El diálogo de América

Salvador Allende (noviembre de 1971, casi dos años antes del golpe felón que puso fin al gobierno de la Unidad Popular y a la vida de miles de chilenos, entre ellos la suya): «Yo terminaré de Presidente de la República cuando cumpla mi mandato. Tendrán que acribillarme a balazos, como lo dijera ayer, para que deje de actuar.»

Magnífico documental que nos ofrece un diálogo franco y abierto, en noviembre de 1971, entre dos grandes dirigentes latinoamericanos: Salvador Allende y Fidel Castro.  Augusto Olivares, periodista que interviene en esta histórica conversación, comienza preguntándole a Salvador Allende acerca de la expresión “vía chilena” hacia el socialismo. ¿Cómo podría usted definir este concepto político?, Allende le responde: «Los pueblos que luchan por su emancipación tienen lógicamente que adecuar a su propia realidad las tácticas y la estrategia que ha de conducirlos a la transformación. Chile, por sus características, por su historia, es un país donde la institucionalidad burguesa ha funcionado a plenitud y en donde, dentro de esta legalidad burguesa, el pueblo sacrificadamente ha ido avanzando y consiguiendo conquistas, ha ido concientizándose, ha ido comprendiendo que no es dentro de los regímenes capitalistas y del reformismo en donde Chile podrá alcanzar la dimensión de país, dueño de su independencia económica y capaz de llegar a niveles superiores de vida y de existencia.» Sin embargo, añade Salvador Allende, Chile tuvo, por características mismas de su régimen, la posibilidad de que la clase obrera se organizara. Nació el movimiento obrero chileno en zonas controladas por el imperialismo. De ahí que siempre tuvo una conciencia antiimperialista.

Pese a la represión violenta de la clase dominante, la clase asalariada chilena logró, a partir de 1939, unificarse en la Central Única de Trabajadores. Pero antes, los campesinos y los obreros habían formado sus partidos de clase: un «Partido Socialista, un partido de clases, un partido de masas, que, teniendo puntos discrepantes en aspectos internacionales, algunas veces, ha mantenido con el Partido Comunista no sólo un diálogo sino un entendimiento para encarar juntos los problemas esenciales de Chile. De allí que desde 1951, el Partido Comunista y el Partido Socialista empezaron a caminar por el sendero de un proyecto de clase y con la decisión de hacer posible un vasto y amplio movimiento que permitiera los cambios estructurales de la vida chilena.» Sobre la base de la unidad de la clase obrera en el campo sindical y sobre el pilar de los partidos Socialista y Comunista se ha logrado, dice Allende, «que sectores de la pequeña y mediana burguesía, como el Partido Radical, como el Movimiento Popular Unitario del MAPU, como los de Izquierda Cristiana, hayan configurado este proceso, que lógicamente constituye un factor determinante del proceso de cambio dentro de la realidad chilena

Encuentro en Chile de Fidel Castro y Salvador Allende en noviembre de 1971.

Salvador Allende señala los principales obstáculos al proceso revolucionario chileno que ha de «hacerse dentro de la democracia burguesa y con los cauces legales de esa democracia». La primera gran dificultad a salvar es «una oligarquía con bastante experiencia, inteligente, que defiende muy bien sus intereses y que tiene el respaldo del imperialismo, dentro del marco de una institucionalidad en donde el Congreso tiene peso y atribuciones, y donde el gobierno no tiene mayoría.» En segundo lugar, el mandatario chileno expone que otro gran problema «es una libertad de prensa que es mucho más que una libertad de prensa. Que es un libertinaje de la prensa. Se deforma, se miente, se calumnia, se tergiversa. Los medios de difusión con que cuentan (la oligarquía) son poderosos, periodistas vinculados a intereses foráneos y a grandes intereses nacionales.»

Pese a todo, tú sabes muy bien, le dice a Fidel, «que hemos avanzadoY se avanza. Ya lo he dicho: el cobre es nuestro, el hierro es nuestro, el salitre es nuestro, el acero es nuestro; es decir, las riquezas básicas las hemos conquistado para el pueblo.» Han sido conquistas populares desde la legalidad y la institucionalidad burguesa.

A preguntas de Augusto Olivares, Fidel aborda la “vía cubana” hacia el socialismo en estos términos: «La lucha armada guerrillera que inició un reducido grupo de hombres es algo así como un motor pequeño que permitió arrancar el gran motor de la historia, que son las masas. El movimiento obrero en Cuba, durante los últimos gobiernos… estaba controlado por dirigentes oficiales, eventualmente habían tomado por asalto a los sindicatos, asesinando dirigentes comunistas y dirigentes obreros honestos. En esa situación, cuando triunfa la Revolución había una situación muy especial, no había dirección oficial obrera, pero había un apoyo total de la clase obrera al movimiento revolucionario, que es un movimiento que se gestó con obreros, militantes… y algunos intelectuales, o que pudiera llamárseles intelectuales por su procedencia o por su condición de haber estudiado en la universidad, éramos nosotros. Algunos de nosotros, no todos.»

Añade Fidel que el proceso revolucionario en Cuba contaba con una doble motivación: «era un país sometido y humillado por el imperialismo y, además, dentro de esa situación, una gran masa de campesinos sin tierra, una gran masa obrera explotada, en las condiciones de miseria espantosa, falta total de asistencia médica para las capas pobres de la población, deficiente sistema educacional y porcentaje altísimo de analfabetos, falta de perspectivas para la juventud, cientos de miles de desempleados. Es decir, que había una situación social desesperante, podríamos decir que la gran motivación de nuestro pueblo era la lucha por la vida

Sin embargo, Fidel reconoce que los procesos de Chile y Cuba proceden de situaciones muy diferentes: «nuestra lucha se inicia en medio de un régimen tiránico y sangriento, que mantenía el poder mediante una represión brutal, sin ninguna de las circunstancias políticas que tuvieran similitud con la situación de Chile.» No obstante, indica el mandatario cubano, «este continente tiene en su vientre una criatura que se llama Revolución, que viene en camino y que inexorablemente, por ley biológica, por ley social, por ley de la historia tiene que nacer. Y nacerá de una forma o de otra. El parto será institucional, en un hospital o será en una casa. Serán ilustres médicos o será la partera quien recoja la criatura. Pero, de todas maneras, habrá parto.»

