Primer balance del XXI Congreso

Lo que el XXI Congreso muestra con mayor insistencia es la disyuntiva planteada entre dos formas contrarias de entender la coyuntura política, social y económica existente y el papel que debe jugar el PCE en ella.

El XXI Congreso del PCE que acaba de celebrarse del 8 al 10 de julio ha tenido dos principales resultados. Primero, la dirección saliente de Enrique Santiago logró “mantener los muebles” aunque pagando un coste en términos de pérdida de apoyos internos que le complicará en el futuro su capacidad de decisión, ya que tan solo cuenta con 49 camaradas afines en el comité central donde también se agrupan otros y otras 41 camaradas críticas. Camaradas que apoyaron hasta el final la alternativa de Alberto Cubero, la cual sale fortalecida pese a no lograr su objetivo último de “deponer” democráticamente al secretario general saliente, nunca se sabrá si por causa de las variadas “astucias” interpuestas por esta misma dirección saliente desde el inicio del proceso congresual.

Astucias, por cierto, a las que también hay que añadir otros “gestos” poco o nada habituales en los anteriores congresuales, como la drástica reducción de las sesiones y tiempos para debatir presencialmente (de 3 a 2 días, más el acortamiento generalizado de todos los turnos de intervención); la no invitación al congreso de ninguna fuerza política o sindical ni a las delegaciones internacionales afines; o los  graves incidentes habidos durante el desarrollo de las sesiones  y que la prensa no tardaba en propalar debido a filtraciones internas, cosa que raramente ocurría en anteriores convocatorias y que resultan injustificables desde todo punto de vista. El deterioro sufrido por la dirección saliente, aunque al final consiguiera la nueva secretaría general y una mínima mayoría, resulta claro en las votaciones para elegir la nueva dirección del PCE. De los 500 delegados y delegadas convocados votaron 493, decantándose por la lista de Enrique Santiago 267 (el 54%), frente a los 226 votos recibidos por la lista de Alberto Cubero (el 46%). Cifras preocupantes para la corriente oficialista porque, seguramente, esperaban mayores apoyos, considerando por ejemplo los avales recibidos y que sumaban bastante más (297) que los votos finales, lo que indicaría un “trasvase” o desplazamiento del voto oficialista de unos 30 delegados y delegadas (los avales se recogían únicamente entre los integrantes acreditados del congreso). Cuestión, por otra parte, que también contribuirá próximamente a incrementar la agresividad ya intensa de la nueva y mermada mayoría de Enrique Santiago hacia los y las considerados como sus  “enemigos” internos: las Juventudes Comunistas, que acabaron por abandonar el congreso  al impedirles debatir propiamente sus enmiendas, así como buena parte de las organizaciones territoriales, que igualmente resultarán excluidas del nuevo comité central, debido al cambio de estatutos impuesto por las delegaciones andaluza y vasca afines a Enrique Santiago.

En cualquier caso, seguramente es el propio carácter de las divergencias congresuales planteadas lo que más dificultará (junto con los talantes personales de ciertos camaradas dirigentes) cualquier posible integración orgánica de las nuevas mayoría y minoría surgidas del XXI Congreso. Divergencias que traslucen unas diferencias políticas e ideológicas de calado, tal como ilustraron ampliamente las ponencias y declaraciones realizadas durante los debates y también en los medios de comunicación.

Precisamente y ya en segundo lugar, lo que el XXI Congreso muestra con mayor insistencia es la disyuntiva planteada entre dos formas contrarias de entender la coyuntura política, social y económica existente y el papel que debe jugar el PCE en ella. Disyuntiva, brecha o como se le quiera llamar, pero que inevitablemente toma su principal raigambre de la situación que atraviesa actualmente la lucha de clases en nuestro país y a escala internacional. Se trata, por tanto, de una cuestión esencial, cuyo abordaje excede los límites del presente escrito y que trataremos de abordar mediante próximos análisis y aportaciones.

Por el momento, para vislumbrar la profundidad de la disyuntiva planteada, nos limitaremos a citar algunas de las declaraciones y momentos congresuales más significativos. En el caso de las Juventudes Comunistas, cuyos representantes protagonizaron el mayor desencuentro con respecto a la dirección del partido, resulta particularmente claro el artículo de su secretario general publicado unos días antes del congreso en la revista de la UJCE.

En el caso de la lista crítica encabezada por Alberto Cubero, quien durante el mismo congreso denunció que se había impedido todo acceso de su corriente a la prensa oficial del partido (Mundo Obrero), también resultaron muy claros y rotundos los argumentos esgrimidos en defensa de la enmienda a la totalidad del documento político oficialista. Intervención donde señaló, entre otros, el problema de la pérdida de un tercio de la militancia sin que la dirección planteara ni una sola iniciativa de promoción de la afiliación durante los últimos 4 años; el cambio de rumbo político  con respecto a lo aprobado en el XX congreso y que se pretendiera reconvertir el partido de fuerza de alternativa socialista al régimen del 78 a mero integrante del “bloque de la ternura” (Sumar) de Yolanda Diaz; las decisiones sistemáticamente adoptadas sin contar con los órganos de dirección, así como las prácticas mafiosas (amenazas, acosos, ninguneo) hacia la propia estructura del partido y sus miembros críticos.

Finalmente, la respuesta que planteó ante todas estas consideraciones el propio Enrique Santiago fue igualmente ilustrativa. Pues en todo momento y circunstancia mantuvo una defensa cerrada de la gestión realizada, enrocándose en la justeza de sus planteamientos políticos actuales y llegando a señalar, expresamente, que buena parte de las acusaciones de mala gestión e incumplimientos realizadas por las delegaciones territoriales respondían en realidad a fallos de estas mismas organizaciones territoriales del partido, lo que no podría continuar así en el futuro, concluyó en modo “aviso a navegantes”. E igualmente, el secretario general saliente también citó a Togliatti (precursor histórico de la “vía italiana al socialismo” y del eurocomunismo), presentándolo como alternativa al falso leninismo izquierdista de algunos (como a su juicio las actuales Juventudes Comunistas) y decantándose por una loa entusiasta del “nuevo” socialismo del siglo XXI.

Comparte este artículo

2 thoughts on “Primer balance del XXI Congreso

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *