Gestión sanitaria y libertades democráticas: aclaraciones necesarias (1)

Esta entrada es la parte 1 de 3 en la serie Gestión sanitaria y libertades democráticas

Los noticiarios han dado cuenta de importantes movilizaciones en Francia y otros países contra ciertas medidas anti-pandemia. Esta oposición y sus motivaciones son más diversas de lo que sugieren algunos clichés.

Comparar nuestra experiencia cercana con la de nuestros vecinos es siempre un ejercicio útil, especialmente ante un fenómeno que nos afecta a todos como es la pandemia de covid-19. A condición de que tengamos un conocimiento suficiente de los hechos (dentro y fuera de nuestras fronteras) y de que pensemos en las principales particularidades de la situación de cada país.

Desde mediados del pasado mes de julio y a lo largo de todo el verano, cada sábado decenas de miles de franceses  ̶ en torno a un cuarto de millón a comienzos de agosto, según el Ministerio del Interior francés, quizás más si se atiende a algunos recuentos alternativos ̶  se han manifestado en más de 200 ciudades francesas contra un proyecto de ley «relativo a la gestión de la salida de crisis sanitaria».

Las protestas se han centrado sobre todo contra el establecimiento generalizado de un pasaporte o «pase sanitario», con su correspondiente «código QR», obligatorio para poder ejercer derechos básicos (no ser discriminado en el trabajo o percibir una prestación de desempleo, acceder a los servicios de salud, a un centro educativo, etc.) y para realizar numerosas actividades de la vida cotidiana (desde viajar en tren a entrar a un cine, centro comercial, restaurante o espectáculo deportivo u otro).

Para obtener este documento hace falta haber sido vacunado contra el covid-19 (admitiéndose exclusivamente las vacunas autorizadas por la Agencia Europea de Medicamentos) o, en caso contrario, acreditar un test PCR realizado en centro autorizado dentro de las 48 horas precedentes (ampliadas finalmente a 72), por cuenta de los usuarios. Además, la ley establece la obligatoriedad de la vacuna en determinados sectores y empleos.

El requisito del pase sanitario se había incorporado durante la tramitación parlamentaria de la ley, a través de una enmienda del propio gobierno presentada el 3 de mayo de 2021, precisando que solo se aplicaría «a las grandes aglomeraciones de personas» (según el criterio gubernamental, 1.000 como mínimo, en un principio) y que de ninguna manera «se extendería a actividades cotidianas como hacer la compra, ir al trabajo o acudir  a un servicio público». Dos meses después, el 19 de julio, antes de que la ley entrara en vigor, por medio de un simple decreto, el gobierno francés extendió la obligación del pase a cualquier local de ocio que albergara a un mínimo de 50 personas.

El Consejo de Estado dio su visto bueno a este decreto, atendiendo a las «circunstancias excepcionales», y tampoco el Consejo Constitucional vio motivos de objeción al pase sanitario en su resolución del 5 de agosto, que supuso la entrada en vigor de la ley, limitándose a censurar la disposición (simbólica) del aislamiento automático de las personas diagnosticadas como positivas por covid-19 [1]Un análisis del abogado Raphaël Kempf en el número de septiembre de 2021 de Le Monde diplomatique, «Passe sanitaire et impasse des libertés».

Codificados. Fuente: Campus France
Codificados. Fuente: Campus France.

¿Quiénes y por qué se manifiestan contra el pase sanitario?

En España, a veces con un asomo de autocomplacencia, se ha tendido a ver indiferenciadamente las movilizaciones en Francia y en otros países europeos como un episodio más de negacionismo y de una irracionalidad que, por otra parte, está muy presente hoy, por desgracia, en múltiples facetas de las sociedades europeas. La asociación de estas actitudes con la extrema derecha y con los medios sociales más rancios y oscurantistas también ha dejado huella en algunas ideas comunes, tanto en Francia como fuera. Al fin y al cabo, ¡no nos faltan, en España, experiencias más cercanas para confortarnos en esta idea!

No es otro el cliché difundido con machacona insistencia por los grandes medios en la propia Francia. Casos como el de una única pancarta sostenida por una única persona (una maestra que había sido concejal en un pueblecito del departamento de Mosela, en la región de Lorena, en representación de la ultraderecha), entre 3.800 manifestantes (cifra dada por el Ministerio del Interior) en la ciudad de Metz, da pie a imputaciones mediáticas y por portavoces gubernamentales de «antisemitismo» contra el movimiento en su conjunto. Igualmente distorsionada es la imagen que da por sentado que la oposición al pase sanitario se integra plenamente en el catálogo de iniciativas de un ideario anti-vacuna (que, por cierto, las grandes corporaciones mediáticas han suscrito tantas veces cuando se refieren a las no fabricadas por las multinacionales farmacéuticas).  

