3-Crítica y autocrítica

Crítica y autocrítica

No figura en el Diccionario filosófico marxista · 1946

Diccionario filosófico abreviado · 1959:95-98

Crítica y autocrítica

Método que permite a los partidos marxistas y demás organizaciones de
trabajadores, descubrir y superar los errores y las insuficiencias de
su actividad. En la sociedad soviética, la crítica y la autocrítica
constituyen una de las principales fuerzas motrices del progreso.

Una particularidad que distingue la revolución proletaria de las
revoluciones precedentes, indicaba ya Marx, es la de someterse a la
autocrítica para progresar con éxito. Esta tesis de Marx fue
desarrollada en condiciones nuevas por Lenin, quien definió la
autocrítica como un rasgo propio de un partido auténticamente
proletario, rasgo que lo distingue de los partidos reformistas y
oportunistas. Para Lenin, la ausencia de temor respecto a la crítica
y a la autocrítica constituye uno de los principios más importantes
del partido comunista. Al desenmascarar a los mencheviques, los
socialistas-revolucionarios, los partidarios de Kautsky y demás
enemigos del marxismo, Lenin demostraba que el origen de la
putrefacción de esos partidos residía en el temor a la crítica y la
autocrítica, y que la autocrítica es una necesidad absoluta para todo
partido de naturaleza viva y sana. Los partidos que trabajan sin
contacto con las masas, encerrados en su propio caparazón, temen la
crítica y la antocrítica. Un partido verdaderamente proletario que
representa la vanguardia de combate de la clase obrera y de toda la
masa de trabajadores, educa a sus propios cuadros así como a las masas
populares al criticar los errores y las insuficiencias, y, con la
ayuda de la crítica y de la autocrítica, supera los obstáculos que
obstruyen el camino de la victoria.

En los primeros días de existencia del Estado Soviético, el Partido
Comunista puso la crítica y la autocrítica al servicio del nuevo Poder
e hizo de ella un arma poderosa en la lucha por el socialismo. Sin
embargo, en la época en que las clases explotadoras existían todavía
en la URSS, la ley fundamental de desarrollo de la sociedad soviética
hallaba su expresión en la lucha de clases. Al antagonismo de clases
correspondían formas de lucha determinadas con el fin de superar ese
antagonismo. El triunfo del socialismo en la URSS ha cambiado
completamente la situación. Las clases explotadoras han sido
suprimidas. La clase obrera y el campesinado constituyen ahora clases
nuevas cuya actividad se apoya en la economía socia lista única, y que
colaboran estrechamente entre sí, así como con la nueva
intelectualidad soviética. La unidad moral y política de la sociedad
soviética constituye un hecho establecido. Eso significa que los
antagonismos sociales propios del orden capitalista y la lucha de
clases que de ellos resultan, han desaparecido para siempre del País
de los Soviets. Sería un error sin embargo, creer que por haber sido
liquidadas las clases antagónicas y las contradicciones que les son
inherentes en la URSS, ha desaparecido toda contradicción en la
sociedad soviética. Sin aparición y eliminación de contradicciones no
hay progreso posible. Hoy, en el período del coronamiento de la
edificación socialista y de la transición gradual hacia el comunismo,
es preciso eliminar en el País de los Soviets ciertas contradicciones,
entre las cuales, la contradicción entre el modo de existencia nuevo,
socialista, de las masas, y las supervivencias del capitalismo en la
conciencia, la psicología y las costumbres. Sería imposible construir
el comunismo sin lucha entre lo nuevo y lo viejo, entre los elementos
progresistas y los conservadores, sin vencer las veleidades
antiestatales, el burocratismo, las supervivencias del nacionalismo,
la actitud no socialista de ciertos soviéticos hacia la propiedad
colectiva y el trabajo, sin luchar contra todo lo que pone trabas al
progreso. Así es como la sociedad soviética se desarrolla superando
las contradicciones. Sin embargo, no se trata ya de las antiguas
contradicciones de la sociedad capitalista que engendraban una lucha
de clases encarnizada y revoluciones políticas. Las contradicciones
internas de la sociedad soviética no son ya de naturaleza antagónica:
detrás de ellas no se hallan ya clases antagónicas defendiendo
intereses fundamentalmente opuestos. Estas contradicciones no
antagónicas se manifiestan en el marco de la comunidad de todos los
trabajadores.

