SUMAR: la fantasía de un proyecto descafeinado en la lucha de clases
Es necesario trabajar por la unidad del movimiento comunista, empezando por la reorganización y activación del PCE, en base a los acuerdos del XX Congreso, último evento congresual legítimo, que permita dotarlo de una nueva dirección respetuosa con su programa y que ha de surgir de un próximo y necesario Congreso Extraordinario.
En 2014 escribí un artículo en el cual explicaba mi opinión sobre la falsa alternativa que se planteaba con el tema PODEMOS. En él explicaba quién estaba detrás de dicho proyecto y el porqué del mismo. Desgraciadamente no me equivoqué en mis apreciaciones. El tiempo casi siempre pone las cosas en su sitio.
Ahora, en los tiempos que corren, desde que se empezó hablar por algunas personas del nuevo proyecto de SUMAR, empecé a tener las mismas sensaciones de que era otra opción política destinada a no tocar las cuestiones fundamentales que afectan a los intereses de la clase obrera y de las capas populares. Es posible que estas inquietudes y desconfianzas que tengo, sean como consecuencia de que toda mi vida he estado luchando política y sindicalmente defendiendo los intereses de las y los trabajadores, como comunista en el PCE y como militante en CC.OO. desde su fundación.
Nunca he creído en ningún proyecto político personalista, ni de los asaltos a los cielos, ni de piquitos de oro, ni de personas autoritarias que se consideran con derecho a estar por encima de todo el mundo. Siempre he defendido y defiendo trabajar en cualquier frente de manera colectiva, con la máxima participación posible y mediante la mayor democracia. Es por ello que tengo serias dudas sobre el proyecto SUMAR, porque si mis preocupaciones fueran ciertas y pienso que lo son, este proyecto sería, como se suele decir, pan para hoy y hambre para mañana.
Por todo esto, no entiendo la euforia de la dirección de SUMAR con los resultados de las elecciones del 23 de julio, sobre todo porque han sido un nuevo descalabro electoral en el que han perdido 7 diputados, pese a ser una coalición con un mayor número de partícipes que la precedente de Unidas Podemos. Ha sido la segunda con mayor descenso en escaños, después del partido de la extrema derecha donde buena parte de sus diputados han pasado al PP, además de quedar en cuarto lugar detrás de la ultra derecha, lo que significa que este proyecto en vez de sumar ha restado con respecto a 2019.
Algunas cositas de las que no me gustan. En primer lugar, no es un proyecto de clase desde el punto de vista de una izquierda decidida a promover procesos de transformaciones sociales progresistas que apunten hacia un nuevo modo de producción, hacia un nuevo sistema económico, político y social. En segundo lugar, es un proyecto personalista, realizado desde algunas cúpulas sin participación de las bases, sin un programa participativo y adecuado a la situación actual, solo eslóganes y promesas vacuas, por ello mucha gente no se lo cree. Y, en tercer lugar, es un proyecto con un programa socialdemócrata equiparable al que presenta el PSOE, es decir, neoliberal, belicista y proimperialista.
Cuando Yolanda Diaz lanzó esta alternativa, que no tiene nada de novedosa, recuerdo que decía, entre otras cosas: es una cita histórica, no necesitamos tutelas de nadie, nos bastamos solas, no queremos organizaciones, quiero ser útil a mi país, quiero ser la primera presidenta de España. Más tarde hemos visto que a este proyecto se han sido sumado más de una veintena de colectivos sociales y partidos, casualmente ninguno de esa izquierda que necesitamos construir como soberanista, republicana, antiimperialista, que aboga por la paz y por un sindicalismo de clase combativo, así como por la firme defensa de los intereses de la mayoría social y de los más amplios derechos y libertades democráticas.
Sumar se ha presentado con un solo objetivo: reeditar nuevamente un Gobierno de coalición socialdemócrata, con las características que antes hemos apuntado y que debiera modificar su política en el sentido antes señalado, si finalmente accede al gobierno, a impulsos de la más amplia movilización popular.
Se ha notado demasiado que Sumar ha actuado como una marca blanca del PSOE. Claro, con estos enfoques, es normal que bastante gente haya preferido votar a la marca original, el PSOE, no a la segunda, por ello el PSOE no solo no ha descendido en apoyo electoral, sino que ha subido y ha salvado en cierta medida los muebles. En cuanto al Partico Popular, lo que ha ocurrido es un trasvase de votos de VOX al PP, que junto a la desaparición de Ciudadanos ha hecho que este último haya recuperado los que tenía en 2015. Lo positivo del resultado de estos últimos comicios es que el voto popular ha frenado a la extrema derecha. Pero esto no es en modo alguno suficiente.
En 2019 mi opinión era que la mejor opción consistía en negociar un programa de investidura con el PSOE y quedarse fuera del Gobierno para poder disponer de total libertad para exigir el cumplimiento de dicho programa, desde dentro y desde fuera de las instituciones, impulsando la movilización social. Decidieron lo contrario y ya conocemos ahora los pobres resultados alcanzados: ni se ha derogado la ley mordaza ni se ha tumbado la reforma laboral del PP, ni se han cumplimentado muchos de los acuerdos del programa de coalición firmado en diciembre de 2019. Me temo que en esta nueva ocasión volverán a cometer el mismo error, implicándose en apoyar y aplicar políticas socialdemócratas con las consecuencias que todos conocemos y en renunciar a trabajar por la lucha popular ante cualquier medida que se adoptase en contra de los intereses de la mayoría social.
Visto, así las cosas, sigo pensando lo que desde hace años vengo planteando. En este nuestro país que es España, el único proyecto que podría ser viable para el desarrollo de la lucha de clases que propicie un cambio en la correlación de fuerzas favorable a la mayoría social, sería trabajar desde ya en la imprescindible unificación de todas las luchas, en la unidad de acción en las reivindicaciones diarias de nuestro pueblo, en la movilización social y en la organización. Es necesario, además, trabajar por la unidad del movimiento comunista, empezando por la reorganización y activación del PCE, en base a los acuerdos del XX Congreso, último evento congresual legítimo, que permita dotarlo de una nueva dirección respetuosa con su programa y que ha de surgir de un próximo y necesario Congreso Extraordinario.