XXI Congreso del PCE: un paso adelante…

La realidad concreta es que en nuestro país y estado sigue faltando un referente político de la clase trabajadora con voluntad de alternativa. Ninguna suma de siglas, por muy amplia que llegara a ser, podría resolver esta carencia.

El próximo 10 de julio terminará el XXI Congreso del PCE, después de un dilatado proceso que ha recorrido, no sin incidentes, la mermada estructura territorial de esta organización. Y como comunista confeso, marxista-leninista de principios, me parece relevante recordar en este marco una obra quizás poco conocida del camarada Lenin: “Un paso adelante, dos pasos atrás. La crisis en nuestro partido“. Texto publicado en junio de 1904 donde se perfilan las características que debe tener un partido marxista. Análisis y propuesta surgidas tras la realización en 1903 del II Congreso del POSR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia), en el que confrontaron las corrientes blochevique y menchevique, saliendo como mayoritaria la primera pero cediendo cuotas de poder a la segunda para favorecer su integración orgánica. Con este escrito de poco más de 100 páginas, Lenin trataba de atajar el sabotaje del programa político aprobado por el II Congreso que ya estaban realizando los mencheviques desde “lskra” (publicación oficial del partido), tras desalojar del comité de redacción a los críticos y reorientar sus páginas a la propaganda desenfrenada por un relajamiento ideológico, organizativo y disciplinario que permitiera avanzar hacia un partido reformista similar a los de la II Internacional, de corte parlamentarista burgués.

Más de un siglo después, salvando las enormes distancias de todo tipo y viviendo circunstancias bastante alejadas de las del partido comunista ruso en aquella época, el XXI Congreso del PCE mantiene sin embargo las mismas dos cuestiones centrales para un partido comunista (es decir, un partido de clase, revolucionario, socialista e independiente). La primera cuestión se refiere a la confrontación política entre las corrientes reformistas y las corrientes por el cambio social (aunque no revolucionario o socialista necesariamente, pues en el PCE solo se plantea la “ruptura democrática” con la monarquía). La segunda cuestión gira sobre las propuestas organizativas y estatutarias, incluyendo en particular las tretas y artimañas interpuestas por la dirección saliente para decantar el XXI Congreso hacia su continuidad y para reducir la contestación interna.

Comenzando por esto último, los datos ya disponibles del desarrollo congresual a lo largo y ancho  del estado muestran un resultado esperanzador: 12 organizaciones (10 autonómicas más Unión de Juventudes y Exterior) frente a 6 han rechazado mayoritariamente en sus asambleas territoriales las propuestas políticas del actual secretario general y defienden una alternativa política, organizativa e incluso de personas al frente de la nueva dirección del PCE. Resultados meritorios, considerando las cortapisas (incluyendo chantajes y “cazas de brujas”) orquestadas por la dirección saliente, pero que siguen abiertos a lo que voten finalmente los 500 delegados y delegadas convocadas en Madrid del 8 al 10 de julio. Y sean cuales sean los apoyos que al final consiga cada opción, lo que resulta ya innegable es la división del partido casi al 50% en términos orgánicos, aunque mucho menor en materia de orientación política como luego veremos.

El pueblo exigiendo sus derechos. Mural de Diego Rivera.

Con respecto a la confrontación interna en torno a los documentos políticos congresuales, llaman la atención los intentos de algunos medios por presentar como poco sustantivas las diferencias entre oficialistas y críticos. Un claro ejemplo es el “Extracto de las tesis políticas” de ambas corrientes, publicado en el Mundo Obrerodel 5 de junio, tratando de minimizar la contestación interna. Interés que sin duda reviste mayor “dignidad” que los manifestados por otros medios de comunicación, como es el caso de “Público” y del artículo propalado apenas un día después del anterior, bajo el falaz y torticero rótulo de “leninistas contra leninistas” (mensaje implícito: ¿para que enfrentarse si todos son del mismo pensamiento?).

Sin embargo, la confrontación ideológica planteada entre la dirección saliente y buena parte de la organización del partido está siendo notoria, resultando evidente incluso en los escuetos parágrafos del “Extracto” de Mundo Obrero. Según esta publicación, las tesis de la dirección saliente proponen, textualmente, avanzar hacia “Un partido del trabajo, feminista y del socialismo” (trascienden el concepto de “partido de clase”), destacando como ejes básicos la “Revolución democrática” (reformas institucionales sucesivas hasta la transmutación final); que “La presencia del PCE en el gobierno de coalición no significa ninguna renuncia” (eluden toda autocrítica sobre la gestión en este gobierno) y que el conflicto central hoy es “El bloque democrático contra el bloque reaccionario” (abogando por mantenerse como “pagafantas” del PSOE, en definitiva). Se trata pues de unos planteamientos marcadamente reformistas en lo político y continuadores de la deriva seguida estos años. Deriva que, como acabamos de ver por ejemplo en los resultados del 19J en Andalucía (y antes en Castilla-León y en Madrid), genera creciente desafección entre las propias bases sociales y militantes.

Por la otra parte, los enunciados del extracto de MO sobre las tesis alternativas inciden, literalmente, en la necesidad de “Ruptura con la UE y el Euro”; de elaborar un “Manifiesto Programa” para no seguir funcionando al albur de las circunstancias de cada momento y de un “Frente amplio” con todas las fuerzas a la izquierda del PSOE y el PCE como herramienta imprescindible para la convergencia (¿electoral?). En este caso, tan escueto resalte de MO ignora varios ejes centrales que planea el documento alternativo, como en particular: la necesidad de una “ruptura democrática” con el régimen del 78; y de (volver) a potenciar Izquierda Unida como movimiento político y social. Se trata, pues, de una elaboración alternativa condicionada en su elaboración por los obstáculos de la dirección saliente, pero “floja” en propuesta política (incluso “conservadora”, al recuperar sin actualizar los planteamientos de anteriores congresos). Debilidad atribuible también a la composición ideológica plural de sus redactores y de la propia corriente crítica, en la que se encuadran marxistas-leninistas, postmarxistas del siglo XXI, eurocomunistas y otros.

En conclusión, el desarrollo de este XXI Congreso del PCE ya ha mostrado las limitaciones políticas y organizativas que lastran a este partido. Su finalización en julio, con una dirección renovada o no, tiene ante sí la disyuntiva entre continuar con la deriva liquidacionista acrecentada durante los últimos años, o bien comenzar a reconstruir la línea política de esta organización, aunque todavía no se dispongan de los análisis, cuadros y mecanismos que harían falta. 

La realidad concreta es que en nuestro país y estado sigue faltando un referente político de la clase trabajadora con voluntad de alternativa. Ninguna suma de siglas, por muy amplia que llegara a ser, podría resolver esta carencia. El XXI Congreso del PCE, cuando finalice, abrirá o no como nuevo reto la necesidad de recuperar como partido una orientación de clase y de alternativa social, sin las cuales resulta difícil hablar de comunismo y de comunistas.

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