El nuevo contenido de las contradicciones de la sociedad soviética da
nacimiento a nuevas formas, nuevos medios para superarlas. La antigua
noción de “lucha” recibe un contenido nuevo. El centro de gravedad se
traslada a los métodos de educación comunista, a la persuasión por el
ejemplo, lo que no excluye, desde luego, la utilización de métodos
coercitivos, de la coacción hacia el que fuera deliberadamente
culpable de infracciones a las reglas de la vida socialista, hacia los
raros enemigos, todavía existentes, del pueblo soviético. La nueva
forma histórica de solución de las contradicciones en la sociedad
soviética, el arma más acerada que permite al partido descubrir esas
contradicciones y eliminarlas, es la crítica y la autocrítica.

En oposición a la sociedad capitalista donde el desarrollo es
espontáneo y en la cual las crisis regulan la producción, la sociedad
soviética se funda en el desarrollo planificado de la producción. El
Partido y el Estado establecen los planes de desarrollo de la economía
y de la cultura socialistas estrictamente adaptados a las exigencias
de las leyes económicas objetivas del socialismo. La URSS posee todas
las condiciones y posibilidades objetivas de marchar adelante: las
fuerzas naturales, el poder político de la clase obrera que utiliza
estas fuentes en interés del pueblo, el régimen soviético que ignora
las plagas incurables del capitalismo, el partido comunista que dirige
la marcha progresiva de la sociedad. Sólo resta aprovechar esas
posibilidades, lo cual no depende más que de los hombres, de su
voluntad de trabajar por el bien de la patria. Es así como se concibe
la importancia de la crítica y de la autocrítica, medios de combate
contra todas las insuficiencias en el trabajo, tales como rutina,
lentitud, burocratismo, repugnancia a las nuevas formas de trabajo, y
contra todo lo que pone trabas a la ejecución de los planes del
Partido Comunista y del Estado Soviético. La importancia de la
crítica y la autocrítica como fuerza motriz de la sociedad soviética,
consiste en que ellas permiten franquear el camino, barrer los
obstáculos que impiden el progreso; ellas aseguran que las
posibilidades objetivas de la marcha adelante, hacia el comunismo, se
conviertan en realidades más rápidamente. Ese papel de la crítica y
de la autocrítica se expresa perfectamente en la emulación socialista,
forma de lucha de las masas trabajadoras para elevar la productividad
del trabajo y, por consiguiente, alcanzar la fase superior del
comunismo. Las masas populares para quienes el desarrollo de la
productividad del trabajo en el régimen socialista es de un interés
vital, someten a la crítica el nivel de productividad ya logrado y
buscan nuevos medios para que su esfuerzo de producción sea más
eficaz, &c. El obrero de vanguardia que supera ampliamente la norma
establecida, somete por eso mismo a la crítica a su vecino rezagado y
lo ayuda a trabajar mejor, a elevarse al nivel de los trabajadores de
vanguardia. La emulación socialista es la expresión de la autocrítica
revolucionaria práctica de las masas.

Como formas nuevas de lucha de lo nuevo contra lo viejo e instrumentos
adecuados para eliminar las contradicciones, la crítica y la
autocrítica fluyen de la naturaleza misma del Estado Soviético, que
representa la forma suprema de la democracia, la democracia
socialista. El Estado Soviético es el estado de las masas
trabajadoras, y es eso lo que constituye su fuerza. Así, pues, la
marcha adelante de la sociedad soviética no puede realizarse con éxito
sin la participación activa de las masas en la edificación de la vida
nueva, en el descubrimiento de todas sus insuficiencias y en su
crítica, o sea, a condición de que la crítica provenga de la base. La
crítica de los trabajadores, la crítica proveniente de la base, es de
una importancia primordial. Por medio de ella se manifiestan la
energía y la iniciativa creadoras del pueblo soviético, su sentímiento
de responsabilidad hacia el país.

