido en un par de ocasiones para dar cuenta de los nombres que la componen.

Pero esto no es una excepción si tenemos en cuenta que el comité provincial del cual formo parte, desde hace un par de años, prácticamente nunca ha sobrepasado la veintena de miembros en sus reuniones cuando el número de los mismos llegó a ser más de 80.

Es imposible apelar a la organicidad o a la militancia de los comunistas si los núcleos no se reúnen, si los núcleos no son capaces de dar formación para que los y las comunistas tengan la capacidad suficiente para exportar el programa de su Partido a la sociedad, es imposible si además los objetivos de la dirección de su Partido no están en consonancia con lo aprobado por el XX Congreso, es imposible que la militancia actúe buscando de manera consciente socavar dentro de sus posibilidades el régimen del 78, cuando la dirección de su Partido está sosteniendo un gobierno que defiende la vigencia del mismo.

Todo esto hace imposible en la práctica, que haya personas con inquietudes sociales, con inquietudes revolucionarias, que quieran acercarse al PCE, cuando miembros de la dirección del mismo forman parte de un gobierno Neoliberal a las órdenes de Bruselas, de la OTAN, con participación activa en sus misiones militares y decisiones políticas y monárquico, que defiende la figura del jefe del Estado herencia del franquismo, y sobre todo, cuando la dirección de su Partido está dirigiendo al mismo hacia una disolución orgánica en PODEMOS.

Pero todo esto no debe ni puede ser una sucesión de hechos inevitables, sino todo lo contrario, y es que hay una solución posible para rescatar al PCE de la inminente desaparición ideológica y organizativa.

Esa solución es la realización de un congreso extraordinario sobre la base del XX Congreso, que permita cambiar de abajo hacia arriba a todas aquellas direcciones de los órganos que están colaborando con su silencio o con su complicidad esta deriva ideológica.

Debemos exigir en cada uno de nuestros núcleos y órganos de participación, la dimisión de las direcciones que no están a la altura por uno u otro motivo, debemos exigir ese Congreso que depure a la organización de los elementos perniciosos que han llevado al PCE a esta situación.

De ese Congreso Extraordinario han de salir direcciones comprometidas con la línea Marxista-leninista marcada en el XX Congreso, que implementen el cambio ideológico del programa del PCE, que adapten la organización a la realidad de la Clase Obrera, que sean capaces activar a cada militante a través de la formación y las tareas individuales y colectivas, que sean capaces de convertir al PCE, en el partido de vanguardia revolucionaria que la historia le otorgó desde los gloriosos tiempos de Pepe Díaz y la Pasionaria.

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