En cualquier caso, ambos procesos tuvieron y tienen un mismo enemigo común: el imperialismo. Este ha estado y está detrás de todos los manejos para atajar la Revolución y derrotarla. En Chile no va a poder desembarcar, indica Allende, en Chile no va a intervenir materialmente. «Pero busca otros caminos, cual es alentar a los grupos reaccionarios e incubar a los grupos fascistas y utilizan la demagogia y movilizan los grupos de menor conciencia social. Pero tengo la seguridad y la certeza absoluta de la respuesta implacable y dura del pueblo, y personalmente: yo cumplo una tarea. Yo no estoy ahí para satisfacer una vanidad personal. Yo soy un luchador de toda mi vida. He dedicado mi esfuerzo y mi capacidad a hacer posible el camino al socialismo. Y cumpliré el mandato que el pueblo me ha entregado. Lo cumpliré implacablemente. Cumpliré el programa que le hemos prometido a la conciencia política de Chile. Y aquellos que desataron siempre la violencia social, si desatan la violencia política, si el fascismo pretende utilizar los medios con que siempre arrasó a los que pretendieron hacer la Revolución, se encontrarán con la respuesta nuestra y mi decisión implacable. Yo terminaré de Presidente de la República cuando cumpla mi mandato. Tendrán que acribillarme a balazos, como lo dijera ayer, para que deje de actuar. No defiendo una causa personal. Defiendo al pueblo de Chile en su justo anhelo de hacer las transformaciones que le permitan vivir en dignidad, con un sentido nacional distinto, y hacer de Chile un país independiente, dueño de su propio destino. Yo creo que es una posición clara.»

Fidel Castro le responde: «Yo realmente admiro mucho ese pronunciamiento tuyo. Y eso será una bandera para el pueblo. Porque cuando los dirigentes están dispuestos a morir, el pueblo está dispuesto a morir y dispuesto a hacer lo que sea necesario. Y ése ha sido un factor muy esencial en todo proceso político revolucionario

Fidel y Allende en Chile.

Salvador Allende y Fidel Castro, en este diálogo fraternal, nos muestran cómo los procesos revolucionarios se inician y desarrollan por itinerarios que responden a situaciones específicas de cada sociedad y que definen necesariamente diferentes vías de acceso al socialismo. El grado de conciencia de clase en los trabajadores y capas populares, la organización y la unidad en las diferentes entidades políticas, sociales y sindicales que aglutinan a la mayoría social, la fortaleza de la clase dominante y su mayor o menor control en el aparato de estado burgués, el progreso de las fuerzas productivas, el peculiar desarrollo histórico de cada sociedad, la correlación de fuerzas en el marco de la lucha de clases, los avances del sindicalismo socio-político y otros tantos factores sociales, políticos y económicos, determinan cuál puede ser el camino a seguir para lograr transformaciones sociales profundas en la dirección hacia el socialismo. El resultado de estos procesos es siempre incierto. La historia no está escrita. Habrá revoluciones derrotadas y otras victoriosas y, en todo caso, las revoluciones son siempre acontecimientos imperfectos, con avances y retrocesos, con aciertos y con errores, con curvas a la derecha y a la izquierda, y se desarrollan no siempre de forma lineal.

Pero de lo que no cabe la menor duda es que todo proceso revolucionario digno de ese nombre, cualquiera que sea la vía por la que transcurra, es  aquél que a costa de los privilegios que arrebata a la clase dominante trabaja para erradicar el analfabetismo, por la igualdad real de hombres y mujeres, que construye viviendas asequibles para todos, que promueve una educación universal, laica y gratuita, que ofrece sanidad pública y de calidad al conjunto de la ciudadanía, que labora por la transformación de sus fuerzas armadas para ponerlas al servicio de la causa emancipatoria, que organiza la producción de manera democrática y planificada bajo los principios de respeto a la dignidad de los trabajadores, de retribuciones suficientes e igualdad de oportunidades, que garantiza una seguridad social con pensiones públicas, un proceso que, en todo caso, debe materializarse siempre con un fuerte protagonismo popular. Porque, como bien señala Fidel, es la lucha de masas el motor que marca el progreso social.

Las revoluciones son siempre periodos exacerbados e intensos de la lucha de clases, con independencia del itinerario escogido por las masas, en el cual la contrarrevolución utilizará todos los medios a su alcance, legales, ilegales o alegales, incluidas las sanciones y el bloqueo económico, así como la violencia pura y dura, con la finalidad de preservar sus privilegios y derrotar a los oprimidos que se alzan en defensa de sus intereses de clase. Tampoco descartará el recurso al fascismo, como movimiento violento y demagógico para sumar a la reacción a sectores sociales menos conscientes, restando fuerzas al movimiento emancipador. Como de igual forma, contará siempre con el apoyo y la intervención del imperialismo.

El documental “El dialogo de América” puede completarse con el visionado de la serie “La batalla de Chile” que Hojas de Debate ha comentado y publicado y que ofrecemos a todos sus lectores:

La batalla de Chile: La insurrección de la burguesía.

La batalla de Chile: La lucha de un pueblo sin armas.

La batalla de Chile: El poder popular.

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