Cuando se subraya el papel enorme de la crítica y la autocrítica, es
necesario considerar que únicamente la crítica capaz de multiplicar
las fuerzas de la sociedad soviética –y no cualquier crítica–
constituye la fuerza motriz del progreso. Es preciso establecer una
distinción rigurosa entre la pseudocrítica proveniente de elementos
hostiles y que se proponen imponer concepciones anticomunistas,
extrañas a los soviéticos, y la crítica auténtica cuya finalidad es la
de reforzar la causa del comunismo. El XIX congreso del Partido
dedicó una gran atención a la crítica y la autocrítica y su función en
la consolidación y desarrollo del régimen soviético. El informe sobre
la actividad del Comité Central indicaba que donde la crítica y la
autocrítica habían sido relegadas a segundo plano, donde la crítica
proveniente de la base se había desarrollado débilmente, aparecían
inevitablemente deformidades tales como burocratismo, corrupción y
hasta disgregación de ciertos eslabones de nuestro aparato
administrativo. Teniendo en cuenta el papel inmenso de la crítica y
la autocrítica en el desarrollo de la sociedad soviética, el XIX
congreso del Partido incluyó en los Estatutos del Partido Comunista de
la Unión Soviética un artículo que establece como un deber para los
miembros del partido “desarrollar la autocrítica y la crítica desde
abajo, poner al desnudo los defectos en el trabajo y procurar
eliminarlos, luchar contra la tendencia a presentarlo todo de color de
rosa y contra la embriaguez por los éxitos en el trabajo. Coartar la
crítica es un grave mal. Quien ahoga la crítica y la sustituye por el
oropel y las alabanzas no puede permanecer en las filas del Partido”.
(Estatutos del P. Comunista de la U. Soviética, p. 5, Ed. esp.,
Moscú, 1953).

La crítica y la autocrítica son de una importancia capital para el
desarrollo de la ciencia, de la literatura y de las artes, las cuales
no pueden progresar sin discusiones fecundas, sin lucha de opiniones
ni libertad de crítica. La crítica y la autocrítica constituyen un
medio de hacer participar a las amplias masas en la construcción del
comunismo, y ayudan a los soviéticos a vencer las supervivencias de la
ideología burguesa.

Diccionario filosófico · 1965:93

Crítica y autocrítica

Procedimiento para descubrir y superar los errores e insuficiencias en
la actividad de los partidos marxistas y otras organizaciones de los
trabajadores. Ya Marx indicaba que la revolución proletaria, con
vistas a su desarrollo, se somete a autocrítica, y que ello constituye
una de sus particularidades. Sobre la autocrítica como principio
importantísimo del trabajo del Partido Comunista habló Lenin. Con la
victoria de la revolución socialista, la crítica y la autocrítica se
convierten en una de las principales fuerzas motrices del desarrollo
de la sociedad. Aparecen como forma especial en que se manifiestan y
se resuelven las contradicciones –no antagónicas– del socialismo. El
papel creador de la crítica y de la autocrítica se revela con toda
claridad en la emulación socialista, forma de la participación activa
de los trabajadores en la edificación del comunismo. Cuando se ha
entrado en la amplia fase de la construcción del comunismo, la crítica
y la autocrítica desarrollan la iniciativa y la fuerza del pueblo con
vistas al establecimiento de la base material y técnica del comunismo,
incorporan a las masas a la dirección de la sociedad, sirven para
educar al hombre de la sociedad comunista.

Diccionario de filosofía · 1984:96

Crítica y autocrítica

(griego kritike: valoración.) Método de descubrimiento y superación de
los errores y defectos, que se utiliza ampliamente en la vida social
de los países socialistas, en la actividad de los partidos marxistas y
de otras organizaciones de los trabajadores. Marx decía que con el
objeto del desarrollo, la revolución proletaria –y en ello consiste su
particularidad– se somete a la autocrítica. Con el triunfo de la
revolución socialista, la crítica y autocrítica se convierten en una
de las principales fuerzas propulsoras del desarrollo de la sociedad.
Constituyen una forma especial de descubrimiento y solución de las
contradicciones del socialismo, que no son antagónicas. La
autocrítica es un importantísimo principio de la labor del Partido
Comunista de la Unión Soviética. El papel creador de la crítica y
autocrítica se expresa con realce en la emulación socialista, que es
una forma de participación activa de los trabajadores en la
edificación del comunismo. La crítica y autocrítica desarrollan la
iniciativa del pueblo en la construcción de la base material y técnica
del comunismo, sirven de medio necesario para incorporar a las grandes
masas populares a la gestión social, de instrumento de educación del
hombre de la sociedad comunista y de lucha contra todo lo conservador,
atrasado, que frena el progreso de la sociedad.

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