Refugiados republicanos españoles en el Sur de Francia

Un testimonio de André Wurmser (1899-1984), escritor, periodista y resistente, colaborador, entre otras publicaciones, de L’Humanité, el órgano central del PCF, cuya primera página se iluminó diariamente durante 30 años (1954-1984) con su breve sección “Mais” (“Pero”), verdadero modelo de precisión, inteligencia y humor. [1]Extraído de su libro de memorias Fidèlement vôtre. Soixante ans de vie politique et littéraire (Fielmente suyo. Sesenta años de vida política y literaria), Ed. Grasset, París, 1979, págs. … Seguir leyendo

Había muchos refugiados españoles en nuestra región. Después de la derrota los alemanes les invitaron a emigrar a Alemania…

La mano de obra española les tentaba, acantonada como ya se encontraba en esas reservas llamadas “compañías de trabajadores extranjeros”. Probablemente solo era cuestión de mostrarse “corteses”. Corteses y hábiles.

Para la ocasión se le enfundó a un franquista un elegante uniforme alemán… Los españoles del bosque fueron trasladados en autocar ante la comisión alemana. Un oficial francés del ejército del armisticio asistía a la sesión. 

Cara a cara: los vencedores ceremoniosos, luciendo correaje y botonadura, y los parias, dos veces vencidos, hirsutos, delgados, harapientos… En sus pies ese inverosímil calzado que se fabricaban ellos mismos con viejos cachos de neumáticos y algunas cuerdas…

“Consideramos a los españoles como amigos y os invitamos a venir a Alemania a trabajar libremente; allí os encontraréis con muchos compatriotas vuestros y compartiréis la vida de los obreros alemanes que, como sabéis, son bien retribuidos.”

Los parias se quedan mudos e inmóviles. Las proposiciones se hacen más seductoras, pero no obtienen más respuesta que la misma mirada ausente y la misma actitud impasible.

Llega entonces el turno del franquista; la lengua materna es más persuasiva: “Venid a Alemania, la vida allí es agradable, no falta el tabaco, las mujeres son bonitas y los salarios altos. Somos muchos allí, no os sentiréis en país extranjero…”

Oyendo hablar español, los ceños se fruncen, los puños se contraen. Y nada más.

Entonces el franquista pierde paciencia, su voz vibra de cólera: “¡Pero miraos bien! ¿Cómo habéis sido tratados en este país? Os han dejado como si fuerais ganado, se os ha considerado como bandidos. Os morís de hambre. Os explotan como a esclavos… ¿Y aguantáis todo esto con tal de no trabajar para Alemania? ¿Pero para quién imagináis que estáis trabajando en este momento? ¡Es de chiste! Francia está vencida, ya no existe. ¡Tenéis la ocasión de rehaceros por fin una vida decente!”

Los parias se yerguen. Su inmovilidad no es ya la de la indiferencia… Los vencedores están fastidiados. Tienen calor. El cuello de la guerrera les aprieta. Tal vez empiezan a entenderlo…: está bien, comprendemos que no podáis decidir inmediatamente, pensadlo y el miércoles, sí, eso es, el miércoles o el jueves nos dais la respuesta.

El oficial francés no ha dicho una palabra. Está mortalmente pálido. Sus ojos no han parado de ir de unos a otros. Los españoles desfilan ante él. Entonces, con lágrimas en los ojos: “Señores, les dice con una voz entrecortada, Señores, gracias.”

Cubierta del libro de memorias de André Wurmser (1979).

No lejos de allí, otra compañía de españoles recibe la misma solicitación, esta vez sin franquista interpuesto: el nazi hablaba español…: “En Alemania seréis bien alimentados, bien considerados, bien pagados, cualquiera que sea vuestro oficio: necesitamos gente de toda clase de oficios… Salvo panaderos, añadió con una gran carcajada, tenemos panaderos de sobra.”

El oficial francés, blanco de ira y de vergüenza, empezó a pasar lista. Pronunció un apellido, Álvarez o Gómez, y preguntó: “¿Profesión?  ̶  Panadero”, respondió el español. Y uno tras otro, todos sin excepción, respondieron “panadero”.

Aún no había llegado el tiempo en que los nazis podían permitírselo todo. Apretando los dientes, el oficial nazi se dio media vuelta.

Cuando uno llega a la madurez, las lágrimas se secan. Yo ya había conocido muchas muertes; me había estremecido por heridos en peligro. No había llorado. Uno de los primeros días después de la Liberación, acudí bastante temprano a la sede de Le Patriote. Una compañía de maquis recién afeitados desfilaba con paso cadencioso. Se dirigían al monumento a los muertos, a honrar a nuestros muertos  ̶  y los suyos. Nunca volveré a ver soldados tan rectos, tan orgullosos, con la cabeza tan alta. En primera fila, uno de ellos llevaba la bandera de la República española.

Esa vez sí lloré.

André Wurmser



Hoy, abstenerse de condenar al nazismo en la ONU, como ha hecho el gobierno de España, y contribuir a armar a bandas de criminales nazis, ¿no ofende la memoria de aquellos españoles que no se plegaron al fascismo y al imperialismo? (Hojas de Debate)  

Notas

Notas
1 Extraído de su libro de memorias Fidèlement vôtre. Soixante ans de vie politique et littéraire (Fielmente suyo. Sesenta años de vida política y literaria), Ed. Grasset, París, 1979, págs. 284-286. El testimonio fue recogido por Louise Mamiac en el semanario Le Patriote. Traducción Hojas de Debate
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