El bien mejor

En lugar del mal menor siempre hay que luchar por el bien mejor.

En diciembre pasado el catedrático de ciencia política Sergio Rodríguez Gelfenstein escribió en Resumen Latinoamericano (“Frente al mal menor, elijo el bien mejor”) que la victoria en las presidenciales de Chile del candidato conservador Gabriel Boric, gracias al apoyo de buena parte de la izquierda, aunque positivo para evitar la eventual victoria del rival ultra-derechista Kast, también exigía la autocrítica de estas mismas organizaciones de izquierda por el “facilismo” con que asumieron participar y respaldar como “mal menor” a un presidente e incluso integrarse en un futuro gobierno reformista de cortos alcances (hasta los próximos comicios), lo que también suponía y no cabe ignorar, la renuncia a defender sus objetivos históricos de transformación social así como reconducir la lucha por las reivindicaciones y demandas de cambio social de la mayoría trabajadora del país.

Y es que, como advirtió hace más de un siglo, la comunista alemana Rosa Luxemburgo hablando del parlamentarismo, la entrada de un socialista-democrático (comunista) a un gobierno burgués no transforma al gobierno en socialista-democrático, sino al comunista en ministro burgués. Es decir, que convierte a estos dirigentes y a sus organizaciones en rehenes y paladines del mismo estado y régimen políticos que antes postulaban transformar.

También en España se produjo hace dos años una deriva similar, tras la investidura presidencial de Pedro Sánchez en enero de 2020 previa firma de un pacto de coalición PSOE-UP que, en todo este tiempo, en absoluto ha impedido que sigan creciendo la desigualdad y el malestar sociales dentro del actual contexto turbulento que vivimos, marcado por las consecuencias añadidas de la COVID-19, el colapso de la sanidad pública, la precarización laboral, económica y de las condiciones de vida de la clase obrera y clases populares, especialmente de las mujeres, la pérdida o no recuperación de derechos democráticos básicos y una creciente desafección política e institucional. Realidades que son ignoradas y contradichas por los discursos oficiales, como muestra la reciente valoración complaciente de Pedro Sánchez sobre estos dos años de legislatura.

Etapa que sin duda ha venido marcada entre otros factores por el papel de las direcciones de Podemos, Izquierda Unida y el PCE que han terminado actuando como su sostén “de izquierda” y fortaleciendo al propio PSOE y al Régimen del 78, así como de las burocracias de los sindicatos mayoritarios que igualmente vienen apuntalando a este gobierno, que presume ser capaz de conciliar sus políticas laborales con los intereses de la patronal, de la Europa del capital y los mercados e incluso de la organización criminal de la OTAN.

Resulta obligado preguntarse, en consecuencia, por la situación y perspectivas de la izquierda real en nuestro país, antes que seguir ignorando estos hechos y limitarse a preparar las próximas elecciones, como demuestran nuestras y nuestros dirigentes partidarios, enganchados a la permanente exaltación de los supuestos logros y méritos del gobierno (igual podría decirse del Gobierno Botánico tripartito en el PV) y de los cargos que los ejercen, al tiempo que tampoco dudan en  instrumentar sus propias organizaciones y cuadros para esta misma campaña de autobombo, lo que además de ampliar la brecha institucional y política con la sociedad, sigue provocando el distanciamiento de la propia militancia (desmotivación, desencuentro, rechazo, desafiliación…).

En suma, si algo se puede aprender de estos dos años, es que ni este gobierno de coalición ni el reformismo de sus políticas sirven para construir una alternativa ante la crisis que el capitalismo experimenta desde hace décadas y que adquiere un nuevo impulso en el presente escenario de pandemia mundial y de conflictos interimperialistas en ciernes. En lugar del mal menor siempre hay que luchar por el bien mejor.

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