Las tres lecciones de la huelga de Cádiz

Que nueve días de huelga combativa hayan servido para que la patronal acepte vincular la subida salarial al IPC, incluso cuando éste se sitúa en el 5,5%, va a hacer que este conflicto sea una referencia.

Finalmente se ha alcanzado un acuerdo en la huelga del metal de Cádiz, y es que en las huelgas tan importante es saber comenzarlas y mantenerlas, como sobre todo saber acabarlas. Toca felicitar y agradecer a los miles de trabajadores por su ejemplo plagado de enseñanzas, o porque al menos, durante unos días la izquierda hemos estado debatiendo de una huelga y un convenio y no de parlamentos y gobiernos.

El acuerdo lo han refrendado los trabajadores y solo por eso, para mí ya es un buen acuerdo. Pero también es bueno si lo comparamos con el resto de acuerdos de convenio que se pactan en España, que tienen una subida salarial del 1.5% de media. En el caso de Cádiz finalmente se ha aceptado vincular la subida salarial al IPC (garantizando en todo caso una subida fija del 2%), cuando la posición inicial de la patronal era de subidas salariales de poco más del 1%.

La primera lección es que vendrán más huelgas. Con un IPC en el 5,5% y una patronal acostumbrada a una correlación de fuerzas muy favorable, el primer intento de los empresarios siempre va a ser que el coste de la inflación lo pague la clase trabajadora, y sólo mediante movilizaciones potentes como la de Cádiz se planteará la patronal revisiones salariales vinculadas al IPC.

Y especialmente vendrán más huelgas si las que hay concluyen con victorias como la de Cádiz o la de la plantilla de Pilkinton, que tras su huelga indefinida ha logrado que se mantenga la producción en Sagunto sin bajas traumáticas. Que 9 días de huelga combativa hayan servido para que la patronal acepte vincular la subida salarial al IPC, incluso cuando éste se sitúa en el 5,5%, va a hacer que este conflicto sea una referencia. La lucha y la victoria de los trabajadores de Cádiz convoca a nuevas luchas y victorias, interpela a los millones de trabajadores que en estos momentos están negociando su convenio colectivo. Debemos extender el conflicto allá donde se den condiciones, sin entorpecer esa labor sindical que debe llegar a acuerdos, nuestro papel es unificar esos conflictos elevándolos de las reivindicaciones laborales concretas al plano político e impugnatorio.

Huelga del metal en Cádiz
Estudiantes y obreros movilizados en la huelga del metal.

La segunda enseñanza que nos deja esta huelga es el valor de lo colectivo, de los hombres y mujeres anónimas organizados y movilizados. Inmersos en esta deriva que ha convertido la política en un espectáculo, basada en hiperliderazgos mediáticos donde los dirigentes son “activos” en función de su tirón electoral, la victoria de Cádiz se ha logrado sobre lo colectivo. No ha sido una intervención brillante en un plató o un zasca que ha logrado ser trending topic, sino el sacrificio y firmeza de cada uno de los 20.000 trabajadores y trabajadoras, todos ellos han sido igual de imprescindibles. No conocemos el nombre de ninguno de ellos, ninguna ha adquirido protagonismo individual, pero la suma colectiva ha sido su fuerza. Tomemos nota.

Una lucha colectiva que ha sido organizada a través de sindicatos, delegados sindicales y plataformas solidarias. Pero también con asambleas de trabajadores, debates, votaciones y unidad. Sin duda pocos ejemplos hay de mayor organización y democracia que una huelga, sin ellas la clase trabajadora no puede vencer. Construir organizaciones que son poco más que sus líderes cuya interlocución con las bases se hace mediada por las empresas de comunicación es un error por muy buenas perspectivas electorales que pueda haber a corto plazo.

La tercera enseñanza es que la movilización es esencial para lograr conquistas, el diálogo social debe necesariamente ir acompañado de movilización. En la mesa negociadora la patronal ofrecía un 1%, tras 9 días de huelga ha terminado ofreciendo el IPC. Con la patronal hay que negociar, pues toda huelga acaba en un acuerdo, pero teniendo una posición de fuerza. Los sindicatos, esa posición de fuerza la logran con la movilización, la huelga y el apoyo mayoritario de las plantillas. El Ministerio de Trabajo, por su parte, obtiene una posición de fuerza si no renuncia a su capacidad de tomar decisiones sin el acuerdo de la patronal, como sucedió en el caso del SMI. Las negociaciones son la plasmación de una determinada correlación de fuerzas y no podemos permitirnos salir al combate con los guantes atados. La patronal nunca lo hace.

Tras demasiado tiempo destacando la importancia del diálogo social y los acuerdos, ya tocaba que la izquierda reivindicara el conflicto como forma de conquistar objetivos. No solo porque los avances nacen de los conflictos, también porque sufrimos un régimen corrupto y oligárquico y no podemos ser los defensores de la estabilidad y el consenso, al contrario, debemos agudizar las contradicciones del sistema desde cada trinchera que combatamos.

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