Aviso para navegantes

Hay que plantearse inmediatamente la reorganización y rearticulación del campo popular, de sus propuestas concretas de lucha, del carácter de su estrategia defensiva ante los previsibles ataques de un sistema político obsesionado por recortar derechos laborales y sociales y provocar un maxi-ajuste de la economía.

Estamos asistiendo a un espectáculo socio-político-electoral que nos obliga a plantearnos muchas preguntas para comprender y sobrevivir a la extrema ofensiva de la Derecha Extrema y acompañantes.

El último número circense se ha producido con el triunfo electoral de Milei en Argentina, el último chabacano que nos genera la impresión de ser uno de esos líderes/sas que parecen ser outsiders en el campo político más no así en el mediático, como sagazmente explica Atilio Borón en un reciente artículo.

Borón nos habla de un personaje que resulta ser una construcción mediática prolijamente planificada. Es impresionante leer un análisis que nos produce la sensación de cercanía y hasta coincidencia en algunos aspectos de la situación política española en relación con el cómo y el por qué de lo que ha ocurrido en Argentina. 

Porque también tenemos una juventud, víctima principal del proceso de informalización, “desalarización” y precarización laboral, una juventud que se ha venido formando acompañada de las redes sociales que circunscriben la realidad a sus intereses ¿y nada más?

Señala Borón que no hubo para esa juventud ni políticas económicas de recomposición del salario ni una épica que les permitiera concebirse como militantes de una causa colectiva y de clase, y mucho menos un aparato comunicacional que potenciara sus reclamos a la vez que hiciera oír la voz de los gobernantes.

Porque: 1) buena parte de las organizaciones sociales y fuerzas partidarias de izquierda están muy debilitadas y deslegitimadas; 2) la descomposición del universo popular, fragmentado en una miríada de situaciones laborales condicionadas negativamente por la absoluta precariedad, la falta de una potente representación sindical combativa y de clase y la insuficiencia de la legislación protectora que beneficia a un sector cada vez más minoritario de la población económicamente activa; 3) la puja al interior del heterogéneo bloque dominante en donde las fracciones vinculadas a la especulación financiera tienen una gravitación mayor que aquellas ancladas en la producción industrial e inclusive en el agronegocio… El resultado: tragarse el discurso de alguien que, astutamente, fue presentado por los poderes dominantes como lo fresco, juvenil, novedoso.  Y ahí tenemos a toda una colección de personajes parlanchines, repetidores de consignas fabricadas desde el neuromarketing.

Advierte Atilio Borón que no hemos asumido la necesidad de librar la batalla de ideas a la que habíamos sido convocados por Fidel desde finales del siglo pasado y que la izquierda, en general, tanto como el movimiento nacional-popular subestimó irresponsablemente. Resultado: triunfo de la “antipolítica”; identificación de la “casta” y el Estado como agentes predatorios, ocultando el papel de la burguesía y las clases dominantes como agentes de la explotación colectiva; exaltación del hiperindividualismo y su correlato, abandono cuando no repudio de las estrategias de acción colectiva y de las organizaciones de clase, territoriales o laborales, confiando en la “salvación” individual y despreciando a quienes participan de protestas colectivas, todo en beneficio de la irracional exaltación del demagogo/a de turno patrocinado/a por los capitales más concentrados.

Hay que plantearse inmediatamente la reorganización y rearticulación del campo popular, de sus propuestas concretas de lucha, del carácter de su estrategia defensiva ante los previsibles ataques de un sistema político obsesionado por recortar derechos laborales y sociales y provocar un maxi-ajuste de la economía. También debemos proponer la emergencia de liderazgos creíbles y dotados de un gran poder de convocatoria, capaces de atraer a los millones de personas hundidas en la miseria y la inseguridad por la ilimitada voracidad del capital.

En buena medida el sistema de partidos actual ha saltado por los aires y, peor aún, las fuerzas políticas y las identidades que marcaron gran parte de la vida política en la Transición han entrado en una crisis de inéditas proporciones. Probablemente estemos asistiendo a su reaparición, en clave neoliberal y bajo formas mutantes y, presumiblemente, aberrantes que poco o nada tendrán que ver con el ADN que los constituyó. 

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