Málaga, ciudad vaciada

Tuvo que venir un virus, algo impensable, para que una ciudad festiva y bulliciosa se convirtiera en un plis-plas desértica y silenciosa. Los extranjeros desaparecieron y una parte de la ciudadanía, miedosa y disciplinada, se recluyó en sus domicilios. Las noticias sobre la pandemia eran ávidamente consumidas. La enfermedad comenzó con fuerza convirtiendo a Málaga en la ciudad con más casos de contagios de toda Andalucía.

Corresponsal en Málaga

La infraestructura sanitaria parecería a priori ser suficiente, pero había que desmenuzar datos. De las 5.000 camas hospitalarias de la provincia algo más del 46% son privadas. Ello le concede el «privilegio» de ser la provincia andaluza con una mayor sanidad privada. En  el  resto  de  Andalucía  las  camas privadas son de alrededor del 25 %. Pese a las declaraciones institucionales las camas y UCIs privadas no fueron utilizadas en el combate contra la pandemia, lo mismo que sucedió en el resto del estado.

En toda la provincia existen 130 residencias geriátricas, de las cuales el 83% son privadas. Se detectó coronavirus en 40 de ellas, no obstante en este epígrafe no fue la provincia más afectada. 

Se sabe que el turismo es el motor de Málaga, casi un «monocultivo» en el que el sol y playa están asegurados, mientras que el cambio climático no diga lo contrario. Si en el 2019 llegaron al aeropuerto 20 millones de pasajeros la suspensión repentina de vuelos desplomó a cero su actividad. Como paso siguiente los apartamentos turísticos, hoteles, restaurantes, chiringuitos, comercios, etc… se vaciaron y cerraron. La pandemia obligó a suspender varios acontecimientos festivos, a saber, su «piadosa» Semana Santa, el Festival de Cine, y otros muchos eventos socio-turísticos. 

Entre bancos de alimentos y comedores sociales se están repartiendo 30 toneladas de alimentos a la semana a quienes están en total desamparo. 

Lo que todo lo descrito trae consigo, además de la extensa economía sumergida, inmensa y sin ninguna cobertura social, es un aumento del número de parados descomunal. Los ERTEs, eso que tanto gusta a los empresarios, alcanza en Málaga la nada desdeñable cifra de 80.000, a lo que hay que añadir las familias a las que les afecta la situación. Apenas un 50% se ha reincorporado al trabajo, y habrá que observar cuantos ya no volverán a él. Los ERTES son situaciones precarias que al final aumenta el desempleo.  Frente a esta situación la organización de los trabajadores es mínima. La dispersión en múltiples centros de trabajo, muchos de ellos con poco personal, la escasa conciencia de clase y la ausencia de un sindicalismo combativo y de clase ofrecen un futuro muy difícil, por el momento. La necesidad de diversificar la producción, aumentar la conciencia de clase en el movimiento obrero y capas populares y el desarrollo de un sindicalismo de clase son pasos imprescindibles para que ese futuro sea más beneficioso para la más amplia población que conforma esta ciudad. 

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