Ahorros para la Paz

El pasado 12 de enero el periódico italiano La República [1]La Republica, www.bit.ly/LaRepublica_it daba la noticia de que el hospital pediátrico Bambino Gesù de Roma, del que es propietario el Vaticano, había rechazado una donación de un millón y medio de euros de la empresa Leonardo para la compra de maquinaria de última generación destinada el tratamiento de niños y niñas afectados por enfermedades raras.  

«Donación inoportuna. Gracias de todos modos, pero no podemos aceptarla» fue, según este periódico, la respuesta dada por el hospital a la oferta recibida de esta empresa, un gigante industrial italiano fabricante de tecnología,  del que el Estado posee un 30%, y cuya actividad también está implicada en el sector armamentista.  Esta decisión emanó evidentemente, según la misma fuente, «de la Secretaría de Estado y del staff del papa Francisco». La importancia y el valor simbólico de esta noticia es muy relevante,  muestra cómo es posible pasar de las palabras a los hechos y está en coherencia con la insistente llamada del papa Francisco a la construcción de la paz y al cese de todas las guerras, manifestada en múltiples ocasiones, por activa y por pasiva, y cada domingo desde «la finestra su San Prieto».  

Es también un ejemplo a seguir, una invitación a que también nosotros nos preguntemos por nuestra coherencia y por lo que está en nuestra mano hacer para construir la paz no alimentando la maquinaria infernal de la guerra. En este sentido hemos de ser conscientes de que, para la industria de la guerra, como para cualquier otra industria, la financiación es vital para desarrollarse,  crecer y responder a las demandas del mercado, máxime en coyunturas como la que estamos viviendo en estos momentos. 

Hablar de financiación es hablar de intermediarios financieros, de bancos, de fondos de inversión, de aseguradoras, etc., de entidades que,  en definitiva y de diversa forma,  captan liquidez y ahorro, también de cada uno de nosotros, para, a continuación, ponerlo a disposición de quienes precisan financiación,  en forma de préstamos, créditos,  bonos, acciones, inversiones varias,  etc. A través de estos mecanismos hemos de ser muy conscientes de que nuestros dineros, de los que somos responsables, están también implicados en el desarrollo de actividades que pueden ser muy positivas para las personas y el medio ambiente o, por el contrario, muy negativas como es la industria de las armas y la guerra.  

La industria militar y de la guerra y todo lo que le rodea, también su financiación, es una actividad por definición bastante opaca y en la que se estima[2]SIPRI (Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo)  www.bit.ly/CorrupcionComercioArmas que anida hasta un 40% de la corrupción que a nivel global se observa en los intercambios comerciales. Sin embargo,  gracias a organizaciones como La Campaña Banca Armada[3]www.bancaarmada.org/es, ICAN[4]Premio Nobel de la Paz 2017:  www.icanw.org,  PAX[5]www.paxforpeace.nl y otras, podemos conocer,  aunque sea grosso modo, qué se financia, cuánto y quién está en este negocio de muerte. 

Gracias a todas estas instituciones  y, como afirma la Alianza Global  por una Banca con Valores (GABV)  –organización internacional que  agrupa a 71 bancos éticos de 45  países, con alrededor de 80.000 trabajadores, 60 millones de clientes y  gestionan más de 200.000 millones  de dólares en activos–, en el marco  de su encuentro anual que este año  se celebró en Padua (Italia) con  motivo del 25º Aniversario de nacimiento de Banca Ética, podemos  saber que 1.000.000 de millones de  dólares se destinan globalmente a  financiación de armamento[6]www.bit.ly/BancaEticaYPaz

En efecto, según esta misma fuente que a su vez se hace eco de un estudio publicado por el Financial Times, 15 grupos de la industria de defensa acumulaban pedidos a final de 2022 de 777.600 millones de dólares, frente a 701.200 millones de dos años atrás y que a mediados de 2023 ya ascendían a 764.000 millones de dólares.  

A nivel global, en la financiación de estas inmensas cantidades de dinero, están implicados los mayores fondos de inversión y bancos del mundo. El Centro Delàs, en su informe 59[7]www.bit.ly/FinanciaGuerraFronteras sobre la Banca Armada,  detalla el ranking para 2022 de las 100 primeras de estas entidades que con 823.345 millones de dólares contribuyeron al sostenimiento y desarrollo de esta industria. En los puestos 38 y 39 del ranking aparecen los primeros bancos españoles,  el Banco de Santander y el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA),  con 4.985 y 4.752 millones de dólares respectivamente. 

El informe del Centro Delàs también identifica a la Banca Armada española, en total 44 entidades que en 2022 se implicaron en esta industria, con la nada despreciable cantidad de 14.308 millones de dólares. A la cabeza de este ranking doméstico aparecen las ya citadas dos entidades y en el tercer puesto la SEPI  (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) con 4.129 millones de dólares. Pero también aparece, La Caixa Gruop, Banco de Sabadell,  Ibercaja Group, Caja de Ingenieros,  Kutxabank, Bankinter, Unicaja Banco, Abanca, Mutua Madrileña,  Mapfre, Banco Caminos, Caja Rural,  etc., por citar quizá a las más conocidas. 

Dicho todo esto, podemos volver a la cuestión que nos ha traído hasta aquí, es decir, a preguntarnos por lo que está en nuestra mano hacer para poner freno a esta espiral diabólica; en este sentido, la primera de las preguntas ha de ser ¿qué hace nuestro banco con nuestro dinero y nuestros ahorros? Esta simple pregunta ya es revolucionaria;  pero también podemos cambiar de banco, de compañía de seguros, de fondo de inversión y desinvertir, etc., para buscar la coherencia a la que la noticia del principio nos llamaba. Y,  puestos a preguntar, también podemos mirar a ver con qué entidad trabaja o confía sus ahorros a nuestra organización, nuestra comunidad,  

ONG, empresa, diócesis…, también ver quién nos patrocina o financia,  etc., y consultar, por ejemplo, la base de datos[8]www.bit.ly/BaseDatosBancaArmada de la banca armada a ver si aparece en ella y de qué manera.  

Estas preguntas, aparentemente insignificantes en pro de unas finanzas social y ambientalmente sostenibles, son efectivamente revolucionarias pues están contribuyendo poco a poco al cambio que necesitamos. Tal es así que esta nueva perspectiva empieza a preocupar hasta tal punto que los ministros de Defensa de la UE, tras reunirse en Bruselas en noviembre pasado[9]www.bit.ly/MinistrosDefensaArmas,  han pedido en nota conjunta no excluir a las empresas que producen armas de aquellas que pueden considerarse sostenibles. Según ellos, esta exclusión podría «dañar la reputación» del sector, además de complicar el acceso al capital y a las inversiones. Por supuesto,  una posición simplemente «inaceptable» para las finanzas éticas[10]www.bit.ly/ArmasSostenibles .

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