Sin embargo, si hay una característica innegable en las movilizaciones francesas contra el pase sanitario, esa es la diversidad de su composición social e ideológica. Como confirmaba el testimonio de un agente de policía a finales de julio, «hay de todo, se manifiestan el Señor y la Señora Todo-el-Mundo». Análogamente al de los «chalecos amarillos», estamos ante un movimiento transversal y de composición muy mayoritariamente popular. Equipararlo, por ejemplo, a las caceroladas del barrio madrileño de Salamanca contra el confinamiento sería una equivocación: tanto por la procedencia social de la mayor parte de los participantes en los cortejos en uno y otro caso, como por sus distintas motivaciones.

No caben dudas acerca de la posición de este portal, inequívocamente favorable a la vacunación. Así ha quedado reiteradamente de manifiesto en las páginas de Hojas de Debate, al igual que nuestra defensa permanente de la sanidad pública y de una política que de verdad ponga los medios materiales y personales para situarla a la altura de las necesidades sociales, en lugar de propiciar su empobrecimiento y marginalización, como viene sucediendo desde hace décadas, al dictado de los intereses del capital.

Dicho esto, no dejamos de constatar, como el hecho que es, el desconocimiento que hoy se tiene sobre los posibles efectos secundarios de las vacunas que se están utilizando entre nosotros. La OMS y las agencias reguladoras han tenido que emitir autorizaciones de emergencia para su aplicación a la población, exigidas por las magnitudes de la pandemia y la gravedad de sus estragos. En tanto que las vacunas disponibles se encuentren en la fase 3 de ensayo clínico (hasta el 27 de octubre de 2022 el preparado de Moderna y hasta el 2 de mayo de 2023 para el de Pfizer) se consideran medicamentos experimentales (Directiva 2001/20/CE de 4 de abril de 2001, art. 2, d).

Pero, hoy por hoy, es igualmente evidente la eficacia de la vacunación para reducir drásticamente los efectos más graves de la enfermedad y su mortalidad: es una razón decisiva para apoyar una vacunación cuyos beneficios deben alcanzar al conjunto de la población mundial para ser plenamente eficaz en lo que concierne a la salud pública. De ahí, también, la importancia y la urgencia de liberar las patentes y poner fin a la especulación y las obscenas ganancias de las multinacionales farmacéuticas, disparadas a cuenta de la pandemia.

Conocer una realidad no exenta de complejidad y contradicciones, en un contexto dominado por noticias sesgadas y silencios selectivos de los grandes medios, no es fácil. Conocer no equivale a justificar cualquier cosa.

Es innegable que sectores de la extrema derecha francesa participan muy visiblemente en las manifestaciones que vienen sucediéndose, y asimismo la concurrencia de manifestantes anti-vacuna, incluidos seguidores de las tesis conspiracionistas más disparatadas. Retransmisiones y reportajes periodísticos en prensa y televisiones del país vecino no han ahorrado ejemplos. Un personaje de ultraderecha (Florian Philippot, ex vicepresidente del Frente Nacional de los Le Pen y fundador de un grupo denominado «Los Patriotas») ha visto generosamente resaltado su protagonismo. La bandera nacional de la República Francesa ha sido el símbolo más presente  y la consigna (¡conocida!) «¡Libertad! ¡Libertad!» una de las más escuchadas en los cortejos. Todo esto facilita una cierta representación mediática y gubernamental del movimiento: a partir de elementos reales pero, en conjunto, parcial y distorsionada.

No es menos cierto que una gran parte de la participación (considerable, teniendo en cuenta las fechas veraniegas) en las movilizaciones no encaja en esa imagen. Hasta el punto de que muy pronto se han ido generalizando las convocatorias separadas, precisamente para evitar cualquier instrumentalización por parte de la extrema derecha y las amalgamas interesadas. Muchos manifestantes se han expresado «contra el pase sanitario, no contra las vacunas».

Manifestación en Marsella el 31 de julio (Facebook-Charles Hoareau).

Su oposición se explica, por un lado, desde una defensa de derechos y libertades fundamentales de la ciudadanía cada vez más amenazados y, de otro lado, como crítica hacia una gestión sanitaria y de la salud pública anclada en la cicatería y desdeñosa tanto de los profesionales del sector como de las necesidades de las clases populares.

No debe olvidarse una desconfianza muy extendida, no solo hacia una gestión de la pandemia marcada por múltiples vaivenes e incoherencias (lo que no es una originalidad francesa), sino hacia un inquilino del Elíseo que ha dado todas las razones para ser visto como «presidente de los ricos». Su extremo «centro» (de la derecha) y sus antecedentes, primero, al servicio de la banca y, después, (¡para colmo!) de (muy neoliberal) ministro de Economía durante la presidencia «socialista» de Hollande, dan alas a un distanciamiento popular inquietantemente extendido a las instituciones de la República. Expresión de esta tendencia es el crecimiento del abstencionismo en las consultas electorales: dos de cada tres franceses no votaron en las regionales de junio de 2021, con proporciones aún más altas entre los jóvenes y en circunscripciones netamente obreras y populares (superiores al 80%).

(Continúa)

Notas

Notas
1 Un análisis del abogado Raphaël Kempf en el número de septiembre de 2021 de Le Monde diplomatique, «Passe sanitaire et impasse des libertés».
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